Edgardo Pablo Bergna
Me gustaría hacer referencia aquí, al carácter subyacente
y pervivente de la dictadura cívico-militar (y corporativa, agregaría),
perpetrada formalmente entre 1976 y 1983. Me refiero a la posibilidad de
abordar el tema a partir de las “secuelas” y tomo dos acepciones de la
palabra. “Consecuencia” y “secta”
Las “consecuencias” se observan, cuando se ve
defender valores propios de las dictaduras cívico-militares y sus mandatarios, de
forma difusa y tácita, por gran parte de la sociedad y medios de comunicación. Minimizando
y naturalizando, las consecuencias de
los delitos que subyacen en los sobrevivientes, familiares y
amigos de secuestrados, torturados y desaparecidos; niños implantados y supresión
de identidad de personas que aún hoy, siguen padeciendo.
En cuanto a la acepción de “secta” (en sentido
amplio, por supuesto) hago notar la existencia de pequeños grupos, sin
relevancia política alguna, eso está claro, pero, que de manera explícita y taxativa apoyan
sin cortapisas, sin tapujos diría, los métodos utilizados en los años de plomo,
pretendiendo la pervivencia de esos mismos hechos.
La figura icónica de la dictadura, Jorge Rafael Videla, continúa
expresándose, y lo que suena peor, es que encuentra en los medios de comunicación
(por ej. semanario español Cambio
16 de este sábado 16 de marzo) la resonancia necesaria para que sus palabras
sean vehículo performativo (en cuanto al lenguaje) de los mismos intereses del
poder real, factico, corporativo que, cavilan, piensan sobre los métodos de
represión más idóneos, en clara situación de pervivencia. Ayer, elegían golpes
de Estado donde el ariete, eran las fuerzas
armadas contra el pueblo. Hoy, “golpes suaves” más difusos, viscosos como los consumados
en Honduras, Paraguay e intentaron en Ecuador.
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