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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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martes, 5 de julio de 2011

Chávez y el odio del establishment

opinión. Agora...a diario 05/07/2011



Maximiliano Basilio Cladakis



   En los últimos años, Chávez se ha convertido en el enemigo público número uno del establishment latinoamericano (conformado tanto por las clases dominantes autóctonas como por el imperialismo norteamericano), desplazando, incluso, a su amigo y mentor Fidel Castro. En este sentido, el  “fantasma del chavismo” ha ido tomando el lugar del “fantasma del comunismo”. No hay más que fijarse en la forma en que Chávez y el proyecto político por él liderado son, actualmente, la vara de medida por la cual se juzga a un gobierno, a un dirigente, o a un movimiento político.

   En efecto, el chavismo es el contraejemplo de lo que un país latinoamericano debe ser. Ir hacia el chavismo es ir hacia el Mal, no hace falta decir nada más; una medida o política que sea definida como “chavista” (como el caso de la Ley de Servicios Audiovisuales por parte de los medios hegemónicos argentinos) es una medida o política que nos acerca un poco más al abismo, a la barbarie, al infierno de un populismo irredimible.

   Chávez fue quien lideró el primer proyecto emancipatorio en la región tras los desastres acontecidos en los años noventa. En esos primeros días, se trataba de una voz disonante en medio del concierto de un neoliberalismo que ya había causado estragos en todos los países en que se había impuesto. Luego vinieron Kirchner, Lula, más adelante Evo, Correa, etc. En cierta medida, podría pensarse al proyecto bolivariano como la punta de lanza de la serie de procesos transformadores que, durante la última década, se han ido consolidando a lo largo y ancho de América Latina.

    El chavismo fue el primero y, quizás, aún hoy, el más radical de estos procesos. El odio hacia Chávez por parte del establischment es el correlato de su importancia tanto dentro de Venezuela como fuera de esta. En el ámbito interno, su gobierno representa el avance de las masas sobre las clases dominantes venezolanas, llevando a cabo transformaciones impensables años atrás. En el ámbito externo, es un punto axial en el proceso de unificación de los pueblos latinoamericanos y de la dirección ideológica de esta. Es esto lo que hace que el anuncio de su enfermedad haya causado el deleite de sectores de la prensa y de la política, tanto venezolanos como de otras nacionalidades. Aún antes de que el propio Chávez anunciara su estado de salud, la prensa norteamericana había lanzado especulaciones sobre un supuesto cáncer de próstata. En un canal de televisión argentino (TN) se utilizaba el anuncio de la enfermedad para deslegitimar el gobierno “personalista” de Chávez. Se habló y se habla de “vacío de poder”, lo que moviliza en el imaginario del establishment una fantasia con la que sueñan desde hace tiempo: la muerte de Chávez.

   Sin embargo, no hay de que asombrarse. Es habitual, entre  el establishment, soñar con la muerte de líderes populares, y, en el caso de que esta acontezca, regodearse. El “viva el cáncer” con respecto a Evita, los incontables intentos de asesinato a Fidel Castro, el caso de Allende, las editoriales de la prensa opositora tras la muerte de Kirchner, lo manifiestan. Cuando los sectores que constituyen lo que en América Latina llamamos establishment ven peligrar sus intereses, odian, y, cuando odian, odian hasta la muerte.

  En este sentido, vale la pena recordar aquello que decía Erich Fromm sobre las tendencias necrófilas de los adherentes al fascismo y al nazismo. Sin lugar a dudas, se podría decir lo mismo de aquellos sectores que conforman lo que en America Latina llamamos “establishment”: se trata de necrófilos, de verdaderos cultores de la muerte.




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