Carlos Juan Bianchi
Vive
con opulencia, tiene su casa en un country, autos de alta gama y juega al
golf con amigos con los que comparte
juegos e ideologías.
Es muy
cariñoso con su costoso perro de raza.
Le
gusta bailar, baila mal, muy mal pero baila, nunca una zamba o un tango, solo
música foránea.
En
cuanto a parejas tuvo varias, todas
lindas, decorativas, se ve que nunca le interesaron otros atributos en la mujer
más allá de la belleza física.
Las
separaciones no siempre le resultaron gangas, fueron costosas, es que las
parejas al ser despedidas, sabían donde le apretaba el zapato al gerente.
Sin
demasiada cultura ni luces disponibles, ni afinidad con la lectura, ha sabido
trepar entre los vericuetos de su moral capitalista y no demasiado santa.
En su
económico ascenso, ha tenido algunos encontrones con la justicia por ciertos
negocios que acariciaron el delito de contrabando.
Amigos
influyentes lograron que la ley postergara y finalmente olvidara alguna
sentencia condenatoria que había sido esbozada.
Hoy es
un disciplinado gerente general de una
importante corporación económica financiera, estrechamente vinculada a paraísos
fiscales, que unta con generosidad a los medios de prensa a través de anuncios
publicitarios, para lograr de ellas la necesaria indulgencia frente a
acusaciones de artimañas financieras ilegales que la empresa comete.
Sabe
que son sus patrones, quienes disfrutan de la plusvalía que generan los enormes
y obscuros negocios de la corporación, y su sueldo, aunque importante, son apenas
monedas en medio de esa danza millonaria.
También
sabe, pero calla, que a la empresa la gente no le interesa más allá que como
mano de obra y siempre, al menor costo posible.
Habla
poco –hablar no es su fuerte- y cuando lo hace en realidad recita consignas
emanadas de los dueños de la compañía.
Sus
subalternos creen que él manda, cuando en realidad él, obedece.
A veces le sugieren tomar algún empleado nuevo
e inventarle algún innecesario trabajo, en otros casos debe despedir a otros,
que se animaron a señalar las injusticias habituales de la turbia sociedad.
La corporación se llama:”El poder real”.
Al gerente, si no le gusta llamarlo Mauricio,
póngale usted el nombre que prefiera.
CJB
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