Ágoraa diario la arena política

realidad en blanco y negro...

Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

**********************************************************************************************

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Nieve (Relato)

opinión. Agora...a diario 02/12/2015




Maximiliano Basilio Cladakis

 

   Juan mira por la ventana. Un velo blanco cubre las calles y los árboles. Los techos de los automóviles se igualan en una palidez cadavérica. La gente camina cabizbaja, aferrándose a sus abrigos, abstraídos de toda relación con el mundo. Cada uno prosigue, presuroso, su propio camino. Nadie existe para nadie. Los copos albinos caen monótonamente, uno tras otro, a un ritmo constante e interminable. Una anciana, vestida solamente con un batón sin mangas, viejo, sucio, gastado, cae de cara al suelo. Intenta ponerse nuevamente de pie pero vuelve a caer. La gente continua su marcha sin siquiera atreverse a mirar de reojo el cadáver que, a los pocos minutos, ya se encuentra cubierto por la nieve.

 

   Juan se aleja de la ventana. Se muerde los labios y reprime un grito. El cuarto se encuentra desordenado, repleto de libros y revistas. Hay varios ceniceros colmados de colillas de cigarrillos, un juego de ajedrez con varias piezas caídas sobre un escritorio, la radio se encuentra encendida y un programa matinal intenta transmitir un tono cordial y afable. Juan comienza a caminar en círculos. Le molesta el calor de la estufa. Odia esa calidez viscosa, artificial, fingida. Apaga la radio y toma un libro para luego sentarse en un sillón. Pasa las páginas sin prestarles atención. Las letras se despliegan ante sus ojos como simples signos carentes de significación. Juan no tiene en sus manos una obra literaria sino un simple objeto material  repleto de gráficos hechos en tinta negra. Se trata de un libro, absolutamente intranscendente,  que había leído en la adolescencia del cual sólo recuerda el haberlo leído.

 

   Juan cierra el libro y se queda mirando el techo unos minutos. En  su mente los tiempos se entrecruzan. Los tiempos de su propia adolescencia, los tiempos de la obra olvidada, los tiempos más cercanos, los tiempos más lejanos, todos convergen en un mismo punto, en un mismo presente. Y ese presente hace que el tiempo, o mejor dicho, su tiempo le parezca una farsa. La nieve es el presente, y esa nieve, que no deja de caer ni por un instante, es la única verdad. Sus antiguos proyectos, los anhelos y expectativas de antaño se le revelan como minúsculas farsas. Su vida ha sido una ficción. Una ficción pequeña, mezquina, insignificante, que, como tantas otras, ha sido derribada por la aplastante realidad de esa infinita blancura que lo cubre todo.

 

   Juan lanza el libro contra la ventana, rompiendo el vidrio. Hunde el rostro entre sus manos y comienza a llorar. Un puñado de imágenes cobra una densidad agobiante. Fernando hablando apasionadamente en un bar sobre historia latinoamericana; una botella de Whisky casi vacía sobre la mesada de la casa de Carlos y Gimena; la banda de jazz que siempre iba a ver con Alejandro; los consignas revolucionarias inscriptas en una pancarta que sostenían sus manos mientras marchaba triunfalmente a un acto multitudinario; el cuerpo desnudo de Marcela sacudiéndose espasmódicamente debajo de él.  Las visiones se alternan caóticamente. Sus piernas tiemblan y una fuerte presión  golpea la boca de su estómago. Siente que su existencia se desliza inexorablemente hacia la nada, una nada demoniaca que parece llegar al éxtasis al mofarse de él.

 

   Con los ojos llenos de lágrimas, Juan se levanta del sillón. Siente el frío penetrar por la ventana rota. Las piernas continúan temblándole. Sin embargo, logra caminar hacia la estufa y la apaga. La temperatura baja de repente y el cuarto comienza a volverse un témpano. Juan va hacia la ventana. Vuelve a mirar hacia fuera. La gente continúa marchando, mirando sólo hacia adelante. Juan ve dos nuevos cadáveres sobre la calle, el de un niño y el de un hombre adulto. La nieve los está cubriendo. En pocos minutos sus existencias serán borradas para siempre.

 

    Juan cierra los ojos y realiza una inspiración profunda. Sobre su rostro siente como van cayendo, uno tras otro, aquellos copos pequeños, gélidos, puros y mortales. En ese momento, se siente real.

 

 

No hay comentarios.: