Maximiliano
Basilio Cladakis
Es indiscutible que las elecciones
acontecidas en Venezuela han tenido (y tienen) una relevancia internacional
mayúscula. Los medios de comunicación y las fuerzas políticas de varios países han
seguido de manera expectante el proceso electoral de la República Bolivariana.
En la Argentina ,
la expectativa ha sido explícita. Periódicos, radios, cadenas de televisión
abierta y de cable, tanto “opositores” como “oficialistas” han hecho de estas
elecciones un acontecimiento central. Así también, gran parte de las fuerzas políticas
argentinas, han dado su apoyo a uno o a otro candidato. No es para menos, lo
que estaba en juego en las elecciones del 7 de Octubre no era solamente el
destino de Venezuela, sino, sin temor a exagerar, el de toda América Latina.
La alternativa Chávez/Capriles es, pues, una
alternativa que atraviesa a toda la región. Por un lado, Chávez expresa la continuidad
y profundización del proceso de inclusión social, de integración regional y de
soberanía económica y política iniciado hace más de una década. Por otro lado,
Capriles representa el intento de las elites por retornar al poder político y
la reinstauración de las lógicas neoliberales como lógicas hegemónicas a la
hora de comprender la vida en sociedad. Está claro que los procesos que viven
los distintos países en donde han alcanzado el gobierno proyectos
nacional-populares tienen perfiles diferentes, identidades que se arraigan en
sus historias particulares, en las características propias de cada pueblo,
irreductibles unas a otras. Sin embargo, dichos procesos comparten un horizonte
común y sus identidades complementarias sustentadas en sus diferencias, las
cuales, en vez, de impedir la integración regional, la posibilitan y
enriquecen.
En este sentido, la posibilidad de un
triunfo de Capriles que alentaban los medios hegemónicos tanto venezolanos como
de los demás países latinoamericanos, hubiera implicado un avance del establishment por sobre los procesos
transformadores que se están dando en América Latina. Por un lado, hubiera
alentado a las fuerzas de la reacción locales, dándoles un impulso “moral”. Por
otro, la alineación de Venezuela con Estados Unidos, bajo el paradigma del
regreso al Consenso Washington representada tácitamente por Capriles, hubiera
debilitado más que sensiblemente el proyecto de integración regional expresado
en organismos tales como UNASUR y la CELAC.
Sobre todo, teniendo en cuenta, más allá de la importancia
del petróleo, la importancia simbólica que ha tenido la Venezuela de Chávez en
estos últimos años.
El triunfo de Chávez, por tanto, ha sido un
triunfo para las fuerzas populares de América Latina. De ahí las palabras de
nuestra Presidenta, a sólo instantes de saberse el resultado electoral: “Tu victoria también es la nuestra. La de
América del Sur y el Caribe. Fuerza Hugo! Fuerza Venezuela! Fuerza Mercosur y
Unasur!”
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