Maximiliano Basilio Cladakis
"El
peronismo es una cáscara vacía, no tiene ideología, ni convicciones, sólo se
trata un de un gigantesco aparato burocrático, político y sindical para
satisfacer ambiciones personales". La frase es una frase típicamente
"gorila"; no caben dudas de ello. La clasificación del peronismo como
una monstruosidad viscosa, carente de racionalidad, de convicciones, de ética,
de marcos teóricos e ideológicos, es una de las formas fundamentales a partir
de las cuales el antiperonismo intenta desacreditar al movimiento político,
social y cultural más importante que ha dado a luz nuestro país en los últimos
sesenta años. El peronismo es una nada evanescente, que oscila según el
momento, para que sus dirigentes se consoliden en el poder y sus adherentes
reciban algún beneficio “clientelar”. Al peronista no le importa nada, sólo
beneficiarse a sí mismo, se trate tanto de un "puntero" (porque los
peronistas no son, según la cosmovisión del antiperonista,
"militantes", sino tan sólo "punteros") como de un
gobernador, o, incluso, de un presidente/a.
Sin embargo,
si bien este tipo de definiciones surgen del "gorilismo", hay que,
reconocer que muchos "peronistas" piensan exactamente lo mismo del
peronismo. No es raro encontrarse con autodenominados "peronistas"
que piensen del peronismo exactamente lo mismo que piensa un
"antiperonista". Precisamente, y poco casualmente, son estos
"peronistas" los que mejor se llevan con los
"antiperonistas". La matriz ideológica-conceptual del antiperonista, aun
cuando algún antiperonista pueda denominarse como "progresista" o
"de izquierda", es una matriz esencialmente conservadora. Del mismo
modo, varios "peronistas" poseen una matriz ideológica-conceptual
igual de conservadora. En efecto, es a estos "peronistas" a los que quieren, aprecian y respetan los
antiperonistas. No es casual, los une el conservadurismo.
Si la
concepción del "peronismo" como "cáscara vacía", es una
concepción netamente "gorila", ella misma es, al mismo tiempo,
reafirmada y sostenida por varios sectores autodenominados como
"peronistas". En este aspecto, cabe destacar la comprensión de la
política como mero consenso, como conciliación, como apertura, siempre y cuando
el consenso, la conciliación y la apertura sean en relación a los intereses de
los grupos dominantes y a los poderes facticos. Hay, pues, un
"peronismo" que piensa la política como mesa de negociación y que, explícitamente,
vitupera la ideologización de la política, e, incluso, la politización de la
sociedad. Al igual que sus pares antiperonistas, estos "peronistas"
subordinan la política a las lógicas comerciales, donde todo es una cuestión de
negociación. Un "peronismo" carente de ideologías, de límites, donde
las tácticas no tienen una estrategia que les otorgue sentido, un
"peronismo” que bien podría decir, como lo ha hecho más de una vez, junto
a Marx (Groucho): "estos son mis principios, si no les gustan, tengo
otros".
Quien
escribe tiene poco más de treinta años, su adolescencia transcurrió durante los
años ´90, donde imperaba este último "peronismo", y pensaba del peronismo
exactamente lo mismo que los antiperonistas y que los "peronistas"
que gobernaban la Argentina. La historia, pues, del peronismo era ocultada,
tanto por los antiperonistas como por los propios "peronistas". Este
"peronismo " fue, pues, uno de los encargados de ocultar al peronismo,
banalizándolo, volviendo a sus fundadores meras estatuas de bronce, manteniendo
en las sombras la gesta heroica de hombres como Cooke, Valle, Arrostito, Walsh,
etc. Esto fue en los ´90, pero también sucede hoy, entre varios sectores del “peronismo”
que claman, a gritos algunos, en voz baja otros, por la conciliación y el
consenso, por la unidad de todos los argentinos, en un abrazo a partir del cual
los oprimidos y explotados se arrodillen frente a sus opresores y explotadores,
a partir del cual las víctimas del terrorismo de Estado se arrodillen frente a
sus torturadores.
En el párrafo
anterior se dijo a palabra "banalización" y precisamente una de las
figuras más banalizadas por este “peronismo” es, ni más ni menos, que la de Eva
Perón, Evita. Si el
"gorilismo" fue quien bastardeó a Evita en vida y la profanó tras su
muerte, el “peronismo” conservador, el “peronismo” moderado, el “peronismo” de
las “buenas formas”, que tan bien se lleva con el anti-peronismo, es quien la
banalizó, quien le robó su identidad, quien la transformó en un fetiche, quien
la convirtió y erigió en lo que ella siempre odió. Evita convertida en dama de beneficencia
es, probablemente, una de las mayores afrentas que pueden cometerse contra su
memoria. En más de una ocasión, la propia Evita dijo que odiaba la beneficencia
y la limosna.
Hablar de “pacificación
nacional”, del fin de los conflictos, de la no disputa con los poderosos, de la
búsqueda del consenso con el establishment, con una imagen de Evita atrás, es
un oxímoron en acto, casi tanto como
celebrar el cumpleaños de Marx en un Mac Donalds. Evita no sólo no comprendía
la política como consenso y negociación, sino que repudiaba profundamente dicha
concepción.
En Evita, por el contrario, la política guarda
un carácter esencialmente agonístico, conflictivo. La historia de la humanidad
es, para ella, de manera semejante a la de Marx, la lucha de los pueblos contra
sus explotadores. Y su concepción de la política se enraíza directamente con esta concepción de
la historia. Evita no es la Gran Dama de Beneficencia, es la luchadora
inclaudicable de los intereses del pueblo contra las oligarquías, contra el imperialismo,
contra el capitalismo incluso. En Mi mensaje, Evita sostiene férreamente:
¡Los imperialismos! A Perón y a nuestro pueblo les ha tocado la
desgracia del imperialismo capitalista. Yo lo he visto de cerca en sus miserias
y en sus crímenes. Se dice defensor de la justicia mientras extiende las garras
de su rapiña sobre los bienes de todos los pueblos sometidos a su omnipotencia.
Se proclama defensor de la libertad mientras va encadenando a todos los pueblos
que de buena o de mala fe tienen que aceptar sus inapelables exigencias.
Anti-imperialista,
anti-oligárquico, jacobino, plebeyo, clasista, el pensamiento y la obra de
Evita son polos antagónicos de aquello que los “peronistas” conservadores
sostienen política e ideológicamente. En su texto Peronismo y liberación nacional, Conrado Eggers Lan sostiene que, si
bien Evita no pertenecía a la Izquierda (el autor pone la mayúscula ya que, con
la palabra “Izquierda”, se refiere a los tradicionales Partido Socialista y
Partido Comunista), sí era de “izquierda” en tanto poseía un carácter
profundamente revolucionario y clasista. Precisamente, hay dos formas de
comprender la política que se corresponden a dos marcos
ideológicos-conceptuales bien diferenciados. Por un lado, la concepción de la
política como conciliación, negociación y consenso que culmina en un posibilismo
que no hace más que perpetuar el orden establecido. Por otro lado, la
concepción de la política como lucha y conflicto con los poderes fácticos para
transformar el mundo en pos de los oprimidos, de los excluidos, de los, en términos
evangélicos, “últimos”. No caben dudas de que la concepción política de Evita
se enmarca en esta última.
En este
sentido, cabe destacar, que, en Evita, al igual que en el Che, se dan como
sentimientos entrecruzados, el amor y el odio. El amor hacia el pueblo, el odio
hacia sus opresores.
Como el viento que no distingue
entre borrar las nubes del cielo y sembrar la desolación en su camino. No
entiendo los términos medios ni las cosas equilibradas. Sólo reconozco dos
palabras como hijas predilectas de mi corazón: el odio y el amor. Nunca sé
cuando odio ni cuando estoy amando, y en este encuentro confuso del odio y del
amor frente a la oligarquía de mi tierra -y frente a todas las oligarquías del
mundo- no he podido encontrar el equilibrio que me reconcilie con las fuerzas
que sirvieron antaño entre nosotros a la raza maldita de los explotadores.
Si un
“peronista” conservador, lee estas líneas, vale aclarar, una vez más, que no
son palabras ni de Lenin ni del Che, sino de Evita. Claro, muchos “peronistas”
conservadores, tienen los mismos sentimientos que Evita, pero puestos en
objetos distintos: el amor hacia las oligarquías y el odio hacia los pueblos
(Digresión: esto se ve claramente cuando sonríen alegremente en alguna reunión
de la Sociedad Rural, al tiempo que vituperan la Asignación Universal por Hijo
o los “Planes Descansar”). Además, como se ve claramente en la frase citada,
Evita no es una “nacionalista” sin más, pues, si bien ama a su patria (nuestra
patria), condena “la raza maldita de los explotadores” de todo el mundo.
Queda claro, entonces,
que el campo de la acción política se divide, para Evita, en dos frentes: por
un lado, el frente de los explotadores; por otro, el de los explotados. Aunque
también están los indiferentes, los cuales son a los que más desprecia. Una
cita más para despejar dudas:
Los tibios, los indiferentes, las reservas mentales, los peronistas a
medias, me dan asco. Me repugnan porque no tienen olor ni sabor. Frente al
avance permanente e inexorable del día maravilloso de los pueblos también los
hombres se dividen en los tres campos eternos del odio, de la indiferencia y
del amor. Hay fanáticos del pueblo. Hay enemigos del pueblo. Y hay
indiferentes. Estos pertenecen a la clase de hombre que Dante señaló ya en las
puertas del infierno. Nunca se juegan por nada. Son como "los ángeles que
no fueron ni fieles ni rebeldes.
¿Dónde quedan,
entonces, los que, en nombre de Perón y Evita, piden mesura, poner fin a los conflictos, dejar de generar
antagonismos entre los argentinos, etc.? ¿Se trata de un problema de exégesis?
Esto último parece difícil ya que las palabras de Evita son bastante claras.
Muy probablemente, estos “peronistas”, tan elogiados por los antiperonistas, sean
los herederos directos de aquellos que, hace más de sesenta años, denunciaba
Evita: los oligarcas que se escondían dentro del peronismo y que eran (y son) el principal
enemigo del movimiento. Son estos peronistas los que vuelven al peronismo una
“cáscara vacía”, no solamente vaciándolo de su contenido trastocador del orden
establecido, sino otorgándole un contenido contrapuesto al defendido por Evita.
Porque, si bien hablan en contra de la “ideología”, estos “peronistas”
conservadores, tienen una ideología: la de defender los intereses de las
corporaciones, los de los poderes fácticos y los de las clases dominantes. La
no ideología es una ideología, una de las más férreas y conservadoras; tal vez,
la más dogmática de todas ellas.
Evita decía
que “el peronismo será revolucionario o no será nada”. Precisamente, el
objetivo del “peronismo” conservador, oligárquico, (que, para Evita, no era “peronismo”)
es realizar el segundo término de la disyunción; es decir, que el peronismo no
sea nada., o sea, una cáscara vacía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario