Por José Antonio Gómez Di Vincenzo
El resultado de las PASO ha dejado claro el peso de la política densa por sobre la virtual. Más allá de todo tipo de considerando acerca las iniciativas y concreciones del Gobierno Nacional (como en otros casos regionales, habría una sábana de críticas por hacer pero también, aplausos y elogios para reconocer ciertos logros), la cosecha de votos conseguidos en su apoyo dan cuenta de que un amplio espectro de ciudadanos prefieren el discurso que, desde lo concreto, se eleva al plano de las formulaciones abstractas, pero siempre para cambiarle la vida a la gente, implementando acciones verdaderamente transformadoras (ley de medios, tema jubilatorio, asignación universal, etc.) a la construcción mediática que más que proponer una estrategia trastocadora de lo dado o bien destila rencores y odios, o bien desglosa un rosario de consignas impracticables, o bien se esgrime como una política orientadora hacia un futuro ideal, en el que no es posible detectar más que lo mismo y un poco riguroso análisis de la coyuntura global, regional y local. Y creo que lo prefieren porque notan que, efectivamente, algo ha cambiado en sus vidas, en las de sus vecinos y en la Argentina. El Frente para la Victoria es, a mi juicio, uno de los poquísimos espacios políticos (si no el único, habría que discutirlo más detalladamente) que han sabido desplegar una política densa.
Pero antes de proseguir, es preciso ahondar en las categorías expuestas en el título de esta nota para que el lector comprenda el alcance de la proposición con la que empezara este desarrollo. En rigor, defino la política densa como una política anclada en lo concreto, que se construye sobre el barro de la historia, busca transformar, lenta pero insistentemente, los condicionamientos materiales y las percepciones y sentimientos que afloran en el nivel de las ideas. Es una política que vuelve a reclamar la profundidad y el alcance del sentido mismo de la palabra. Es esa que se hace en el Poder Ejecutivo pero también, en los parlamentos y en los barrios, para ir, por poner un ejemplo concreto, redefiniendo los lazos sociales destruidos por el neoliberalismo, con las metas puestas allá lejos y sabiendo que cuestiones coyunturales, como por ejemplo, la famosa “inseguridad” no responden a la falta de leyes fuertes o acciones del Estado sino a la pauperización y deshumanización a las que nos sometieron el capitalismo y el neoliberalismo.
A diferencia de ésta, llamo política virtual, a esa suerte de ficción o construcción que se realiza para ser puesta en escena en programas de televisión, radio o en las redes sociales y páginas de internet. Política transparente, liviana, no confrontativa, que anula los conflictos y contradicciones y procura llegar al ciudadano por su costado más superficial, menos racional, más ligado a su rol de autómata que de transformador de lo dado. Y mientras pienso en ello, vienen a mí las imágenes de los spot publicitarios con que algunos de aquellos que hicieron sapo en la tabla de guarismos el domingo pasado, pretendían instalarse como alternativa. La política virtual no busca cambiar nada, sólo obtener el poder; el poder por el poder en sí, como instrumento para el logro de fines muy mezquinos. Igualmente, la política densa busca poder, por qué negarlo. Pero existe una diferencia: es el poder necesario para confrontar y transformar las circunstancias, es un poder que se construye desde acciones colectivas o desde ciertos espacios buscando convencer al colectivo.
Instalar el personaje es diferente de instalar una idea que surge de una posición clara dentro del esquema de poder y que responde a la necesidad de cambiar las condiciones materiales para ir cortando el espiral reproductivo y profundizador de las diferencias sociales que se instaló en el país desde antes de la dictadura militar del 70. Quedó claro el domingo pasado: cuando no hay política que llega materialmente a los ciudadanos, del pelaje que sea dicha política, la cosecha de votos sólo llega de parte de adherentes fieles al amo, de la derecha autóctona más rancia también fiel a sus amos y reconocedora de sus títeres o de parte de resentidos electores que odian a la presidenta vaya a saber por qué motivo y otros que vía asociaciones de ideas con escasa ilación se instalan más cerca de lo desopilante que de una construcción de elección responsable. Minorías recalcitrantes habrá siempre, en estas pampas como en las más antiguas democracias. Alambradas no hacen daño. Gente que piensa que la política es un robo también y que de nada sirve pensar antes de ir a votar porque votando se puede cambiar lo dado, por suerte cada vez menos. Dicho sea de paso, el resurgimiento de la militancia juvenil y el nacimiento de agrupaciones políticas variopintas no debe llamar la atención si uno comienza a tener presente que dichos fenómenos van de la mano del resurgimiento de la política concreta a partir de los últimos años.
Entonces, como decía, la política virtual sin apoyo en lo concreto no remonta vuelo. No gana elecciones. Y si las gana, no transforma nada. Es más proclive a reproducir ciertas condiciones funcionales al poder económico. Y cuando hablo de apoyo en lo concreto no hago referencia sólo al trabajo en el territorio sino también al planteo y la concreción de transformaciones a nivel macro, desde estrategias que apuntan a la defensa de un proyecto nacional que toca intereses y es capaz de hacerle frente a las corporaciones. Lamentablemente, a veces, desde algunos espacios que vuelan bajo, la política se ha interpretado sólo como dádiva, como reparto de vituallas, no como el esfuerzo de la militancia por cambiarles las condiciones de vida a los semejantes en su totalidad como seres humanos dignificando su condición de trabajadores. Fenómeno de los 90 es la diferenciación entre una política marketinera de la gestión para los eventuales ganadores del sistema y los que aún colgados se mantenían dentro de los espacios de consumo abyecto y morboso y una política de la dádiva para paliar (por un muy corto plazo y con muy poco alcance, puesto que no se planteaba como planes sociales para incluir y brindar herramientas para salir adelante) la miseria de aquellos que se caían del cuadro porque el sistema los dejaba afuera. Ganado dentro del shopping, ganado para arriar a los actos, nunca seres humanos libres capaces de ser incluidos en la economía y en el proyecto.
El panorama actual muestra que algunas cosas están cambiando. A pesar de ello, algunas preocupaciones asechan a este cronista desde los más oscuros rincones de su mente rumiante. Porque el triunfo de la política densa y concreta debe sostenerse con más profundas y mayores transformaciones y porque frente a quienes buscan la igualdad se encuentra un poder resistente a los cambios, un poder que además de intereses económicos en sectores productivos cuenta aún con las corporaciones mediáticas; esas que instalaron a muchos de los personajes que compitieron el domingo pasado y que buscarán volver al ruedo en octubre. Pero también, las mismas que, yendo a tocar la fibra más elemental del ciudadano lograron imponer a papanatas y mercachifles, tanto en Santa Fe y como en la CABA. ¿Qué tan transformadora será la política densa del Gobierno Nacional como para ir logrando una transformación material que neutralice los efectos mediáticos y la resonancia de ideologías neoliberales? ¿Será así, se podrá neutralizar el efecto mediático? Es una pregunta que queda picando. Una respuesta negativa derribaría el supuesto que sostiene tanto a la primera afirmación de esta nota como a la nota misma. Y entonces, la política densa no sería más que la nostalgia de un pasado feliz en la mente de algunos que todavía creemos que podemos ir hacia un mundo igualitario y no esa nefasta postal de las distopías o utopías negativas.
Por otra parte, un tema más. El lector atento notará que el artículo se plantea desde las más austeras generalidades. Me pregunto: ¿Por qué el ciudadano de la CABA (no ese que materialmente e ideológicamente se alinea automáticamente con el Pro sino el trabajador del suburbio sureño, por poner un ejemplo) votó al personaje liviano e insulso en su territorio y al denso para la Presidencia de la Nación? ¿Es que de parte de todos los votantes tenemos el mismo nivel de percepción del carácter denso y virtual de las propuestas de los candidatos o algunos ciudadanos responden sólo a estímulos de orden económico u otro tipo, y con su voto a los oficialismos entienden que puede quedar todo como está? Porque en honor a la verdad y en rigor, la política densa se mostró capaz de conseguir adhesiones masivas favorables sólo en las PASO siendo preciso recordar que hace apenas poco tiempo en la CABA y en Santa Fe ganaron u obtuvieron buenos resultados los personajes livianos, el oficialismo local. Un dato más para complejizar las cosas. En San Luis, la única provincia donde el Frente por la Victoria no triunfó, la gente prefirió a Alberto Rodríguez Saá, uno de los políticos que menos presencia tuvo en los medios durante la campaña electoral. ¿Es Rodríguez Saá un exponente de la política densa? Puede ser. Porque faltó aclarar que cuando hablamos de política densa versus política virtual no se está haciendo una distinción que apunte a qué lugar del espectro ideológico ocupa cada agrupación, partido, frente o propuesta. En efecto, puede haber política densa de izquierda o de derecha, progresista o no, liberal o conservadora. Y si hubiese habido una política densa de derecha representada en los candidatos que se presentaron el domingo tal vez las cosas hubiesen sido diferentes el fin de semana pasado. Porque lo cierto es que de un tiempo a esta parte la derecha en la Argentina no cuenta con representantes que esgriman un discurso denso con alcance concreto. Tal vez porque después de los 90 y de la crisis del 2001, no puedan ir de frente y decir cuáles serían los cambios que propugnan en el nivel de lo real y entonces, no les quede otra que presentarse como una ficción, esgrimiendo slogans vacíos.
Por demás y yendo a la cuestión de los medios específicamente:
¿Cuánto daño pueden hacer los medios de comunicación y en general las nuevas tecnologías de la información y comunicación a una construcción de opinión autónoma, libre, crítica? ¿Pueden hacer ganar elecciones a ciertos candidatos o sólo darles entidad, instalarlos sin más?
Entiendo que hasta ahora no han logrado mucho. Pero el filósofo y el científico social saben que no pueden quedarse con las primeras impresiones. Sabido es, desde los aportes de grandes intelectuales del 70, que los medios pueden influir en las tomas de posición y pueden hacerlo de diversas formas. Por mi parte, creo que el tema debe retomarse habida cuenta de que los medios de hoy, no son los de aquella época, las estructuras que los sustentan son diferentes y el capitalismo mismo se ha reformulado.
A partir de lo expuesto propongo dos niveles de análisis: uno superficial, que apunta al mensaje en sí, a su contenido; otro, profundo, que apunta a la forma mediante la cual el mensaje es emitido. Hay que ponderar la manera en que los medios y las nuevas tecnologías actúan sobre las subjetividades. Pero ese trabajo demanda tiempo y un espacio que excede los límites de esta nota. Sólo puedo conjeturar y decir que en el nivel más superficial, el medio no puede lograr que un discurso vacío adquiera vuelo. Me parece que el daño se nota cuando vamos a lo profundo, cuando comenzamos a ponderar ciertas formas de construcción de sentido y subjetividades. Habrá que estudiarlo.
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