Edgardo
Pablo Bergna
Maximiliano
Basilio Cladakis
La independencia es una tarea, no un acontecimiento cerrado, acabado, ya
realizado. Por el contrario, la independencia se realiza en un tiempo presente,
dado sobre un horizonte temporal que articula el pasado con el futuro. La
independencia se da, por lo tanto, como una praxis que se despliega
dialécticamente a través de la historia. En tanto “praxis”, la independencia
significa la reasunción de los sentidos sedimentados de lo acontecido (que
nunca es, en sentido pleno, “acontecido”, sino que siempre posee una instancia
de “por acontecer”) en pos de un porvenir cuyo telos se encuentra y encontrará siempre más allá. Independizarse es
una tarea permanente, perpetua, inagotable.
En estas fechas recordamos, conmemoramos y celebramos el 9 de julio de 1816.
Se trata de una fecha fundamental en nuestra historia. Y decimos “fundamental”
no sólo en el sentido de que se trata de una fecha de relevancia, sino que,
también y sobre todo, es una fecha en donde emergieron acontecimientos que
fueron y son “fundamento” de nuestra historia. Se declaró formalmente la
independencia de nuestro actual país, no caben dudas, por lo tanto, de su
“sentido fundamental”.
Sin embargo, cabe destacar, 1816 no es una capsula: su carácter de “fundamento”
le adviene de épocas anteriores de las cuales ella es una de sus
cristalizaciones. 1816 no habría sido posible sin 1810, ni sin los previos levantamientos
de los pueblos originarios, como tampoco lo habría sido sin las insurrecciones emancipatorias dadas en
otros territorios de América Latina. De la misma manera en que 1816 nos sumerge
en sus pasados, 1816 nos interpela a sus futuros, que, son, por su parte, nuestros
pasados. La Vuelta de Obligado, algunos esbozos del yrigoyenismo, las políticas
soberanistas del primer peronismo, son algunas de las actualizaciones y
reasunciones de ese 1816; como lo son, también, más recientemente, el NO al
ALCA, las renacionalizaciones de recursos básicos y necesarios, la batalla
contra los fondos buitres, etc.
Con todo, si la independencia es una tarea, no realizada sino que se
realiza, es, al mismo tiempo, una tarea que se desrealiza. Como sostiene
Sartre, toda praxis tiene su contra-praxis. La independencia se constituye,
pues, como uno de los polos que articulan el agon de nuestra historia. Resuenan en estas palabras la vieja
antinomia “patria/antipatria”, que no por “vieja” pierde la contundencia de
poder dar cuenta de nuestra realidad efectiva. La independencia se realiza y
desrealiza porque hay campos políticos en tensiones y luchas permanentes. Somos
parte de la periferia del mundo y, se trate de España, Inglaterra, Estados
Unidos o de capitales especulativos transnacionales, existen poderes cuyos
intereses tienen como correlato la no independización real, concreta, de
nuestra patria.
El 5 de Julio este agon se
manifiesta, en todo su pathos. En
nuestro país, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y en Europa: Grecia se
enfrenta a los mismos proyectos de perpetuación de dependencia que Buenos Aires. Las lógicas que atraviesan
ambas regiones las arrojan a un mismo dilema. Hay dos opciones separadas por un
hiato insuperable, no contradictorias sino contrarias, antagónicas.
Independencia y dependencia se vuelven a constituir dos momentos
irreconciliables.
Desde aquí apoyamos el proyecto emancipador e independentista conducido
por Alexis Tsipras. Como apoyamos también, al Proyecto Nacional y Popular
conducido por la presidenta Cristina Fernández. Ambos están ligados por sus
objetivos y sus enemigos. El 5 de Julio en la ciudad Autónoma de Buenos Aires
hay elecciones para Jefe de Gobierno, y se enfrentan dos proyectos, uno
explícitamente a favor de la independencia, Mariano Recalde, el otro
explícitamente comprometido con intereses que nos vuelven a ubicar como
deudores de sistemas financieros internacionales, Horacio Rodríguez Larreta. No
es casual que los partidarios de este último, reconozcan a Tsipras como un peligro
para Europa y lo que ellos llaman “mundo civilizado”, eufemismo de su toma de
partido por el mundo coloniasta, imperial, opresor.
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