Maximiliano Basilio
Cladakis
El paro convocado por los sectores disidentes
de la CGT y de la CTA ya pasó. Sobre sus consecuencias y sobre la forma en que
alterará o no la realidad nacional, todavía es muy temprano para emitir un
juicio. Sin embargo, lo que sí puede afirmarse, es que el paro perseguía una
finalidad política clara: desgastar al Gobierno Nacional.
Realizado a sólo doce días del 8N, el paro
se presenta como el polo complementario del “cacerolazo”. Si los actores
centrales de la anterior manifestación habían sido las clases medias y medias
altas, el actor protagónico del paro no fue sino la “clase obrera”. O al menos
esa es la idea que se busca instalar.
La estrategia
mediática-corporativa es, pues, simple: deslegitimar al gobierno que, hace poco
más de un año, fue electo por más del 54 por ciento de los votos. Frente a la
imposibilidad de articular una alternativa política que represente sus
intereses, los poderes fácticos intentan mostrar un descontento generalizado que evidenciaría el cambio de humor de la
sociedad en los últimos meses. A lo rizomático del 8N, la apelación a la
organización sindical, no se presenta como su antítesis sino como su
complemento. A los reclamos de la nebulosa y evanescente clase media se le
sumarían los de un “proletariado organizado”. El Gobierno, por lo tanto,
estaría fallando por todos lados.
Tanto en un caso como en otro, prima la idea
de una instancia “a-política” de los reclamos. Si bien en el caso del 8N,
averiguar quiénes eran los organizadores implicaba un trabajo algo más arduo,
en el caso del paro es explícito. Están los Barrionuevo, los Michelli, los
Moyano, pero también los Buzzi, los Biolcatti y los Magnetto. La alianza entre
estos sectores, a los que hay que sumar a esa izquierda que está siempre a la
derecha, conforman una alianza (sea
táctica o estratégica) cuya finalidad última es retrotraernos, más allá de los
discursos de algunos dirigentes, al paradigma liberal-conservador.
Precisamente, a pesar de algunas
enunciaciones aisladas acerca del trabajo precarizado, los reclamos estaban
hegemonizados por cuestiones que atañen a un porcentaje mínimo de la población:
como, por ejemplo, el impuesto a las ganancias. Y si tenemos en cuenta que la
Federación Agraria también fue una de las organizaciones convocantes, se sabe
que la cuestión de las retenciones se encuentra también presente. Moyano y Buzzi, antiguos enemigos, se vuelven
aliados en un mismo frente político-corporativo.
En el transcurso de este año, el Gobierno
Nacional ha ido profundizando el proyecto iniciado en 2003. Dicho proyecto
implica una transformación radical de la Argentina y esa transformación implica,
a su vez, socavar intereses. Frente a este avance, los poderes fácticos intentan hacer uso de todos los instrumentos que tienen a su alcance. Hace dos semanas fueron los cacerolazos, hoy el paro y los
piquetes. Irónicamente, estos últimos acontecen en
el Día de la Soberanía Nacional, cuando esos mismos poderes fueron los encargados de arremeter contra nuestra soberanía
política, económica y cultural durante más de un siglo.
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