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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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lunes, 14 de junio de 2010

¡Vamos Argentina, carajo!

opinión. Agora...a diario 14/06/2010



Maximiliano Basilio Cladakis

Argentina hizo su debut en Sudáfrica. Como de costumbre, a la hora del partido, las calles se encontraron vacías, muchos balcones y ventanas se embanderaron de celeste y blanco y el silencio sólo fue quebrado por el grito del gol. Tras los noventa minutos y el consiguiente triunfó nacional, sonaron los bocinazos y algunos cohetes; el rostro de la gente caminando por la calle expresaba alegría. Todos parecían contentos y daba la sensación que, al menos por un tiempo, los problemas cotidianos habían desaparecido.

Si bien esta situación es algo que se repite cada cuatro años, el presente mundial no es igual a todos. Hay varias cuestiones que le dan un plus. Por un lado, se trata del año del Bicentenario y los recuerdos de aquellos monumentales festejos están aún frescos en la memoria colectiva. Que el futbol tiende a acrecentar los sentimientos nacionales, no es ninguna novedad. Para bien o para mal, incluso los que viven los doce meses lamentándose de haber nacido en este país y tienen como mayor ilusión partir a alguna nación del Primer Mundo para no volver nunca más, tienden a llevar con orgullo la camiseta argentina. Sin embargo, ese sentimiento, al estar precedido por las celebraciones de nuestros doscientos años, parecen adquirir una mayor tangilidad y solidez, una temporalidad que da la impresión de exceder los partidos que la Selección vaya a durar en el campeonato.

Por otro lado, es el debut de Maradona como Director Técnico en un Mundial, lo que no es algo menor. Maradona es un símbolo; dentro y fuera de la cancha su figura se yergue bajo el aura de una heroicidad trágica que despierta tanto amores como odios. Diego nos otorgó un campeonato cuando más lo necesitábamos y nos obsequió esa pequeña revancha frente a Inglaterra que también necesitábamos. Y, como el genio que realmente es, hizo esto último con dos goles, de los cuales, uno es el mejor gol de la historia y el otro, el más pícaro. Junto a la Mano de Dios, nacía nuestro Dios, un Dios demasiado humano, como diría Nietzsche, pero que, sin lugar a dudas, era, es y será nuestro.

Estos dos hechos, a su vez, no se dan sobre el vacío sino que, por el contrario, se entrelazan simbólicamente sobre un nuevo horizonte político-cultural que se abre en nuestra historia, un nuevo capítulo que comienza a escribirse sobre el sendero de nuestra Patria. El Bicentenario, pues, representó la emergencia de una nueva resignificación de los símbolos patrios. La Argentina celebrada era la de Mariano Moreno, la de Belgrano, la de San Martín, la de Evita, la de Tosco, la de Rodolfo Walsh, la de los Pueblos Originarios y la de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; esas eran las imágenes que rondaban en los festejos. No se homenajeó ni a Roca, ni a Sarmiento, ni a Mitre, como tampoco a ningún militar cuya mesiánica misión era salvarnos de alguna subversión marxista. Y, precisamente, en ese contexto, no podría haber D.T. más idóneo que Maradona para dirigir a nuestra Selección. Maradona, con su tatuaje del Che en un brazo y con el de la firma de Fidel en la pierna, con su lenguaje directo, crudo, ausente de formalismos, pero valiente y popular, que se atreve, aún en su función de técnico, a decirles a los formadores de opinión lo que muchos de nosotros deseamos pero, o bien no nos atrevemos, o bien no tenemos oportunidad, ese Maradona, plagado de “pecados” y virtudes, santo y demonio al mismo tiempo, es quien nos representa futbolísticamente a nivel internacional. No hay nadie mejor para hacerlo.

Si en las semanas precedentes, en algunos medios hablábamos de la oposición entre el Primer y Segundo Centenario, ahora debemos hablar de una oposición entre el Mundial del ´78 y el actual. No se trata de juzgar a los jugadores ni al cuerpo técnico de ese equipo que salió campeón por mérito propio, sino de la ignominia en la que lo vivimos (incluso quienes aún no habíamos nacido). Las torturas a unas cuadras del Monumental, los genocidas celebrando los partidos ganados, el Gordo Muñoz y “los argentinos somos derechos y humanos”, La fiesta de todos llevada a cabo sobre orgías de sangre, el Terror y la muerte palpitando en cada rincón, esa era la “Argentina Mundialista”. Por el contrario, Sudáfrica nos encuentra recobrando la dignidad, afianzándonos en el camino de la democracia y la Justicia Social, unidos a los demás pueblos latinoamericanos con la meta de construir una región libre y soberana. A la imagen de Videla en el palco de honor se le opone la de Maradona recibiendo a Estela de Carlotto y diciendo: “Por las Abuelas, todo”. Dos argentinas distintas, opuestas, antagónicas, la de 1910 y 1978, por un lado, y la de 2010, por otro. Paradójicamente, los medios hegemónicos de comunicación, que siempre han celebrado los comienzos de la Selección en el Mundial, en estos últimos días se han encargado de atacar por todos los medios posibles el rol de la Argentina en el Campeonato. Sin embargo, no debemos asombrarnos pues el ataque, realmente, no está dirigido sino a la Argentina del 2010.

En ese sentido, salgamos campeones o no, lleguemos lejos o nos quedemos a mitad de camino, hagamos muchos goles o nos los hagan a nosotros, lloremos junto a Maradona de alegría o lloremos junto a él de tristeza, frente a la Argentina del 2010, quien escribe no puede evitar el deseo de gritar:¡Vamos Argentina, carajo!


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