Maximiliano Basilio Cladakis
La derecha es racional. Las flamígeras políticas llevadas a cabo, desde
el 10 de diciembre de 2015, por el Gobierno de Mauricio Macri, lo demuestran
claramente. No se trata de medidas aisladas. Por el contrario, cada una de
ellas encuentra su sentido en la totalidad del proyecto político que ha llegada
a la conducción del Estado. La megadevaluación, la quita de retenciones, la intervención
y posterior abolición de la AFSCA, la represión a los trabajadores de Cresta
Roja, los camiones hidrantes, los despidos masivos, los discursos
intervencionistas dirigidos contra Venezuela, la Cumbre de Davos, cada una de
estas acciones se entrelazan racionalmente en una visión del mundo que se ha
tornado una praxis totalizadora desde el poder mismo del Estado.
La finalidad de la derecha, pues, al
volver a conducir el poder del Estado (siempre fue poder: poder económico, poder
mediático, poder corporativo, etc), es la transformación de la realidad. Claro
está que el sentido de la transformación no es el mismo que el anunciado por
Marx en la tesis 11 sobre Feuerbach. La derecha, encarnada hoy en nuestro país
por el Gobierno de la Alianza Cambiemos, no tiene como finalidad el fin de las
relaciones de explotación, ni la abolición de la propiedad privada, ni el
traspaso del “reino de la necesidad” al “reino de la libertad”. La praxis
transformadora de la derecha tiene el sentido radicalmente opuesto: llevar al
extremo las relaciones de explotación, hacer de la propiedad privada un tótem incuestionable
y al que se le deben sacrificar las vidas humanas que sean necesarias, cercenar
la libertad en pos de los intereses de los sectores concentrados de la
economía, tanto de origen nacional como transnacional.
Con la finalidad de materializar este
sentido, de volverlo una realidad efectiva, la derecha está dispuesta a todo.
Puede, tanto avasallar las mismas instituciones democráticas a partir de las cuales
se convirtió en gobierno (porque, como así reconocimos desde un primer momento
que Macri ha llegado a la presidencia de la Nación legítimamente, hoy decimos
que las acciones de su Gobierno no se encuentran legitimadas democráticamente,
incluso atentan contra la democracia y están adquiriendo un sesgo indudablemente
autoritario y dictatorial), como reprimir la protesta social, como dejar en la
calle a diez mil familias, como, también, matar, sea por medio de la acción
directa (represión) o por exclusión y abandono (políticas económicas que arrojan a la miseria a miles de personas).
Las políticas llevadas a cabo por el actual
Gobierno no son, por lo tanto, actos “irracionales” ni tampoco se las debe
comprender a partir de una supuesta “maldad” o “insensibilidad” de sus
ejecutores (a menos que comprendamos que la derecha implica necesariamente “maldad”
o insensibilidad”, cuestión que es totalmente cierta). Las acciones del actual
gobierno, como se dijo al comienzo de este texto, son racionales. Son medios
que se adecuan al pensamiento y praxis de toda derecha.
Porque ser
de derecha, se trate de una persona, de un partido o de un gobierno, no es
otra cosa que estar de parte de los ricos, de los poderosos, de los opresores;
es decir, es ser parte de ese conjunto de la humanidad que hace que la mayoría de
la humanidad exista en condiciones inhumanas, miserables, invivibles.
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