Por
José Antonio Gómez Di Vincenzo
La
orgía estaba a pleno. Lo personajes en la escena vibraban en todo su esplendor.
Una mujer babeaba cuando afirmaba que Chávez no volvería vivo a Venezuela. Invocaba
las matemáticas. Habría un porcentaje muy alto de posibilidades de que muera.
Se apoyaba en la ciencia y sostenía que los facultativos especializados en
tratamientos oncológicos aseguran que la parada del comandante está definida. Escena
triunfal, escena mediática argentina. La apuesta: que el líder venezolano no
pueda asumir el cargo bien ganado democráticamente para que se llame a
elecciones y la derecha diera su paso. La hipótesis: que quien lo suceda no
pueda acumular los votos que lo lleven a la presidencia. Lo que subyace: que Chávez
encarna la totalidad de la Revolución Bolivariana.
Periodismo
pacato a la hora de interpelar la realidad, audaz al momento de conjeturar. Al
pasar de la muerte del líder al cómo se desenvolvería la historia tras el
triste y tráfico suceso se pasa a estar más cerca de la pitonisa berreta que
del análisis del juego de las variables históricas.
Los
oráculos jugaban un rol fundamental en el mundo antiguo. Ponían en contacto a
los dioses con los mortales. En sí mismo el oráculo es, al mismo tiempo, el mensaje
y el lugar donde el mensaje se da. Las consultas podían recorrer variopintas
temáticas pero casi siempre se acudía al oráculo a preguntar por lo que
sucederá.
El
mensaje habla de lo que ocurrirá y es voluntad de los dioses que suceda. Dioses
curiosos: intervienen en la historia de los hombres aún estando en otro plano.
Dioses caprichosos: digitan sucesos operando en la contingencia y el
inmediatismo.
¿De
qué fuente puede devenir la adivinación? Saber todo lo que pasará implica el
dominio de todas las posibilidades, la renuncia a que algo ocurra desde el
momento de la adivinación que pueda interferir en el desarrollo histórico tal
como se lee. Desde el momento de la predicción en adelante, la historia deviene
teleológica. Su propósito es desenvolverse hacia el fin, el evento que se
adivina. El oráculo expresaría la voluntad de una divinidad que está por fuera
de la historia, que puede verla en su totalidad pero asentándose en la idea de
que los hombres son como títeres, no son libres para transformar lo dado.
Todo
esto se extiende demasiado, el escriba es consciente de ello; apela a la
paciencia del lector, lo sabe interesado en el tema, lo reconoce cómplice o al
menos, eso pretende. El propósito es mostrar que lo que subyace tras las
aspiraciones de un Chávez muerto por parte de la derecha es una metafísica de
la historia muy específica. Este epistemólogo devenido cronista por accidente cree
que también en el terreno de los significados hay un campo de batalla político y
desarmar la cosmovisión hegemónica es una forma de contra hegemonía.
Volvamos
pues a nuestra pitonisa periodística mediática recubierta de estadística y
ciencia. Ella expresa un deseo como una anticipación. Ella no consulta
oráculos. Su lógica opera en el análisis como funcional a sus deseos creando, en
el imaginario, un escenario acorde a los intereses que ella misma incorpora,
hace carne, desde su posicionamiento ideológico. Aún así, hay allí, un
presupuesto acerca del carácter de la historia. El barniz científico no logra
ocultar toda la pasión y el deseo que se oculta en el decir y que tiene que ver
con el odio, el rencor y una cierta dosis de impotencia y frustración que es
propia de la derecha frente a los transformadores de la historia. La matemática
y el mecanicismo devienen telos, fin y no logran despegarse de la adivinación y
el mito.
El
presupuesto subterráneo podría expresarse tomando prestado un dicho popular en
cuya sintaxis subyace también una mirada muy particular de la historia: “muerto
el perro se acabó la rabia”.
Sabido
es que una vez muerto el can, la rabia que se acaba es la que aqueja al perro
muerto, mas no la rabia. La rabia trasciende al bicho. Muchos individuos del
colectivo están rabiosos. Para que la rabia con mayúscula desaparezca hay que
matar a todos los perros.
Aquí,
en Argentina, hace tan sólo unas pocas décadas, la metafísica de la historia
que se esconde tras la proposición que vincula perros y rabia intentó
desaparecer, eliminar, matar, a todos los rabiosos. Pero la rabia persistió, se
resignificó, evolucionó y hoy se encuentra viva en miles de sujetos que creen
que desde la política, con la fuerza de las instituciones y la racionalidad, pueden
hacerse realidad sus sueños de un mundo mejor y más justo.
Ilusa
idea la de que con la muerte de Chávez se abren posibilidades para la derecha.
La historia nunca está escrita, es verdad. Es pura contingencia. Pero también
hay un telos, un fin. Ese fin está puesto por quienes encarnan el, para toda
derecha, rabioso proyecto de igualdad para los hombres, de liberación y de
transformación del mundo. La historia no la hace un solo hombre, la hacen los
pueblos. Los líderes son importantes porque prestan el cuerpo para que la idea,
el proyecto, su forma de desenvolvimiento, la estrategia, cobre vida corpórea
concreta, para que sea retomada y resignificada, tratada y actualizada por
otros hombres.
Aún
con su muerte, el comandante Chávez es eterno. La inmortalidad que cubrirá su
nombre es la de un proyecto que vive como la rabia contaminando toda América
Latina. San Martín, Bolívar, Kirchner hombres que incorporaron ese espíritu.
Hegeliano, lo sé. Pero de un modo particular de ser hegeliano.
Estos
sujetos individuales que incorporan el espíritu son responsables de llevar
adelante desde lo particular una historia construida desde la voluntad general
universal. Pero una voluntad basada todo el tiempo en el análisis de la
situación particular y concreta de la formación social-económica para que el
deseo de transformar el mundo actúe como motor de la política de lo posible, de
la estrategia de cambio con la fuerza de las instituciones. Subjetividad puesta
al servicio de los cambios objetivos que llevan a fines objetivos.
No
hay oráculos ni ciencia capaz de predecir lo que sucederá. Todo está siempre
por hacerse. Se hace camino al andar. Derechosa idea la de poner todo en
términos individuales, la de creer que uno sólo por sí mismo puede hacer la
historia.
Mal
que le pese a esa derecha ramplona, la muerte de un líder no es la muerte de un
proyecto porque el líder no es el proyecto. La Revolución Bolivariana vive
porque su espíritu es insuflado por un pueblo desde lo concreto.
Y
el dualismo juega aquí el rol de la metáfora. Porque en realidad no hay ni un
espíritu ni una cosa concreta separada de él que lo incorpore sino un sentir de
los múltiples cuerpos que buscan la liberación y que vibrarán siempre en la
misma frecuencia que los líderes democráticos que encarnan ese proyecto
transformador y liberador.
1 comentario:
Interesante coincidencia, ..."un sentir de los múltiples cuerpos que buscan la liberación y que vibrarán siempre en la misma frecuencia que los líderes democráticos que encarnan ese proyecto transformador y liberador."
Un entorno tan vasto y, sin embargo no hay lazos, o relaciones que hagan pensar que el cuerpo no está solo. Tal vez la compañía sea una convención creada por el hombre para determinar que, si no se está con otro; un otro conocido previamente, se está solo.
En este lugar, la vastedad, lo abrumador de los sonidos, de los colores, de los matices, de los sentimientos, hace que sea imposible captar todo; sobre todo, por sobre todo, para quien su estado, no incentiva los sentidos, mucho menos los sentimientos; sino que los obstruye, los anula.
El cuerpo sigue su marcha y se comienza a percibir algo que lo rodea, lo toca, lo envuelve, lo hace parte de algo; aunque imposible es determinar de que lo hace parte; pero se percibe que el entorno es otro, lo envuelve y lo hace parte, lo protege y lo hace parte, lo llora y lo hace parte, lo canta y lo hace parte, lo funde , y ya es parte.
El cuerpo dejó de serlo, para transformarse en persona, en otro estado, pero persona.
Sigue la marcha, lenta marcha, triste marcha, roja y humanizante marcha, pero él ya es parte del todo, ya no está solo, ahora es cautivo, felizmente cautivo de un todo, ya no estará solo y, aunque no conozca a nadie; sabe que conoce a todos, porque ahora todos son él.
Ya no está muerto, ahora es cautivo de la historia y de su pueblo.
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