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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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domingo, 1 de enero de 2017

Neoliberalismo y Destino

opinión. Agora...a diario 01/01/2017




Maximiliano Basilio Cladakis

   El neoliberalismo impone un destino. Su finalidad es la concentración infinita de la riqueza. Es el reinado absoluto de la forma-mercancia por sobre todas las dimensiones que constituyen la existencia humana. Un error común es concebirlo solamente como un modelo económico. El neoliberalismo es un sistema totalizador que, obviamente, abarca la esfera de lo económico, pero también lo hace con lo político, lo ético, lo cultural, incluso con lo metafísico y teológico. Se trata de un sistema que instituye al mundo como totalidad, que instaura un destino sobre la humanidad entera.

   La lógica neoliberal cercena millones de vidas y lo hace desde los más diversos planos. Desde la dimensión material, la concentración de la riqueza asesina por hambre, por desnutrición, por generar condiciones de vida invivibles, por enfermedades propias de la miseria. Pues, la miseria es la condición necesaria de la concentración de la riqueza, la miseria está en el núcleo mismo de la lógica neoliberal. Por otra parte, el neoliberalismo mata por medio de la represión hacia quienes se alcen contra su dominio. La libertad del neoliberalismo es la libertad de la mercancía y esa libertad significa un orden dictatorial que no admite  cuestionamientos. La cárcel o el plomo son el destino que impone a quienes se atrevan a desafiarlo.

   Ahora bien, hay una forma más sutil a partir de la cual dicho orden asesina. La oposición “ganadores-perdedores” es uno de los ejes a partir de los cuales el sistema intenta justificarse culturalmente. Los poseedores son tales porque supieron jugar en el libre juego del mercado (que se presenta a sí mismo como la vida misma) mientras  que los no poseedores son de dicha condición por no haber sabido jugar o por haber jugado mal ese juego. Es decir, los unos son lo que son debido a su merito, los otros por a su falta de mérito. Dicha oposición muchas veces es introyectada y el no poseedor se concibe a sí mismo como perdedor, como culpable de la condición en la que se haya, en vez de comprenderse como víctima de un destino impuesto desde fuera. La subjetividad, entonces, queda destruida. El “perdedor” se existe como perdedor, excluido de todo valor (ya que el  único valor es el de la mercancía), por lo que al identificar su subjetividad con dicha idea, muere como hombre psicológica y culturalmente.

   El hambre, la represión, la cárcel, la destrucción del sí mismo es el destino que el neoliberalismo instituye para las grandes capas de la población. Se trata de un destino perverso, genocida y deshumanizante que sólo puede quebrarse a partir de una organización colectiva fundada en lógicas humanistas que tenga por finalidad reinstituir lo humano por sobre la divinización de la mercancía.



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