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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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miércoles, 12 de enero de 2011

Estado y explotación

opinión. Agora...a diario 12/01/2010



Maximiliano Basilio Cladakis

   Todo obrero es explotado. Marx lo ha demostrado magistralmente a lo largo de sus obras, desde los Manuscritos de 1844 hasta El capital. La sociedad capitalista y las riquezas producidas en ella se fundamentan en la explotación que los propietarios realizan sobre los no-propietarios. No hace falta que expongamos aquí las tesis del genial filósofo, economista, sociólogo y militante alemán. Sólo basta decir que la división de la sociedad moderna en clases sociales implica que unos opriman a los otros, que unos “roben” el trabajo de los otros, que unos dominen a los otros; en el capitalismo, los  “unos” son los capitalistas o burgueses; los “otros”, los proletarios o, más sencillamente, los obreros o  trabajadores.

   Sin embargo, si bien la riqueza del capitalista se basa siempre en  la plusvalía (es decir, en una parte del trabajo del obrero de la cual se apropia el capitalista), no toda explotación es igual. Más allá de que la lógica misma del sistema de producción tienda a que el propietario conciba al obrero como una “cosa” cuya única razón de ser es la de generar una mayor plusvalía, dependiendo del desarrollo en se encuentre una sociedad, esa lógica tendrá más o menos resistencias que le imposibiliten su realización total (Sartre demuestra genialmente la imposibilidad de dicha realización ya que ella implicaría la muerte del obrero, por lo que el capitalismo mismo se derrumbaría en tanto dejaría de existir el ser en cuya explotación se fundamenta). Ejemplos sobran. Centrándonos en nuestro país, podríamos señalar que la situación del obrero de principios del siglo XX no es la misma que la del obrero del primer peronismo. De igual manera, la situación del obrero durante la década de los ´90 no es la misma que la situación del obrero actual. Derecho laboral, estipulación de salarios mínimos, jubilaciones, obras sociales, paritarias, derogación de las leyes de flexibilización laboral; se trata de una conjunción de elementos que, aún cuando tanto en unos casos como en los otros sea explotado por el dueño del capital, redignifican al obrero en su humanidad.

   En dos de los casos que mencionamos (primer peronismo y kirchnerismo), es el Estado el instrumento de redignificación de los sectores postergados. En efecto, el Estado de Bienestar o el Estado Populista, tiene como característica esencial la integración y el reconocimiento de los que, librados a lo que Hegel denominaba “sociedad civil”,  eran “casi hombres”, poco más que cosas. Obviamente, hay con anterioridad,  toda una serie de luchas sociales cuyas demandas el Estado de Bienestar o Populista vienen a satisfacer[1]. Pero, precisamente, frente a estas demandas, el Estado Populista se presenta como articulador a la vez que  como herramienta de institución de derecho de los sectores demandantes. Las políticas estatales, en estos casos, se reconfiguran sobre la dimensión del reconocimiento y dignificación universales. Esto conlleva a una delimitación de los poderes fácticos (es decir, grupos económicos, corporaciones mediáticas, cúpulas eclesiásticas, organismos financieros nacionales y transnacionales), que tiende al fortalecimiento de los grupos subalternos. Sin ese fortalecimiento, estos grupos quedan desnudos, desamparados, frente a la explotación a la que los grupos dominantes los someten. Desligada del derecho, la dinámica del mercado lleva a la casi aniquilación de la humanidad de los explotados, convirtiéndolos en algo informe, menos que humanos, poco más que bestias.

   El caso de Nidera es la muestra clara e infame de esto último. Alrededor de ciento treinta hombres (entre ellos treinta menores) viviendo en condiciones infrahumanas, casi como animales (aunque teniendo en cuenta que, a diferencia de los animales, los hombres, de una forma u otra, tienen conciencia de su condición podríamos decir, que se encontraban en un estado peor que los animales). Es la lógica de la explotación que, operando entre las sombras y quebrando el derecho, lleva al extremo la cosificación y la deshumanización. Una explotación amparada, a su vez, por los oligopolios mediáticos, en tanto, o bien no se pronunciaban sobre el hecho, o bien repetían las voces de los explotadores. Sin embargo, esto no debe de asombrarnos se trata de una complicidad de intereses, en términos gramscianos, puede decirse que forman parte del mismo “bloque histórico”.  Una simple muestra: Grupo Clarín posee la mayor parte del predio de la Rural; Nidera es parte fundamental de Expoagro, Nidera, a su vez, es sponsor de TN canal de cable que pertenece al Grupo.
   




[1] Reconocemos aquí dos cuestiones para pensar. Por un lado, la relación entre Estado Populista y luchas sociales. Se trata de una relación dialéctica, y, por lo tanto, compleja. Algunas veces, hay una contraposición entre algunas demandas sociales y la posibilidad de acción del Estado Populista. En este caso, es el Estado el que está a la zaga. Sin embargo, otras veces, el Estado genera políticas de integración y reconocimiento, adelantándose a las demandas. En este caso, es la sociedad la que queda a la zaga. El otro problema trata sobre si existe una diferencia real entre Estado y Estado Populista. Precisamente, si seguimos a Hegel, encontraremos que el sentido del Estado es, precisamente, regular la actividad de la sociedad civil (lugar de las luchas económicas) y reconocer e integrar a todos los miembros de una comunidad. De ser así, lo que en nuestra región denominamos “Estado Oligárquico-Liberal”, como opuesto al Estado Benefactor o Populista, no sería más que la ausencia de un Estado propiamente dicho. Sin embargo, tanta una como otra cuestión no quedan pendientes para otro texto.

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