Por José Antonio Gómez Di Vincenzo
Haciéndose el boludo, mirando para otro lado, evitando
reflexionar acerca de la ignominia propia de la explotación capitalista,
consumiendo, acumulando, liberando tensiones, reduciendo en lo posible el
consumo de psicofármacos, en una orgía individualista, en un sálvese quien
pueda, sin negar los placeres del cuerpo consumidor de bienes que no sirven
para nada, más que para sedar, listos para ir a pisar cabezas en la empresa, en
la jungla de cemento.
Orgía de proposiciones sin sentido en una masa perezosa,
liviana, sin densidad, sin proyectos comunes, cuya única confluencia radica en
el estar viviendo presos de los mismos fetiches, las mismas mentiras. Que
sufren angustia por vivir una vida de sonámbulos.
Conjunto de carnes que decantan sin peso, presos del miedo,
que sólo pueden llenarse si sienten que todo el tiempo se están llenando,
consumiendo. Figuras unidimensionales,
espectros de hombres y mujeres buscando pagar por la salvación lo menos
posible.
Meditar, dejarse llevar, tomar agua mineral, comer yogurt
descremado, ir a defecar todos los días, regularizarse, sentirse liviano,
activos, proactivos. Individuos cosificados en la danza de los objetos, objetos
ellos mismos de trepanación, que paran a meditar para purificarse.
Hacer de cuenta que está todo bien, no confrontar, negar
todo conflicto, pensar que la paz se logra por la mera invocación, que no hay
costos. Valores tan acomodables y negociables que se ajustan a cualquier
necesidad. Desprestigio de la política, burla a la praxis, negación de la vida
humana.
Como decía John: "jai guru de va om, nothing' s gonna
chance my wold" algo así como "gracias maestro divino pero nada de
esto va a cambiar mi mundo".
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