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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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lunes, 29 de mayo de 2017

El Mal es el Otro

opinión. Agora...a diario 29/05/2017





Maximiliano Basilio Cladakis

El sistema en el que vivimos es un sistema signado por la competencia. Cada uno de nosotros es competidor en una carrera infinita: se trate de trabajo, de dinero, de reconocimiento, de profesiones, etc. En esa carrera infinita, se gana o se pierde, es decir, se es un ganador, o se es un perdedor. La experiencia fundamental que tenemos del otro es, entonces, la de un competidor, la de un rival. Gano porque el otro pierde, pierdo porque el otro gana. El otro es mi negación y yo soy la negación del otro. Entre el otro y yo existe una relación de antagonismo recíproco.


En la Crítica de la razón dialéctica, Jean Paul Sartre habla de la existencia de una moral maniquea que atraviesa la historia de la humanidad. Esta moral presenta al Bien y al Mal en términos absolutos y comprende la propia humanidad como el Bien mientras que el Mal sería la amenaza a mi humanidad. En la institución de la vida como carrera, esa amenaza a mi humanidad es el otro. Todo lo que tengo por ganar se lo tengo que ganar al otro y todo lo que puedo perder es lo que el otro me puede arrebatar . El otro, por tanto, es el Mal. Al mismo tiempo, yo también soy, para el otro, el Mal, ya que su experiencia es la misma que mi experiencia. Ambos somos competidores de la misma carrera, ambos anhelamos lo mismo.


El filósofo inglés Tomas Hobbes decía que, en el estado de naturaleza, “el hombre es lobo del hombre”. Sin lugar a dudas, en nuestra cotidianidad, la sentencia aparece como una revelación venida desde los mismos cielos. Competimos por el otro por un trabajo, por un hombre, por una mujer, por un cargo académico, por “posicionarnos en la vida”. Debo vecer al otro o seré yo el vencido por él. Se trata de una verdad evidente de suyo.


Sin embargo, como muchas “verdades evidentes” es una falacia. Más aún, es una “farsa” en el sentido teatral del término. Nos ponen en un escenario que creemos que es el único escenario posible. La carrera nos engaña: ganemos o perdamos en ella, al aceptar la imposición, ya perdimos puesto que aceptamos un juego que nos deshumaniza. Precisamente, la deshumanización es comprenderse como competidor de una carrera. El Estado de Naturaleza del que habla Hobbes no es un verdadero Estado de Naturaleza, es el escenario preparado por un Otro, con mayúsculas, que me domina a mí y al otro. Ambos somos víctimas de ese Otro, de ese sistema que nos cosifica y devora, de esa industria de deshumanización que, a nivel global, cercena vidas por millones, tanto fisica como subjetivamente.


Recuperar nuestra libertad, humanizarnos en medio de un sistema de deshumanización requiere, ante todo, desalienarnos del proyecto existencial que el sistema nos impone. No jugar la carrera es una condición absolutamente necesaria para ello. Si el Mal es la deshumanización, el Mal es el Otro, no el otro. En este sentido, el proceso de reinstitución de nuestra humanidad implica volver a lo que el filosófo aleman Immanuel Kant sostenía como uno de los pilares de la moral: “no tomar al otro como medio sino como fin en sí mismo”. Todo acto de verdadera emancipación debe partir de esa premisa tan elemental pero, al mismo tiempo, tan subversiva y trastocadora del orden establecido.








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