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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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jueves, 15 de septiembre de 2016

El poder real

opinión. Agora...a diario 15/09/2016




Maximiliano Basilio Cladakis

   Desde hace tiempo, en el campo nacional-popular, hemos comenzado a hablar del “poder real”. Con este término, nos referimos al conglomerado corporativo, económico y comunicacional que detenta la posibilidad de estructurar el mundo a partir de sus intereses materiales y simbólicos. La acepción responde, también, a la necesidad de diferenciarlo del poder político representado por los gobiernos populares que, sobre todo en Latinoamerica, han surgido durante la primera década del siglo XXI. Para no hacer del “poder” un significante vacío, la diferenciación es fundamental. El poder real no es el poder político, por el contrario, los gobiernos populares tales como los de Kirchner, Lula, Evo, Chávez, Cristina, Correa, han sido el polo de disputa contra el cual se ha alzado el poder real a lo largo y ancho del continente.

   La disputa entre ambos poderes es una disputa totalizadora en la articulación de las sociedades contemporáneas. No se trata, como muchas veces se ha querido insinuar desde un escepticismo que no  tiene nada de inocente, de meros enfrentamientos aleatorios; por el contrario, se trata de una lucha entre sentidos contrapuestos de la existencia humana. Los gobiernos populares tienen como substancia que les da fundamento al pueblo y su finalidad es la consolidación y extensión de derechos para las grandes mayorías. Por el contrario, el poder real se constituye como un plexo corporativo cuyo fundamento es la abundancia de recursos (monetarios, comunicacionales, incluso bélicos) y su finalidad es la maximización de riquezas.

   Dentro de los recursos del poder real se encuentra también la posibilidad de subordinar al poder político y al Estado: o bien por medio del empleo de las fuerzas armadas (dictaduras militares), o bien por las cooptación de partidos políticos de arraigrambre popular (como sucedió con el menemismo y el delarruismo), o bien, por el armado de partidos nuevos que logran instalar candidatos que provienen directamente del mundo de los negocios. En estos casos, el poder político no es un poder autónomo, sino que es una extensión más del poder real, un mero instrumento entre otros instrumentos.

   El horizonte político actual de nuestro país es un claro ejemplo de ello y, hace unas semanas, Cristina lo señaló claramente en un discurso: el actual Presidente de la Argentina no es el poder real. En todo caso, Mauricio Macri  es solamente a quien el poder real, a partir de una serie de tácticas mercadotécnicas, logró instaurar en la Casa Rosada. Por ello mismo, no responde a los intereses del pueblo, sino a los de aquellos que son sus mandatarios. La reunión con los CEOS de las grandes empresas nacionales y transnacionales en el CCK es la fotografía más notoria de este fenómeno. Macri habló allí para parte de ese poder real a quien responde y, más allá de algunas críticas que lo trataron de ser demasiado “tibio”, por ello fue aplaudido y ovacionado, las políticas que la Alianza Cambiemos está llevando a cabo desde el 10 de diciembre de 2015 son las políticas que el poder real exige. Y el actual gobierno no es más que un agente subordinado de dicho poder.




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