Maximiliano Basilio Cladakis
El anuncio de la recuperación del control estratégico de YPF por parte del Estado Nacional supone un hito en la constitución del proyecto político iniciado en la Argentina en 2003. Como señala Mario Wainfield en el artículo “Banderas históricas y sintonía fina”, la decisión tomada por el Poder Ejecutivo se enraíza estrechamente con una de las banderas históricas del ideario nacional-popular. En efecto, la cuestión acerca del control de los recursos naturales en general, y del petróleo en particular, atraviesa los ejes simbólicos, políticos y económicos del siglo XX y de esta primera década del siglo XXI. De Yrigoyen a Perón, llegando en sentido antagónico al mismo Menem, las políticas con respecto a YPF han sido terrenos de definición en la consolidación de las identidades políticas, o bien, nacional-populares, o bien, liberal-conservadoras.
Desde sus orígenes, la irrupción del kirchnerismo como fuerza política a nivel nacional, ha significado una nueva emergencia de la identidad nacional-popular. En estos nueve años, el kirchnerismo se ha ido definiendo a sí mismo a partir de una serie de actos políticos donde se entrecruzan ejes tales como la reparación y ampliación de derechos, la unidad e integración regional, la defensa de la soberanía territorial, etc. Precisamente, se trata de ejes que se vinculan dialécticamente en el entramado profundo del ideario nacional-popular. En este sentido, el kirchnerismo ha avanzado paulatinamente en la desestructuración del proyecto liberal-conservador, instalado por la Dictadura cívico-militar y luego consolidado por el menemismo durante la década de los ´90, al tiempo que, paso a paso, se ha encargado de articular un proyecto inclusivo e integrador, enraizado explícitamente en la tradición política contraria.
Desde este marco, la definición de los recursos energéticos como un bien de interés público supone un avance fundamental en ese camino. Si bien algunos pueden alegar que la decisión del Poder Ejecutivo se encuentra motivada por el mal manejo realizado por Repsol más que por una cuestión “ideológica”, no hay que olvidar (todo marxista lo sabe, o al menos debería saberlo) que la Historia se encuentra constituida por un entramado complejo en donde la contingencia se liga con lo necesario. Ideología, contingencia y necesidad se unifican en la praxis, y, en este sentido, la renacionalización del control de YPF constituye una afirmación innegable de la identidad nacional-popular. La soberanía es uno de los ejes centrales de esta identidad política. Precisamente, quebrar con las lógicas neoliberales que hacían del petróleo un commodite más, cuya función esencial era acrecentar la rentabilidad de empresas multinacionales, significa reafirmar la soberanía de un pueblo sobre sus recursos estratégicos.
Cuando la Presidenta comenzó a hablar de “sintonía fina”, varios periodistas y varios dirigentes políticos y sindicales, anunciaron el inicio de una etapa de ajuste e, incluso, un giro a la derecha por parte del Gobierno. Sin embargo, el anuncio sobre YPF, sumado a la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, a la implementación del Estatuto del Peón de Campo y a la Ley sobre la Extranjerización de la Tierra, son claras muestras de que la “sintonía fina” y la “profundización del modelo” no son pares antagónicos, sino que, muy por el contrario, se trata de pares complementarios.
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