Ágoraa diario la arena política

realidad en blanco y negro...

Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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jueves, 3 de febrero de 2011

El retorno de los lemming

opinión. Agora...a diario 03/02/2011

 José Antonio Gómez Di Vincenzo


Me gustaría retomar algunas de las cuestiones que planteara en el artículo de los lemmings y analizar los alcances de una política basada más en la construcción dialéctica que en la eliminación del oponente o la inmolación. Dialéctica que no sólo se da en el plano discursivo sino también en la práctica y que para nada reúsa del disenso o escapa a la disputa sino que ve en estas instancias la oportunidad para distinguir qué debe conservarse y qué superarse en el proceso. Trataré de llenar esto con un poco de contenido fáctico así el lector puede seguirme de cerca y comprender hacia dónde apunto.

Decir como algunos dicen que representan al obrero desde un comentario virtual no llegando nunca al alma del trabajador y frente a la distracción de la masa laburante que mira para otro lado porque está más preocupada por la birra al final de la jornada o el culo en el bailando famoso, argumentar que se trata de un conjunto de imbéciles enajenados, son maneras de negar al otro, de borrarlo del mapa político, convertir al supuesto sujeto histórico de la revolución en un idiota útil que puede embobarse (el tiro les sale por la culata) tanto frente al discurso de las clases dominantes como ante el rosario de consignas propias de la izquierda esclerotizada. Sostener que todo análisis debe partir de la centralidad de la producción y no ser capaz de producir ningún análisis sobre la base de argumentos sólidos y proclamar la quema de libros mientras se vitupera al laburante intelectual y se ensalza al líder de la izquierda troglodita que almuerza con Mirtha o recibe la bendición de Marianito Grondona es una contradicción imperdonable además de un accionar cuasi-fascista. Este, estimados lectores, es el modo de proceder de un sector de la izquierda autóctona, concretamente de algunos de sus militantes, más atentos a entrar en los blogs de aquellos que opinan en otros sentidos para ningunear su trabajo intelectual que para debatir ideas. Basta un recorrido por la blogósfera local para ver cómo, de un tiempo a esta parte, un grupejo de adolescentes histéricos se preocuparon más que por realizar comentarios enriquecedores que aporten a la discusión y el debate, por destruir y agraviar. Cada uno milita con lo que puede. Sin embargo, existen límites. No veo a los permanentemente estigmatizados militantes peronistas, esos que van a las manifestaciones porque supuestamente (nunca nadie prueba nada) se les paga con un choripán y un vino, esos representantes de los sectores populares lejanos a las universidades pero con un corazón gigante, esos que están más atentos a hacer algo por sus semejantes aunque sea ayudándolos a edificar su ranchito; no los veo, decía, que por destruir al oponente lleguen a un vale todo. Esos herederos de los descamisados se comportan éticamente y a veces hasta nos dan lecciones de solidaridad. Construcción más que destrucción parece ser el común denominador. Unos pretenden destruir mientras un conjunto de argentinos y argentinas por construir superando lo dado, incluso eso a lo cual se dice pertenecer. Porque en efecto, parece que hay algo que comienza a ser propio del kirchnerismo, al menos de muchos de sus militantes, algo relacionado con el hecho de ser críticos hasta de los errores propios pero desde una fuerte convicción que es desde dentro que se supera lo dado. En otras palabras, me consta que muchos kirchneristas pueden escribir una sábana de críticas a las políticas llevadas a cabo por el Gobierno Nacional. Ahora bien, de lo que se trata es de ir por más, de construir a partir de lo dado, de ponderar las cuestiones simbólicas y usarlas a favor de prácticas tendientes a modificar el balance de poder, de conservar y superar más que de eliminar y pasar por arriba de las cosas y la historia con una aplanadora. La revolución se hace en la praxis. No es algo que está flotando en la nube de las ideas. Y decir que la revolución se hace quiere decir que no existe un modelo inmanente, acabado o trascendental de revolución. La revolución es eso que los militantes revolucionarios hacen mientras en el proceso de la praxis van superando lo dado acercándose al ideal que guía su accionar y que en el caso de muchos militantes del kirchnerismo claramente tiene que ver con una sociedad justa.

Ahora bien… Decíamos que cada uno hace lo que puede. En la fauna de negadores de la política en tanto dialéctica también hay intelectuales que aunque bien intencionados le están errando por lejos sobre todo en lo que tiene que ver con el fundamento epistemológico de su propuesta.  La negación de la política como praxis dialéctica puede aparecer investida de un falso espíritu militante que esconde un intelectualismo recalcitrante y hasta engreído verbigracia mediante. Porque construir categorías abstractas a partir de lo concreto para tornarlas en esencias inmutables, reificarlas y luego pretender que todo lo concreto entre en esa sola categoría perdiendo de vista la complejidad, no permite ir más allá del aparente buen discurso intelectual por más político que pretenda disfrazarse. Es un error muy común y se da en aquellos que contentos con haber estudiado ciertas categorías abstractas las usan como ese pibe que al tomar por primera vez un martillo, fascinado, quiere martillarlo todo. Por desgracia el mundo es más complejo y se reúsa a entrar en las cajitas que estos intelectuales idearon para su comprensión. Como sea, al menos estos pensadores tienden a impugnar lo dado desde el buen tino del pensamiento, las ideas y el debate constructivo. Sobre sus posiciones intelectuales se pueden hacer objeciones, no sobre su modo de proceder a nivel ético. Resulta lamentable entonces que muchos de aquellos que comparten sus filas no los tomen como ejemplos a la hora de discutir ideas.





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