Por
José Antonio Gómez Di Vincenzo
El
espontaneo sentir de las cacerolas, fogoneado por medios y partidos opositores,
ya fue. Queda la espumita. Mucha espumita por cierto. Se verá si no pasa
después lo mismo que con la birra del pub berreta, ese donde te tiran pura
espuma y al final del jarro queda poco y nada del néctar que la hizo brotar.
El
bochinche se hizo sentir en el centro y algunas ciudades. Focos aislados más o
menos sustanciosos donde se amalgamaba, bajo las consignas precisas del manual
del cacerolero, un variopinto colectivo de reclamos todos vibrando en el
registro del diapasón clasemediero.
Como
sea, fue interesante como fenómeno. Este escriba cree que el 8N dice mucho más
por lo que calla que por el bochinche espumoso. En otras palabras, lo sugestivo
del acontecimiento es lo que no pasó, lo que no hubo allí ni hay al menos
todavía. Veamos cómo es esto.
Lo
que no hubo, ni hay en y desde la expresión cacerolera mediática es lo que el
politólogo argentino Ernesto Laclau llama un significante vacío, algo o alguien
que de sentido a la cadena de significados flotantes y discontinuos presentes
en el discurso individual individualista de los múltiples actores convocados.
Trataré de explicar cómo funciona esto dentro de unas líneas. Pero antes un par
de cosas más.
Lo
supuestamente espontáneo resultó convocado, de eso no caben dudas, cuestionar
tal proposición sería surfear en el océano de lo fantasioso. Está claro que un
conjunto de fundaciones, sujetos, medios y partidos foguearon la cosa. Algunos
arreglaron las partituras, otros tocaron chirimbolos en el fondo de la
orquesta. Los unos, ultra derechosos, lo otros, no saben donde pararse o vienen
haciendo slalom. Salvo pocos fulgores de coherencia como los del Chipi Castillo,
hubo colados por la ventana hasta por la más a la izquierda. Pero lo cierto es
que nada de eso logra consolidarse como aglutinante opositor, como medio de
expresión y anclaje de los supuestos reclamos individuales presentes en ese
colectivo imaginario denominado cacerolazo conformado por sujetos que como
carne de cañón (no se entrega a ninguna alternativa totalizadora sino a
variopintos intereses mezquinos) pusieron el cuerpo en una danza dionisíaca
donde faltaba lo más interesante de tales expresiones, la joda y en cambio
estallaba al angustia y la amargura.
Cuatro
son mis hipótesis:
1-
La presencia impactante y condicionante de las formas de construcción de
subjetividades propia de los medios de comunicación contemporáneos unidas a la
liquidez de una sociedad que tiende cada vez más a lo hiper consumista y el
aquí y ahora, en un fluir sin profundidades ni densidad hizo que de un tiempo a
esta parte, gran fracción de la discusión (al menos el segmento más ruidoso) se
deslice de las instituciones, del barrio, de la calle, de la unidad básica a
los medios mismos, televisión, redes sociales, twitter. Digo se deslice porque
no quiero ir tan lejos. En otras palabras, sigue habiendo discusión en todas
partes. Pero a la dimensión dura, concreta del mitin y la disputa en el
territorio se añade la mediática con las lógicas y dinámicas que son propias de
las nuevas tecnologías de la información y comunicación.
2-
Estas lógicas y dinámicas más rizomáticas, horizontales, de flujo discontinuo
se contraponen al discurso arborescente, jerárquico, continuo, coherente de una
política sustentada en proyectos de transformaciones estructurales y
simbólicas.
3-
Al final, estas lógicas livianas y discontinuas se diluyen en lo múltiple sin
relación entre sí, ni opción totalizadora, prevaleciendo en definitiva, cuando
hay que hacer valer el mecanismo de elección de representantes, la elección
basada en una toma de posición política más anclada en lo concreto,
estructural, en una dialéctica de lo cercano (la mejora de las condiciones de
vida personal) y lo lejano (la toma de consciencia de la existencia de un
proyecto totalizador articulado con miras en el mediano y en el corto plazo que
resignifique la historia).
4-
La discusión atravesada por las lógicas mediáticas copia la dinámica y
estructura de los medios, donde se salta de un tema a otro, donde no hay
profundidad en el análisis, donde no se jerarquiza, donde no se da sentido a la
cadena. Esto porque en realidad la política en el imaginario de quienes se dan
a la marcha pasa de lo concreto a lo virtual mediático. De aquí que guiados por
estos significados y lógicas subyacentes, manifestantes arreados por diferentes
pastores, con sus propios sentidos, reclamos legítimos o rezongos vayan todos como
eslabones aislados que no logran conformar una cadena, que no logra generar un
sentido unísono que reúna todos esos significantes.
Algunas
muestras empíricas. Recojo de la manifestación los planteos con sustento y no
las puteadas y faltas de respeto, que también las hubo. Una señora decía que
protestaba contra la inseguridad. Otro ciudadano por la no movilidad de su
jubilación. Algunos querían que se hiciera algo para recuperar la Fragata
Libertad. Etc., etc., etc. Bien... ¿Quién no estaría de acuerdo con todo eso?
El
problema es que ninguno de estos ciudadanos podía explicar ni el por qué de lo
que le pasaba ni cómo se resolvía su angustia. Y eso es porque nadie hizo la
tarea de anclar lo particular en un sentido general. Esa es una tarea que debe
llevarse a cabo desde la política. Separando a quienes estaban ahí porque son
golpistas, a quienes fueron para despotricar o porque queda en peligro su
capacidad de distinción, los que fueron por el odio o porque simplemente se
olvidaron de tomar la pastilla, me interesa rescatar la parte más ligada al
funcionamiento de la cosa y analizar cómo es que tales reclamos surgen y se dan
en un fenómeno como el del 8N.
Volviendo
a mis tesis, creo que lo que falta es un significante vacío. Tal como
anticipara más arriba, en el presente artículo tomo como referentes estudios
que tienen en cuenta el desplazamiento del modelo lingüístico de la lengua al
estudio de diferentes problemáticas en diversas esferas siguiendo, para la
elaboración de las categorías conceptuales, la misma perspectiva inaugurada por
Lacan en su crítica y desarme del signo saussuriano y retomadas por Laclau para
el análisis del discurso político.
Me
comprometí en explicar un poco, pido paciencia al lector, si no la tiene puede
abandonar aquí.
El
objetivo, insisto, es dar cuenta de los quiebres en el discurso de los
manifestantes, la falta de un significante vacío y en consecuencia, la poca
fortuna política de tales reclamos hasta que éste no surja.
Lacan
dirá que significante y significado no van de la mano, siendo más importante la
relación entre significantes que entre un significante y un significado como
sostenía Ferdinand de Saussure. La relación entre significantes se denomina
articulación. Articulación rompe con la idea de relación biunívoca presente en
la lingüística saussuriana. La articulación da como resultado la cadena de
significante. El significado en Lacan es el efecto de la relación entre
significantes en la cadena. Es un producto indirecto de la relación
privilegiada de significantes que no poseen un sentido fijo, no están asociados
a un significado determinado.
La
pregunta, entonces, es cómo surge el significado. Lacán introduce el concepto
de “point de caption” para designar a un significante particular que hace de
fijador del significado. Como los distintos significantes en la cadena no
poseen un significado determinado, el “point de caption”, fijador del
desplazamiento de sentido en la cadena, se va desplazando permanentemente a
través de ella para crear un efecto de significación.
La
idea de articulación está ligada a la de hegemonía y es tomada por Laclau para
el estudio del discurso político. Laclau toma el concepto de “point de caption”
lacaniano y lo aplica en sus análisis con el nombre de significante vacío, con
el objeto de dar cuenta de la condición misma de hegemonía. Es la presencia de
este punto nodal, de un significante sin significado lo que permite fijar un
significado o la identidad de los demás elementos de la cadena de
significantes. En otras palabras, es la condición de vacío la que da lugar a la
apertura y el llenado. La lucha por imponer un significante vacío es la disputa
por la hegemonía. La hegemonía es la presencia de un significante vacío que
fija la identidad de los demás elementos y permite una forma particular de
relacionarse entre los mismos.
Para
que surja un significante vacío capaz de fijar significado debe existir
antagonismo, lucha de intereses, enfrentamiento respecto a una posición
negativa. El antagonista es otro significante que impide satisfacer la demanda
de hegemonizar el campo. Es un obstáculo, un rasgo de negatividad que permite
la articulación y equivalencia de los significantes en una cadena que se
enfrenta como alternativa hegemónica. La operación hegemónica consiste en una
lucha por la fijación de significado que es móvil, dinámica y precaria.
Bien,
hasta aquí la soporífera explicación. Volvamos al caso.
Falta
un significante vacío que hegemonice el discurso de quienes estaban allí, en el
8N, en una cadena inconexa de significados y significantes. Este puede deberse
a varios motivos:
-
La incapacidad de los políticos opositores de generar un proyecto.
-
Lo impresentable de algunas propuestas alternativas funcionales a modelos
económicos de corte neoliberal cuya huella en la Argentina más vale dejar para
la historia que revivir en carne propia.
-
Lo informulable de las propuestas de corte golpista y fascista.
Habrá
que ver cómo sigue la cosa, habrá que percibir si alguien recoge el guante,
habrá que espiar si la oposición resuelve este que es su gran dilema: o
enfrenta en las urnas al único proyecto coherente con otro de distinto color o
forma o sigue en esta nada. Habrá que esperar a ver si muchos de los presentes
no termina votando un collage en el que del sobre, en la mesa de recuento de
sufragios, sale un combo de Lila la pitonisa, la izquierda más virulenta, la
todo terreno Patricia y algún colado humorista trasnochado.
En
definitiva, habrá que ver qué queda cuando baje la espuma.
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