Andrés Pizarro
En lugares donde
sobrevive cierta honestidad intelectual, los años ochenta son conocidos como la
“década perdida” para América Latina. Así la denominó la propia CEPAL. Y las
razones son poderosas: el producto interno bruto de la región se contrajo en
0.6%, a la vez que el desempleo y la pobreza alcanzaron niveles inusitados.
Los ochentas
marcaron la consolidación del cambio del patrón de acumulación económica. En
efecto, las cuatro décadas de keynesianismo y de sustitución de importaciones,
que fueron el consenso global entre 1930 y 1975, habían terminado. La
revolución pinochetista-reaganiana-thatcheriana y de Martinez de Hoz, ponía en
práctica la obsesión ideológica de Hayek y Friedmann. El neoliberalismo se
imponía en Inglaterra y EEUU con la excusa de la crisis petrolera, y en América
Latina por medio de la doctrina del shock de la mano de las dictaduras
cívico-militares. No había derechos humanos o instituciones que valieran. Sólo
la visión mesiánica de la pureza del mercado y de la abolición del estatismo
sospechoso importaba.
Los difíciles
comienzos de la restructuración económica latinoamericana, estuvieron signados por la crisis de la deuda y la
dependencia de los organismos multilaterales, y sobre todo del FMI. Acompañando
“tecnocráticamente” la doctrina del shock, el FMI imponía drásticos ajustes
fiscales a cambio de auxilio presupuestario, abultando aun más la deuda que
tendrían que soportar únicamente los salarios. El resultado fue la década
perdida.
Treinta años
después, la crisis del capitalismo, que sólo los ciegos y sordos creen que es
únicamente financiera, no le da tregua a Europa. Los gurúes económicos europeos
dejaron de ser keynesianos desde que se creó la Unión Europea, y junto con el
FMI recetaron a Grecia, España y Portugal, la misma receta inmutable del
simplismo neoliberal que aplicaron a América Latina antaño.
Los
resultados de la cocina del FMI, se comenzaron a ver rápidamente en las calles
de Madrid y Atenas, como siempre la respuesta del establishment, defensor del
capital, fue la represión. Lógicamente, la brutalidad policial europea aun no
llega a los extremos de nuestras dictaduras criollas, porque la
institucionalidad democrática de la mayoría de esos países es fuerte. Sin embargo, la gobernabilidad en Grecia está
en jaque y Rajoy en muchas dificultades. Pero era de esperar: pueblos en
democracia suelen defenderse ante los embates injustos contra sus derechos, y
las recetas de los tecnócratas del FMI son brutales. Reducciones de salarios
del sector público, reducciones de jubilaciones, eliminación de subsidios,
desmantelamiento prácticamente del sistema de salud; en resumen destrucción del estado de
bienestar creado por el keynesianismo de postguerra, y que permeó a toda
Europa.
Las
consecuencias han sido salvajes y dolorosas. Muchos europeos se sienten
acorralados entre la espada de la emigración y la pared del suicido.
Los
sacrificios han sido a cambio de nada. El FMI y la UE han enviado considerables
cantidades de fondos para “salvar” las
economías en crisis.
Lamentablemente, para ellos la economía son los bancos y no las
personas. En EEUU, se cree que los montos que Obama ha dado a los bancos,
llegan a ser dos veces el PIB nacional, aunque éstas son sólo estimaciones. İDos
veces el PBI de EEUU a una veintena de bancos! ¿Y para qué? La crisis está cada
vez peor. En Europa, se hizo lo mismo, con la urgencia e intransigencia de
Merkel y Sarkozy, porque la mayoría de los acreedores del sur son bancos
alemanes y franceses.
Así las
cosas, mientras vemos desarrollarse tragedias individuales en el sur de
Europa, el sueño de Adenauer y De Gaulle
se desvanece. Los ideólogos del simplismo económico y de la avaricia de la
especulación financiera, la creación del dinero por el dinero, son incapaces de
encontrar una solución a la crisis. ¿Cómo van a resolver algo que no entienden?
Entenderla sería cuestionar su propia existencia.
En esas
estábamos, cuando el economista en jefe del FMI, Olivier Blanchard, y Richard
Leigh, publican un informe institucional dónde nos indican que midieron la incidencia de los recortes fiscales
y aumentos de impuestos, aplicados en 26 países europeos desde el 2010-
receta central del FMI. ¿Cuál fue el resultado de su informe? Reconocen que cometieron
un error. Habían
pronosticado que un recorte de un euro en ajustes fiscales iba a generar
una reducción en el producto bruto de 0.50 euros. La caída real fue de 1.5 euro
İ3 veces más! Además, la consecuencia ha sido que ni siquiera se cumplió el
objetivo más básico de las políticas de austeridad, a saber bajar
la deuda externa. Se estima que el déficit fiscal de España de 2012, podría ser
mayor al del 2011. La espiral multiplicadora regresiva, llevó a que la
proporción deuda externa/producto bruto empeore.
Lo que para nosotros es un horror, para ellos
es un error. Un simple error matemático.
Y después le dan lecciones al INDEC ¿con qué
autoridad moral?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario