“Si te agarro con otro te mato
te doy una paliza y después me escapo”
Cacho Castaña, Cantante
te doy una paliza y después me escapo”
Cacho Castaña, Cantante
El feminismo es el hecho maldito
del universalismo patriarcal. Así fue evidenciado en sus principios originarios
en tiempos de la Revolución Francesa. Por una lado, mientras estallaba la toma
de la Bastilla, estallaba otra revolución, hasta ahora negada. Mientras
se universalizaba, y se expulsaba a la mitad de la humanidad, se hablaba de la
humanidad. El concepto de Hombre y Ciudadano tenia la naturaleza de ser parte y
todo. La revolución había cambiado la estructura de organización económica y
política de la sociedad. Pero en esta nueva legalidad, las mujeres quedaban fuera
de lo nuevo. La mujer quedó relegada a la mera reproducción de individuos para
el mercado laboral. Se dividía aquello que Hegel inmortalizó en Die Familie,
la Familia y Die Bürgerliche Gesellschaft, la Sociedad Civil.
Más poético y liberal fue Rousseau que dedicó toda una inmensa obra pedagógica
para la educación de Emilio, y dejó un apéndice para la educación de Sofía.
La filosofía, heredera de las
luces de la Grecia clásica, ya había preparado el terreno para la nueva
racionalidad. Nacía ese constructo señorasierva, es decir, la
servidumbre de la mujer frente al señorío del hombre. Es así que para el
romanticismo, sea conservador o liberal, una buena mujer era aquella
sensible ama de casa que cuida del hogar.
La supertructura patriarcal había
desarrollado dispositivos de dominación altamente eficaces. No eran pocos los
hombres que habían hecho a la mujer a su antojo. Del mito al logos,
y del logos a la razón, el hombre ordenaba. Veamos que decían los
poetas y filósofos:
Que no te haga perder la cabeza una mujer de trasero emperifollado que
susurre requiebros mientras busca tu granero: quien se fía de una mujer, se fía
de ladrones.” (Hesíodo, Trabajos y Días, 375)
Además, la licencia de las mujeres es perjudicial tanto para
el propósito del régimen como para la felicidad de la ciudad. Pues así como el
hombre y la mujer son parte esencial de la casa es evidente que también la
ciudad debe dividirse en dos partes aproximadamente iguales: el conjunto de los
hombres y el de las mujeres; de suerte que todos los regímenes en que va mal lo
referente a las mujeres, hay que considerar a la mitad de la ciudad está como
sin leyes. (Aristóteles, Política,
1269b, 5-6)
Un
sexo es por lo tanto lo espiritual como lo que
se desdobla por un lado en la independencia personal que existe por sí por otro
en el saber y querer de la libre universalidad, en la autoconciencia del
pensamiento que concibe y el querer del fin último objetivo. El otro es
lo espiritual que se mantiene en la unidad como saber y querer de lo sustancial
en forma de individualidad concreta y el sentimiento. [...]
El hombre tiene por ello su efectiva vida sustancial en el estado, la ciencia,
etcétera, [...] En ella, encuentra la mujer su determinación sustancial y en
esta su piedad su interior disposición
ética. (Hegel, Filosofía del Derecho, § 166)
A medio camino entre la rebelión y la esclavitud, se resigna de mala
gana a la autoridad masculina. A cada momento hay que imponerle por la
violencia que acepte las consecuencias de su incierta sumisión. El varón
persigue la quimera de una compañera libremente esclava: quiere que, al
cederle, ceda a la evidencia de un teorema; pero ella sabe que él mismo ha
elegido los postulados a los cuales se aferran sus vigorosas deducciones; en
tanto ella evite ponerlos en tela de juicio, le cerrarán fácilmente la boca. (
Simone de Beauvoir, 2011: 602)
2- El feminismo es un
existencialismo
Simone de Beauvoir parte de dos
influencia filosóficas que construyen su teoría feminista: Jorge Guillermo
Federico Hegel y Juan Pablo Sartre. Del primero toma la dialéctica de la autoconciencia,
y del segundo, la moral existencialista. De ambos pensadores, Simone de Beauvoir
construye el concepto de lo otro, y esquiva el gran problema de
la filosofía moderna heredada del cogito cartesiano. En un principio
era otro. Veamos rápidamente como ambas filosofías se articulan en el
feminismo de Simone de Beauvoir.
Hegel desarrolla su filosofía a
la sombra del dualismo kantiano. Hegel representa el paso del yo al otro.
Yo y otro es la unidad de la experiencia de la conciencia. Para
llegar a decir “yo”, primero tuve que decir “otro”. Esto queda claro en la
dialéctica del amo y el esclavo.
Hegel parte de la conciencia
deseante. Es por eso que el hombre se diferencia de los animales por
desear deseos. El hombre no desea cosas, sino cosas deseadas por otros.
Desear deseo es reconocer. Es por eso que en un principio era otro, y
este otro es conflicto. Esta dialéctica se resuelve en la lucha de vida
o muerte por el reconocimiento. En esta dialéctica de la autoconciencia, la
conciencia que logra vencer el temor, deviene en amo, es decir,
en autoconciencia. La otra conciencia deviene esclavo. El temor de una
conciencia la lleva a la dependencia de un amo y a trabajar para él. Pero el
amo, al depender del esclavo, queda en ser abstracto, pobre por no transformar
la materia. El amo está mediado por el esclavo que trasforma la naturaleza y
crea la cultura. Es así que en la dialéctica del amo y el esclavo, el amo
termina siendo esclavo del esclavo. El temor y el trabajo son las fuerzas que
mueven la rueda de la historia.[2] Simone
de Beauvoir tomará esta dependencia estructural del esclavo para explicar la
situación de servidumbre de la mujer frente al hombre.
De Sartre, Simone de Beauvoir
parte como filósofa existencialista. Sartre será el ultimo filósofo que encara
el tema de la responsabilidad y la libertad con la seriedad de
todo filósofo moderno. De Sartre toma la noción de trascendencia
y la ubica como conciencia
que se proyecta, que estalla en un otro y sale de la inmanencia. La realidad
humana (peculiar traducción antropológica de Sartre del dasein de Martin
Heidegger), es para-si.
Para Sartre, el hombre es un agujero en la plenitud del ser.
(Feinmman, 2008: 455)
Mitad
víctimas, mitad cómplices
Como
todo el mundo. Sartre
Así comienza el segundo tomo de El segundo sexo. Recordemos que
Sartre, a diferencia de toda la filosofía moderna, vacía la conciencia, el cogito,
el sujeto en si de molde cartesiano, y lo hace estallar hacia fuera.
No hay conciencia de si, sino “conciencia de”. Dice Sartre:
La conciencia es conciencia
de algo: esto significa que la trascendencia es estructura constitutiva de la
conciencia; es decir, que la conciencia nace conducida sobre un ser que no es
ella misma. (Sartre 2004: 25).
La conciencia es conciencia de algo, ese algo es un otro. Con Sartre,
ontología y ética van de la mano. Uno se proyecta en un otro, de ahí que
el hombre carga sobre su espalda al mundo entero.
Estoy arrojado en el mundo,
no en el sentido de quedarme abandonado y pasivo en un universo hostil, como la
tabla que flota sobre el agua, sino, al contrario, en el sentido de que me
encuentro de pronto solo y sin ayuda, comprometido en un mundo del que soy
enteramente responsable, sin poder, haga lo que haga, arrancarme ni un instante
de esa responsabilidad, pues soy responsable hasta de mi propio deseo de rehuir
las responsabilidades; hacerme pasivo en el mundo, negarme
a actuar sobre las cosas y sobre los Otros, es también elegirme, y el suicidio
es un modo entre otros de ser-en-el-mundo. (Sartre, 2004: 579)
Es así que Simone de Beauvoir sintetizará dialéctica de la
autoconciencia y existencialismo ético. Vamos a eso.
3- El segundo sexo
El segundo sexo es hija
de su época. Simone de Beauvoir procesó su teoría feminista, y obra fundamental
del feminismo contemporáneo, con la influencia hegeliana-sartreana –en el aspecto
filosófico–, pero también, como producto de una época. Los años anteriores, en
especial, el viaje a EEUU de 1947 producirá en la joven filósofa un impresión
situacional de otras servidumbres. La cuestión judía y el problema de
los negros en EEUU, serán la base de construcción empírica para construir el
concepto de lo otro en El segundo sexo: Simone de Beauvoir lo
expresa con las mismas palabras que Sartre y Myrdall:
Si echamos una ojeada de conjunto a esta historia,
vemos que de ella se desprenden varias conclusiones. Y, en primer lugar, la
siguiente: toda la historia de las mujeres la han hecho los hombres. Al igual
que en Norteamérica no hay problema negro, sino un problema blanco, y que «el
antisemitismo no es un problema judío, sino nuestro problema», así también el
problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres. (Simone de
Beauvoir, 2011: 126)
Lo judío, lo negro y el “eterno femenino”[3], son estructuras de
dominación patriarcales que sirven de modelo para explicar lo Otro como
producto de una historia construida socialmente.
¿Cómo ha llegado a constituirse a la mujer como la otra
en la sociedad occidental?[4] ¿En esta dialéctica de la
conciencia, cómo llega la mujer a constituirse como otra frente al
sujeto absoluto que es el hombre? –Simone de Beauvoir analiza varios aspectos y
busca el origen de esa servidumbre. La biología, el psicoanálisis, y el materialismo histórico no explican
porqué la mujer se ha constituida como Otra. Beauvoir llega a una
conclusión determinante:
Ya se ha visto por qué causas han tenido ellos, al
principio, junto con la fuerza física, el prestigio moral; ellos han creado los
valores, las costumbres, las religiones, y jamás las mujeres les han disputado
ese imperio (Simone de Beauvoir, 2011: 125)
La mujer es otra porque el hombre es
lo uno, es decir, el todo, el sujeto absoluto. La mujer
adquiere la característica que Hegel había encontrado en el esclavo. La mujer
es parte constitutiva del reconocimiento del hombre amo. La mujer es en si
en tanto para otro.
Los privilegios
económicos detentados por los hombres, su valor social, el prestigio del
matrimonio, la utilidad de un apoyo masculino, todo empuja a las mujeres a
desear ardientemente agradar a los hombres. En conjunto, todavía se hallan en
situación de vasallaje. De ello se deduce que la mujer se conoce y se elige, no
en tanto que existe por sí, sino tal y como el hombre la define. Por
consiguiente, tenemos que describirla en principio tal y como los hombres la sueñan,
ya que su ser-para-los-hombres es uno de los factores esenciales de su
condición concreta. (Simone de Beauvoir, 2011: 135)
La mujer queda relegada a la inmanencia,
frente a la otra conciencia que se constituye como trascendencia.
La mujer es un producto de la historia: la cultura ha construido a la
mujer como otra. Cada vez que una mujer sale de la inmanencia, y
trasciende, estalla, se libera del ámbito in-esencial, la violencia es notable.
Sea en el ámbito familiar, laboral o social y/o política. Cada mujer que sale
de la inmanencia y se proyecta como autoconciencia, en ser
para si, es cuando aparecen los clásicos dichos misóginos:
Si te agarro con otro te mato.
Te doy una paliza y después me escapo, ay, ay,
ay[5]
Camilita da para concurso de belleza y nada más.
Cualquier diputado UDI la deja en ridículo en elecciones. Se atreverá la miss comunismo?[6]
Kris... no vayas con Chavez!!
El empoderamiento (traducción
antropológica del concepto trascendencia del existencialismo) produce
lucha por el reconocimiento. Esta lucha no es pacifica. La lucha es por el reconocimiento.
Es como en Hegel, la lucha es de vida o muerte. No es exageración dialéctica.
Lo saben las mujeres víctimas de femicidio. Una mujer que decide proyectarse
socialmente o políticamente, independizarse, realizarse como mujer individual,
en grupos a través de la propia identidad étnica, revivirá los insultos de la
sociedad que la obliga a mantenerse en la inmanencia. La “loca”, la “soberbia”,
o la “puta”; éste último, lugar reservadísimos que los hombres –nosotros los
hambres-, le damos a la mujer cuando le es permitida ser “publica”.
Simone de Beauvoir es una mujer liberal que creía en la
igualdad. Una liberal hegeliana que pensaba que algún día existiría el
reconocimiento recíproco entre iguales. Es decir la síntesis dialéctica de la
igualdad y la diferencia. Por eso, Simone de Beauvoir no cree en la supuesta
igualdad que los hombres obsequian a la mujer como diferente:
A lo sumo, se consentía en conceder al otro sexo «la
igualdad en la diferencia». Esta fórmula, que ha hecho fortuna, es muy
significativa: es exactamente la que utilizan a propósito de los negros de Norteamérica
las leyes Jim Crow. Ahora bien, esta segregación supuestamente igualitaria no
ha servido más que para introducir las discriminaciones más extremadas. Esta
coincidencia no tiene nada de casual; ya se trate de una raza, de una casta, de
una clase, de un sexo, reducidos a una situación de inferioridad, los procesos
de justificación son los mismos. «El eterno femenino» es homólogo del «alma
negra» y del «carácter judío». (Simone de Beauvoir, 2011:25)
Las denominadas leyes Jim Crow[8] en EEUU se implementaron
para separar a negros y blancos. Como los blancos del norte habían ganado la
guerra (con los negros del sur), el sur instituyó un marco jurídico para
separar a los negros y los blancos. No hay problema negro, sino problema
blanco. Simone de Beauvoir traslada esta lógica de la conciencia racista del
blanco en EEUU para construir la alteridad de esta otra servidumbre
que es la mujer dependiente.
Esta ultima cita nos mete de
lleno a la ultima parte de este trabajo.
4- ¡Escucha blanca! -
advertencia de Simone de Beauvoir
El viaje de Simone de
Beauvoir por los Estados Unidos en 1947 produjo una gran conmoción en la joven
filósofa. EEUU le demostró un tipo de dominación institucionalizada que la
llevó, años después, a categorizar a la mujer como la otra del hombre.
EEUU y el racismo legal norteamericano (en especial, en el sur de EEUU) había
interiorizado al negro desde una compleja superestructura jurídica. El negro
era lo otro del blanco. En An American Dilema[9] Simone de Beauvoir
encuentra una fuente empírica en la categorización de un otro como
construcción social del otro inferior. No se nace mujer negra
sirvienta, se llega a serlo. Esta otra que En el segundo sexo,
se llega a serlo, en EEUU, lo otro del blanco; la otra del
otro negro, y de la otra del otro blanco también se
llega a serlo. Este mundo negro fue creado por el mundo del blanco. De esta
matriz racista, es donde es entiende el conflicto entre feminismo blanco
y feminismo negro. De ahí, encontramos en Simone de Beauvoir a la otra
de la otra.
“Se dice «Los negros son sucios». Esto trasluce la ambivalencia de las
opiniones de los sudistas con respecto a los negros, pero comen sin remilgos
los alimentos que sus manos han preparado; les confían a sus hijos, el cuidado
de sus casas” (Simone de Beauvoir, 1999: 250) (ver apéndice, imagen 5,
pag 14)
El economista sueco Gunnar
Myrdal (1898-1987), fue encargado de una investigación sobre la
situación de los negros en EEUU. Myrdal llega a conclusiones más que significativas.
No es casual que Simone de Beauvoir dedicara todo el 3 de abril de América
día a día –el capitulo más largo de toda la obra–, para analizar la
situación racial estadounidense. Allí Simone de Beauvoir establece conceptos
que en El segundo sexo serán centrales para el análisis de las mujeres
como otras. En América día da día, Simone de Beauvoir anticipa
mucho de lo que después desarrollará en El segundo sexo:
“El problema de los negros, dice Myrdal, es en primer lugar, un
problema de los blancos. Para comprenderlo hay que partir de ahí. Fueron los
blancos quienes introdujeron en América a los esclavos negros (alrededor de
400.000 antes de 1802, cuando el trafico era legal, y más o menos la misma
cantidad de manera ilegal entre 1808 y 1808). Fueron los blancos quienes lucharon
entre ellos para decidir si mantenían o abolían la esclavitud; hoy día, los
negros alcanzan los trece millones, pero solo poseen una ínfima parcela de la
riqueza económica del país y casi o tienen ninguna influencia política; los
blancos les asignan espacio que ocupan: su modo de vida es una consecuencia
inevitable de esa situación creada por la mayoría blanca.” (Simone de Beauvoir,
1999: 247)[10]
La situación del negro en
EEUU es similar a la de la mujer en la sociedad patriarcal. De hecho, Simone de
Beauvoir denomina a la economía del sur de EEUU como “patriarcal”[11]. Un
“buen negro”, una “buena mujer” es aquel o aquella que no sale del rol que la
sociedad le ha impuesta. Una mujer buena es siempre una mujer que queda en la
inmanencia y deja su autonomía en relación directa a la trascendencia de su señor.
Simone de Beauvoir, en América día a día, encuentra tópicos racistas en
la sociedad norteamericana que vinculan directamente con el estereotipo que dos
años después desarrollará en El segundo sexo:
Los negros son incultos
Los negros son sucios.
Son perezosos, mentirosos, ladrones...
Todas las mujeres negras son lúbricas
Esa gente vive mejor que nosotros (Simone de Beauvoir, 1999: 244- 260)
La sociedad racista ha hecho al negro inculto, sucio,
perezoso, mentiroso, ladrón y demás estereotipos. Simone de Beauvoir da el
mismo ejemplo para rebatir esas acusaciones citando a Bernard Shaw:
“La altanera nación americana... obliga al negro a limpiarle los
zapatos y demuestra en seguida su inferioridad física y mental mediante el
hecho mismo de que es un limpiabotas”.
(Simone de Beauvoir, 1999: 252, y 2011 :26)
El problema de las mujeres es un
problema de los hombres. El problema de las mujeres negras es un problema,
también, de los hombres negros, blancos, y un problema de las mujeres blancas.
Esto que Simone de Beauvoir supo captar en An American es lo que bell
hooks denunciará tiempo después:
“La mujeres negras sin un «otro» institucionalizado al que puedan discriminar, explotar u oprimir
tienen una expectativa vivida que reta directamente la estructura social de la
clase dominante racista, clasista y sexista. (bell hooks, 2004: 49)
Llegamos a la crítica del
feminismo blanco por parte del feminismo negro.[12]
5- El Dilema americano
o la conciencia desventurada del feminismo blanco
EEUU tiene ideales liberales de
los más altos. El An American Dilema, o mejor dicho, el dilema
del feminismo blanco que bell hooks interpela desde el feminismo negro, hay que
entenderlo en relación directa con lo que Simone de Beauvoir observó en el año
1947[13]. No
sabemos, no tenemos fuentes de las influencias de Myrdal para describir la
relación blanco / negro en An American Dilema; pero si sabemos
que Simone de Beauvoir tenia bien presente la dialéctica de la autoconciencia
de la Fenomenología de Hegel–. El ideal abstracto, nobilísimo del
feminismo blanco, pero desdoblado en un particular mísero frente al silenciamiento
de las mujeres negras, es característico de aquello que Hegel denominó conciencia
desventurada.
Esta conciencia
desventurada, desdoblada en sí misma, debe ser, por tanto,
necesariamente, puesto que esta contradicción de su esencia es para
sí una sola conciencia, tener siempre una conciencia también la otra, por
donde se ve expulsada de un modo inmediato de cada una, cuando cree haber
llegado el triunfo y a la quietud de la unidad (Hegel, 2007: 128)
Solo se sostiene la majestuosidad
del alma bella expulsando al particular, es decir, desdoblando la conciencia y silenciando
lo concreto. Y es ahí donde la denuncia de bell hoks tiene sentido.
Las
mujeres blancas que dominan el discurso feminista, que en su mayoría crean y
articulan la teoría feminista, muestran poca o ninguna comprensión de la
supremacía blanca como política racial, del impacto psicológico de la clase y
del estatus político en un estado racista, sexista y capitalista. (bell hooks,
2004: 36)
Insistir en la crítica al
patriarcalismo universal, es ocultar esa realidad –que muchas feministas
liberales no querían ver–: el racismo. Son las mujeres negras, las otra
de las otras de El segundo sexo o de La mística de la feminidad,
las que limpian sus casas, las que cuidan a sus hijos e hijas: es decir, las
que a costa de mantenerse en la inmanencia, la blancas pueden proyectar su
teoría feminista.[14]
Simone de Beauvoir fue sincera en sus pretensiones representativas.[15] Ella
no podía hablar por las mujeres negras. En todo caso denunciar la injusticia
y...
Y todos los blancos que no
tienen valor para desear la fraternidad tratan de negar ese desgarro en el seno
de su propia ciudad, tratan de negar Harlem, de olvidarlo; no es una amenaza
futura, es una herida actual; una ciudad maldita, la ciudad donde ellos están
malditos; tienen miedo de tropezarse con ellos mismos al doblar la esquina. Y
como yo soy blanca, piense lo que piense, diga o haga, esa maldición también es
para mi. No me atrevo a sonreír a los niños de las plazoletas, siento que no
tengo derecho a vagar por calles donde el color de mis ojos significa
injusticia, arrogancia y odio. (Simone de Beauvoir, 1999: 43)
Simone de Beauvoir no puede hablar por las mujeres
negras. Solo puede alertar, advertir sobre el racismo y alertar al feminismo
blanco y elucubrar.
Como feminista blanca me apodero del libro de una
feminista negra y lo convierto en un medio para curar a las feministas blancas.
Aprovéchenlo.
Hemos denigrado[16] el feminismo de
Simone de Beauvoir, es decir, lo hemos oscurecido.
Hemos buscado la otra de
la otra de El segundo sexo.
fin
Bibliografia
bell hooks (2004) “Mujeres negras. Dar forma a la teoría
feminista”. Otras inapropiables.
Feminismos desde las fronteras. Traficantes de Sueños, Madrid.
Bidaseca, Karina (2010) Perturbando el texto colonial.
Editorial SB, Ciudad de Buenos Aires.
Bidaseca, Karina y Vásquez Laba,
Vanesa (Comps.) (2011), Feminismo y poscolialidad. Descolonizando el
feminismo desde y en América Latina, Ediciones Godot, Buenos Aires.
De Beauvoir, Simone
(1999), América día a día, Mondadori, Barcelona.
De Beauvoir, Simone, (2011) El segundo Sexo. DEBOLSILLO,
México
Hegel Georg W. F (2007), Fenomenología del
espíritu. Fondo de Cultura Económica.
Argentina
Feinmann, José Pablo (2008), La filosofía y el barro de la
historia. Planeta. Argentina
López Pardina, Teresa (2007).
“El feminismo existencialista de Simone de Beauvoir”, en Teoría
feminista: de la ilustración a la globalización. De la Ilustración al segundo
sexo I. Madrid, Minerva ediciones, (pp. 333-363).
Myrdal,
Grunar, (1944), An American Dilemma. The Negro Problem an Modern Democracy.
H. B. P. New York. (disponible
en:
Sartre,
Jean-Paul (2004). El
ser y la nada.
BIBLIOTECA DE LOS GRANDES PENSADORES. Barcelona.
Spivak, Gayatri (1988) “¿Puede el subalterno hablar?”, en Revista
Orbis Tertuis, Año 6, Nº 6. Traducción José Amícola.
[1] En el
apartado final se explica porqué Simone de Beauvoir es una pensadora feminista
y liberal.
[2] El
temor y el trabajo, base de las dos grandes filosofías surgidas a la sombra del
hegelianismo está la encrucijada e la cual entra Sartre al intentar lograr la
síntesis entre existencialismo y marxismo. Esfuerzo enorme que culmina e Critica
de la razón dialéctica de 1960.
[3] Por
una cuestión de espacio, Reflexiones
sobre la cuestión judía quedará al margen de este análisis. Pero es interesante seguir la
línea histórica de los textos de Sartre y Beauvoir. Todos con una misma matriz:
Reflexiones sobre la cuestión judía de Sartre en 1946; América día a
día, de Simone de Beauvoir en 1947, El negro y su arte de Sartre en 1948,
y El segundo Sexo de Simone de Beauvoir de 1949. Los análisis
del problema negro, en especial en Estados Unidos que Simone de Beauvoir
desarrolla en América día a día, sientan el precedente que Sartre
desarrollará décadas después en su celebre prólogo a Fanon. Este articulo no
pretende crear una teoría nueva, simplemente ennegrecer lo que muchas
feministas denominan feminismo blanco. Situar el feminismo de Simone de
Beauvor en un contexto, así como situar el feminismo negro en su propia
historia.
[4]
Nosotros preferimos tener una lectura local de Simone de Beauvoir. Europa es
provincial.
[5] Letra
de una canción de un popular cantante:
Cacho Castaña.
[6]
Diputado Chileno Felipe Ward sobre la militante estudiantil Camila Vallejo.
(Ver apéndice, Imagen 1, pag 12)
[7] Pancarta exhibida por
ciudadanos que apoyaban el reclamo patronal durante el conflicto del 2008 en
Argentina. (Ver apéndice, Imagen 2, pag 12.)
[8] Ver apéndice, Imagen 3,
pag 13.
[9] Ver apéndice, Imagen 4,
pag 13
[10] El
análisis del día 3 de abril que figura en América día a día es
riquísimo en relación al análisis del racismo estructural de la sociedad blanca
norteamericana. Hemos citado un parrafo extenso por el motivo que sintetiza el
concepto del capitulo en general. Por una cuestión lógica, este trabajo solo
insinúa la influencia de la situación de los negros y negras en Estados Unidos
en la conformación conceptual de la relación dialéctica entre hombre/mujer en El
segundo sexo. El libro está dedicado a Richard Wirht, el escritor negro y
Ellen, mujer blanca y pareja de Richard. Ambos amigos de Simone y de Sartre, y
acompañaron a nuestra filósofa por los lugares más significativos de EEUU.
[11] “Pero la inmensa mayoría de los
recolectores de algodón son negros y el régimen al que todos están sometidos es
herencia directa de régimen esclavista. Extraña paradoja –y escandalosa para la
propia América–, esta supervivencia de una economía patriarcal en la sociedad
capitalista moderna.” (Simone de Beauvoir, 1999: 222)
[12]
Existen infinidad de intelectuales, académicos y demás estudiosos de “lo que no
se dijo” que han hecho escuela en encontrar silencios que sólo ellos oyen. No
vamos a caer en esos tópicos tipo: Marx no habló de..., o Sartre no vio..., o Simone de
Beauvoir no dijo nade de.... No nos interesa caer en esos facilismo. Hay
que interpretar a los grandes filósofos con lo que dejan en relación a su
contexto, y no con lo que no dijeron en relación a nuestra realidad.
[13] “Los negros se apelotonan humildemente
en los asientos del fondo, tratan de pasar desapercibidos. En plena tarde,
entre el calor y los baches que se dejan sentir con más rudeza en la parte de
atrás, una mujer encinta se desmaya; su cabeza inerte golpea contra el cristal
e cada brinco, oímos la voz sarcástica y escandalizada de una college-girl que
grita: “¡La negra está loca!”. El conductor para el autobús y va a ver qué
pasa; solo es una negra desmayada, y todo el mundo suelta risitas sarcásticas…
zarandean un poco a la enferma, la despiertan y el autobús arranca de nuevo; no
nos atrevemos a dejarle nuestro asiento delantero, todo el autocar se opondría
a ella y sería la víctima de la indignación general. El autobús sigue su
camino, la joven sigue sufriendo, y cuando paramos en la ciudad, pierde otra
vez el conocimiento; la gente va a beberse una Coca-Cola sin ocuparse de ella;
solo una vieja americana se acerca con N. y conmigo para tratar de socorrerla.
Nos da las gracias, pero parece inquieta y se va a toda prisa sin aceptar
que le ayudemos más: la mirada de los blancos le hace sentirse culpable y
tiene miedo.” (Simone de Beauvoir, 1999: 243)
[14] La
crítica de bell hooks se centra en la crítica a la obra de Betty Friedan La
mística de la feminidad. El primer capítulo comienza así: “Cada mujer de
los barrios residenciales luchaba con él a solas. Cuando hacia las camas, la
compra, ajustaba la funda de los muebles, comía samdwiches de crema de cáchate
con sus hijos y se acostaba junto a su marido por las noches, le daba miedo
hacer, incluso hacerse a si misma, la pregunta nunca propunciada: “¿Es todo
esto?” (Betty Friedan, 2009: 51)
[15] Ver
apéndice, Ver apéndice 6, pag 14
[16]
Hemos decidido utilizar el adjetivo “denigrar” porque es de uso común utilizar
como insulto sin saber su real significado. Esta idea la saqué de Nancy Fraser
, que según comenta en Redistribución y reconocimiento, un alumno la
alertara del mal uso del adjetivo denigrar. Fraser notó que estaba haciendo lo
que ella denunciaba sobre el racismo.
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