Por
José Antonio Gómez Di Vincenzo
Aquello
de la historia repitiéndose como una farsa, esa famosa proposición que Marx
dejara planteada ni bien comenzaba su Dieciocho
Brumario de Luis Bonaparte, últimamente, resuena en sendos análisis de la
realidad autóctona. En efecto, algunas cosas parecen volver a suceder de un
modo patético. Hay como un halo que cubre de misterio las imágenes que se
proyectan en la tele, ráfagas escenográficas que rememoran otros saqueos
nacidos de un vacío que debía ser llenado como sea, del hambre negadora de la
vida, allá por los inicios del nuevo siglo y el fin de una época. Hay una
falla, algo distinto, saqueos tecnológicos versus saqueos de alimentos.
La
historia… Mucha tela por cortar desde el punto de vista filosófico. Grandes
fueron las mentes que se involucraron en la reflexión sobre la historia. Esta
columna sólo puede escoger un minúsculo grupo de pensadores para hacerles
homenaje tan sólo nombrándolos: Marx, Hegel, Sartre, Gramsci. Que el lector
sepa que lo que leerá se inspira en sus legados de un modo particular. El
escriba toma condimentos y licúa. A veces, da resultado, a veces, la jugada
resulta un tanto riesgosa. ¡Qué los acartonados me juzguen!
En
Matrix, esa famosa trilogía de ciencia ficción escrita y dirigida por los
Hermanos Wachowski, Neo, el protagonista, ve más allá, es capaz de escudriñar
lo que se esconde como fundamento de la realidad virtual, es competente para
leer el programa que configura esa ilusoria sociedad de fines del siglo XX, en
la que todos los humanos viven enajenados. Una falla aparece cada tanto en la
matriz y quienes desde el mundo real se insertan en ella para realizar
distintas acciones, en una especie de vanguardia revolucionaria, la notan en
forma de dèjá vu. Algo no encaja, está fuera de lugar o es como que ya pasó y
vuelve pero con un halo.
Quisiera
jugar con la historia e invocar metáforas provenientes del cine y la
computación para dar cuenta de mis tesis. Sea el lector paciente o deje de leer
esto en este preciso momento, para dedicarse a mejores y más placenteras
ocupaciones domingueras.
Un
programa de computación (en el caso de la película de los Hermanos Wachowski,
la matriz) es un conjunto de instrucciones que le dicen a una computadora cómo
debe procesar los datos de entrada para producir resultados. El programa es
siempre el mismo, es invariante. Cambian los datos de entrada, se modifican los
resultados. Pero algo se mantiene en la historia de la máquina, el programa. La
idea de programa surca diferentes ámbitos, ha circulado como metáfora en
diferentes espacios disciplinares. El funcionamiento del ADN es presentado en
sendos espacios de divulgación como un programa. En otros lugares, el cerebro
funciona siguiendo programas para procesar los datos sensoriales. Pero también,
algunos intérpretes han pretendido ver a los programas como métodos para dar
tratamiento a diferentes input informativos.
Todo
método se sustenta sobre una base, una racionalidad. Algunos filósofos han
sugerido que dicha racionalidad debe, una vez depurada y fijada como la más
eficiente, mantenerse a lo largo de la historia en forma invariante, por
ejemplo, para fabricar conocimientos científicos. La historia, que se empecina
contra aquellos que pretenden que nada cambie, ha mostrado que esto no ocurre.
Y muchos buenos lectores de la historia han comprobado que los científicos,
afortunadamente, producen adelantos significativos ignorando el seguimiento
dogmático de los métodos, pateando el tablero metodológico.
Para
aquellos que pretenden que los métodos se mantengan fieles a esa racionalidad
que les diera sustento y les transfundiera eficiencia para la fabricación de
conocimientos legítimos, la historia y la realidad nada pueden hacer para
interferir en el programa. El programa es ahistorico. Otros, lejanos a este
tipo de imagen, demuestran que el método es histórico, que sendos programas se
tornaron obsoletos, que la racionalidad debe ajustarse a las necesidades
humanas y que éstas dependen del contexto con una sola invariante: la idea de
que los hombres transforman el mundo para cubrir sus necesidades de
supervivencia y al hacerlo modifican su propia forma de ver el entorno natural
y social.
Un
programa que pretende no cambiar cuando todo a su alrededor muta es un programa
que produce fallas, como los déjà vu que algunos lectores de la matriz podían
percibir. El déjà vu dejaba ver que detrás algo había ocurrido, se había
querido hacer algo con la historia, algo forzoso con el objetivo de interferir
con los cambios que el devenir venía forjando, aún cuando detrás hubiera una
praxis.
Porque,
en efecto, la lucha política es la lucha por cómo hacer la historia. En
política, la praxis es operar en la contingencia, apartando todo el tiempo la
idea de que la historia vaya hacia un fin, siguiendo un programa inmutable; la
praxis es operar sobre los programas y no pretender que haya una caja de
herramientas de programas reciclables para cada caso.
Hay
quienes creen que se puede intervenir en la historia reviviendo metodologías
del pasado. Pero dichas metodologías no encajan en la historia y su forma de
desenvolverse contemporánea. Entonces, dèjá vu, algo se
repite pero mal, como farsa.
La
película del devenir argento ha puesto en la pantalla esta semana algunos
cuadros del pasado, repetidos tal cual con el objeto de que la película
rebobine, algunos cuadros fallados que dan cuenta de errores producidos por
programas obsoletos, algunos cuadros que adelantan nuevas escenas más
productivas y fructíferas.
Los
saqueos tecnológicos parecen dejar ver una falla en el programa político de un grupúsculo
que a su vez, deja traslucir una metodología obsoleta. Y por más que en la
matriz, ingenuos y enajenados sujetos se alarmen o entren en pánico, muchos
lectores sagaces de la realidad lograron ver el dèjá vu. El saqueo de hace años
se repite pero ahora tecnológico, acaparación violente de LCDs y demás
artefactos del hogar.
Es
importante recordar que la historia se hace haciendo historia y no repitiendo
viejas mañas y que si la forma de hacer política pasa por una praxis
transformadora basada en una buena lectura de la base económico social y
cultural, todo intento de volver la película hacia atrás basado en la
repetición de escenas perimidas contrastará irremediablemente dándose de bruces
con una realidad que se construye desde una praxis transformadora procurando la
igualdad social.
Como
sea, hay algo más profundo y que trasunta estos episodios. Hay todo un intento
desestabilizador en marcha tramado desde grupúsculos en sintonía con el
Departamento de Estado. En el contexto de la lucha por definir, de una vez, si
es la democracia la que logra imponerse por sobre las operaciones de los grupos
mediático-económicos, donde diferentes operadores traman por saquear una tajada
de poder algunos prefieren la traición a la defensa de los intereses del
pueblo.
Habrá
que analizar si, en definitiva, todo el sistema se va al carajo bajo la
dictadura de unos pocos capaces de defecarse en la voluntad popular. Habrá que
ver si la política logra imponerse a la economía, si el proceso al evento, si
los justos a los traidores.
Y,
por suerte, a pesar de que todo parezca enrarecido, todo está muy claro.
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