Maximiliano
Basilio Cladakis
Durante el homenaje a Hugo Chávez realizado
en el Instituto Patria hace unas semanas, Cristina dijo que en la historia hay
avances y retrocesos, por lo que el sentido de la historia no debe ser pensado
de manera lineal. Las palabras de la ex- Jefa de Estado se entretejen en una
profunda reflexión donde la comprensión de la historia se articula con la comprensión
acerca del sentido de la praxis política
en un periodo histórico determinado. Sin
lugar a dudas, la historia del campo popular implica un entrecruzamiento de
avances y retrocesos que no obedecen a leyes rígidas, estáticas, intemporales.
En la oposición nodal a partir del cual se constituye el devenir de la Argentina
en particular, y el de Latinoamérica en general, entre, por un lado, un
proyecto nacional, popular, inclusivo y libertario y, por otro, el proyecto de
dominación de las elites locales y de los centros de poder transnacionales ha
habido, tanto para uno como para otro, momentos de avances y de retrocesos.
Nuestro país y la región se encuentran
atravesando hoy un momento de avance de los poderes concentrados de la riqueza
lo que, sin lugar a dudas, significa un retroceso para las fuerzas populares. Durante
la primera década del siglo XXI se trataba de lo contrario. Sin embargo, en la
Argentina, la llegada a la Presidencia de la Nación de Maurició Macri
representó un momento bisagra para, lo que en términos de Marx, podríamos
llamar el Partido del Orden. El triunfo electoral de la Alianza Cambiemos fue
más que un acontecimiento comprensible en términos político-burocrático. Se
trató del paso a la ofensiva de un determinado bloque político-económico-comunicacional.
Mucho de lo construido en los últimos doce años a favor de las grandes mayorías
populares fue barrido en tan sólo unos meses.
Sin embargo, como dijo hace unos días Máximo
Kirchner, no hay derrotas absolutas ni
victorias absolutas. En este sentido, es importante remarcar que tanto el
pesismismo como cierto optimismo ingenuo a la hora de pensar la historia se reconfiguran
en actitudes existenciales-políticas igual de conservadoras. La negación de los
avances conlleva de la llamada anti-política. Si se concibe la historia como
una mera serie de hechos donde en verdad” todo da igual, se incurre casi necesariamente
en una posición de “alma bella”, de refugio interno, de no compromiso (un no
compromiso que es, en verdad, un
compromiso, por inercia, con los poderes establecidos). En el otro caso, la
posición del optimismo ingenuo conlleva a una alianza tácita con los poderes
concentrados en los momentos de retroceso del campo popular. La ingenuidad de
afirmar tesis tales como “el que gana es que hizo las cosas bien”, como el
excesivo pedido de “autocrítica” frente a la inminente derrota de un frente
electoral nacional y popular, se sostienen en una visión lineal de la historia
que no toma en cuenta una infinidad de factores que pueden hacer que un
proyecto político de derecha gane una elección por vías democráticas. Así y
todo, en la mayoría de los casos, se trata de una ingenuidad fingida para
reacomodar los intereses particulares en el nuevo orden de cosas.
En este aspecto, resulta fundamental
comprender que existen las victorias y que existen las derrotas, que son
posibilidades siempre latentes, pero que estas siempre son provisorias, no
absolutas. En los momentos de retroceso, la tarea de las fuerzas que componen
el campo popular es el de resistir los embates de la derecha para volver a
proyectar sus futuros a avances a partir de la constitución de nuevas mayorías.
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