Ágoraa diario la arena política

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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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viernes, 18 de marzo de 2016

Entre el pasado y el presente

opinión. Agora...a diario 19/03/2016

Maximiliano Basilio Cladakis
   El filósofo Walter Benjamin decía que la lucha por el presente es, también, una lucha por el pasado. La frase puede invertirse: la lucha por el pasado es, también, una lucha por el presente. La historia, pues, se encuentra constituida por núcleos agonales, por conflictos, por visiones del mundo contrapuestas. En cada uno de esos núcleos se pone en juego, igualitariamente, el presente, el pasado y el futuro. La historia se decide en un complejo entramado de disputas donde las tres dimensiones temporales se configuran como una totalidad y no como una mera sucesión cronológica en la que cada elemento puede ser considerado de manera aislada el uno del otro.

   A días de la conmemoración por los cuarenta años del golpe cívico-militar que dio inicio a la dictadura más sangrienta que vejó a nuestro país, la disputa se hace extremadamente patente, es cotidianidad, es carne. En verdad, siempre ha sido así. El 24 de marzo nos coloca, en tanto fecha conmemorativa, frente a nosotros mismos como herederos y hacedores de la historia argentina. Sin embargo, los giros, los cambios, reabren la conmemoración sobre un horizonte distinto al de los últimos años, casi podría decirse que se trata de un horizonte epocal radicalmente opuesto.

   No se trata de hablar con eufemismos. La inminente llegada al gobierno de un partido de ultraderecha como lo es la Alianza Cambiemos significa repensar el 24 de marzo de 1976  desde un suelo, desde una perspectiva diferente a la que se venía haciendo durante los últimos doce años. La correlación “pasado-presente” hace imposible no pensar en un “retorno”. Obviamente no se trata de banalizar el inicio del genocidio comparándolo con el nuevo gobierno. La elección que definió que Mauricio Macri sea el presidente de todos los argentinos fue por medios absolutamente democráticos, tampoco hay centros clandestinos de detención, no hay una sistematización política de desapariciones, ni se cerró o clausuró el Congreso. Hacer esta aclaración es fundamental. La tragedia no se debe confundir con la farsa.

   Sin embargo, en la farsa emergen gestos, símbolos, lenguajes, acciones que nos retrotraen ineludiblemente a la tragedia. Ejemplos sobran: despidos masivos, represión, censura velada (a veces no tan velada), presos políticos, demonización de posiciones políticas e ideológicas, transferencia de ingresos de los sectores más vulnerables de la población a los sectores concentrados de la riqueza. También están las frases, como las del Ministro de Cultura porteño Darío Loperfido y su negación de los treinta mil desaparecidos. Todo esto, sin lugar a dudas, dice mucho.

   El golpe de Estado de 1976 fue llevado a cabo por un bloque económico-político para imponer un sistema socio-cultural determinado. El proyecto político representado por Cambiemos es una reconstitución de dicho bloque y de su objetivo de instauración sistémica. La dictadura hablaba de “reorganización”, el actual gobierno de “normalización”. Si bien se trata de palabras muy distintas, el plexo semántico en el que se articulan, desde el discurso reorganizador-normalizador, las vuelve prácticamente sinónimos: se trata de imponer “orden” en el país, es decir, se trata de imponer un orden social determinado, de reconfigurar la Argentina a partir de los intereses de las clases dominantes nacionales y transnacionales. La Carta Abierta a las Juntas Militares de Rodolfo Walsh expresa claramente las finalidades económicas del golpe como así también predice sus consecuencias, predicción que la historia nos ha demostrada como totalmente acertadas. La eliminación de retenciones, el ignominoso pago a los fondos buitres, la disolución de miles de puestos de trabajo, el inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento externo, la liberación de las importaciones y la consecuente destrucción de la economía nacional son señales claras acerca del paralelismo entre la finalidad del nuevo gobierno  y las de aquel del cual Martinez de Hoz fue uno de sus principales agentes intelectuales.

   Este 24 de marzo, por lo tanto, nos convoca, nos interpela frente a un escenario nuevo y, como ya dijimos, muy distintos al de los últimos doce años. Lenguajes y gestos de esos años de plomo que, muy probablemente por ingenuidad, algunos creíamos superados-eliminados vuelven a estar presentes en las actuales políticas de Estado. Además se podría agregar el hecho de que, justamente en esa fecha, el presidente de Estados Unidos,  Nación que fue una de las principales propiciadoras de la Dictadura, va a encontrarse visitando nuestro país.


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