Maximiliano
Basilio Cladakis
Sólo silencio. Toda palabra es banal. Este
escrito es banal. Frente a lo indecible, el lenguaje se vuelve superfluo. Tres
palabras: “Chávez ha muerto”. Tres palabras, tres míseras palabras, que no
alcanzan. La muerte es un absoluto inabordable. La muerte quiebra al lenguaje.
El que se va, no tiene más palabras, el que sufre la pérdida tampoco. La
política está atravesada por el lenguaje y la muerte de Chávez es un
acontecimiento político. Pero es más que eso. Quien escribe veía en Chávez no
sólo un líder político, sino también un modelo, un amigo, un compañero, un
familiar. Este escrito no es un escrito político, eso vendrá después. Este
escrito no tiene ninguna intención, no significa nada. Este es el momento del
luto. El desamparo atraviesa la carne, el dolor se vuelve un aguijón que se
hunde en las cavidades más profundas del espíritu. La muerte no es algo
natural. La muerte desnaturaliza todo. La muerte acontece y desrealiza todo
aquello que era nuestra realidad. Se quiebra el espacio y el tiempo. Hay
nihilismo y el nihilismo es indescriptible.
Está claro que continuaremos la senda que nos legó, porque él nos dio
una luz en medio de la oscuridad que jamás se apagará, porque él nos enseñó un
camino en medio del desierto y seguiremos ese camino cueste lo que cueste y
porque, fundamentalmente, “todos somos Chávez”. Pero hoy Chávez no está, ni lo estará jamás. “Chávez
ha muerto” y, en este momento, todo consuelo es hipócrita, como lo son todas
las palabras. “Chávez ha muerto”, una verdad seca, tajante, que dice todo y no
dice nada. “Chávez ha muerto” y sólo nos quedan el dolor, la rabia, el anonadamiento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario