Por
José Antonio Gómez Di Vincenzo
No
es una pirueta retórica producto del azar, no es para nada fruto de la
casualidad y por último, no es un dato menor que haya sido, precisamente, Alicia
Kirchner, la Ministra de Desarrollo Social, la que se embarra en la solución de
los problemas concretos en el día a día, fogueada en la praxis política, la
persona que mejor definió la situación en torno al fallo del juez Alfonso.
Alicia Kirchner dijo: "Hay que seguir transformando todos los poderes del
Estado porque todavía hay mucho por cambiar. Nosotros no nos basamos en el 7D o
20N, sino que estamos todos los días del año jugándonos y trabajando por un
país más justo".
El
fallo de inconstitucionalidad constituye un paso adelante, es innegable. Un
motivo más para festejar el triunfo de la democracia frente al poder de las
corporaciones mediático-económicas que juegan a favor de intereses a veces
difíciles de poner sobre el tapete por lo mezquino y antipopular de sus
propósitos.
La
plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA)
posibilita al Estado (y el Estado somos todos y no el gobierno) comenzar a
desarticular la posición dominante del único grupo que mediante todo tipo de
piruetas logró estirar plazos, subsumir el poder estatal democrático a sus
intereses económicos y estratégicos desde el punto de vista político.
La
LdSCA amplía la democracia, favorece la reproducción de lo múltiple, extiende
la libertad de expresión, hace todo lo que el grupo decía que trabaría. Y
habría que persistir en las casillas del analfabeto político para no darse
cuenta de que la LdSCA juega un rol estratégico a la hora de reforzar la
democracia y construir un poder estatal firme que logre avanzar sobre los
intereses mezquinos que históricamente se opusieron a toda transformación a
favor de las mayorías populares y sus aliados externos, esos dispuestos a abrir
puertas de embajadas para el lobby y la conspiración.
El
denominado cuarto poder construye opinión. Lo hace sin blanquear posiciones, lo
hace no desde esa supuesta objetividad y neutralidad sino desde un
posicionamiento estratégico a favor de intereses bien concretos, particulares y
opuestos al bien general.
Tras
la crisis que sobrevinieron en nuestra región, producto del neoliberalismo y su
capacidad de destrucción de la política y su sobrevaloración de la economía
tanto en lo formal y explícito del funcionamiento institucional como en las
subjetividades, todo un desafío se nos presenta a la hora de reconfigurar el
funcionamiento de nuestras democracias, de los partidos políticos, de la
articulación entre representantes y representados.
Hace
casi cien años, desde la cárcel, el gran marxista sardo, Antonio Gramsci nos
decía de lo importante que eran las instituciones democráticas y los partidos
políticos para llevar a cabo una lucha contra hegemónica opuesta a la que todos
los días dan los sectores particulares y concentrados del capitalismo; lo
central del análisis histórico concreto partiendo del estudio de la formación
económico social para la formulación de un plan estratégico y para la capacidad
de llevarlo a cabo y reformularlo cuando sea necesario para ir hacia una
sociedad más justa e igualitaria.
El
denodado esfuerzo por reconstruir nuestras democracias exige poner sobre la mesa
el problema de los medios y las nuevas tecnologías de la información y
comunicación. Entrado el siglo XXI asistimos a nuevas formas de golpe estatal y
construcciones destituyentes de las que ya varias democracias en América Latina
fueron víctimas. En todas jugaron un rol específico los medios de comunicación.
El
imperio de lo etéreo virtual que logra penetrar en el imaginario del sujeto
consumidor incauto se impuso por sobre la conspiración militar ya fuera de moda
o el partido político nervioso tocando las puertas del cuartel. Un nuevo suelo
alimenta la semilla antidemocrática, antinacional, antipopular desde hace años,
el de las subjetividades colonizadas y esclavizadas por los medios y
funcionales a intereses cuyos propósitos desconocen.
En
Argentina la oposición no logra aunarse como partido político capaz de ejercer
representatividad. Necesita del medio para conquistar subjetividades. Al no
tener bases territoriales sólidas, al ser incapaces de transformar vidas
concretas mediante un praxis en el barrio, ineptas para construir desde lo concreto, la
politiquería mediática debe hacerle creer al pueblo que el mundo real es una
fantasía, la matriz creada por el gobierno para hacer realidad sus propósitos
mezquinos de dominación del mundo. Es de este modo que la asociación de
politiqueros y los caga tinta y vociferadores cooptados y comprados tergiversan
la realidad basándose en mentiras, en falacias.
El
desacople de este combo era fundamental para una política nacional y popular por
varios motivos. Para sentar una base, un antecedente que deje claro que se
deben ir por la desarticulación de toda posición dominante desde lo económico.
Pero, principalmente, para desarticular la conspiración de la antipolítica y
obligar a la oposición a armarse en tanto partido o partidos reales ya no
virtuales.
No
queda claro si los protagonistas actuales de esos virtuales parajes de la
politiquería virtual de poca monta pueden lograr la meta de constituirse como
espacios densos de transformación concreta o deberemos esperar un recambio que
venga desde sus propias bases de sustentación. Por ahora, el territorio es
fértil sólo para los que saben abonarlo y trabajarlo, los pibes que volvieron a
creer en una política densa que se impone por sobre la economía y las
corporaciones, los sujetos de la praxis.
Son
estos los que hicieron el 54%, son estos los que quieren ir por más hacia la
igualdad y la solidaridad, son estos los no se quedarán nunca anclados en el
festejo del 14D, los que como dice la ministra están todos los días del año
jugándonos y trabajando por un país más justo para que la virtualidad sólo se
imponga en los jueguitos de computadora o en el cine.
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