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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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miércoles, 15 de junio de 2016

El odio gorila

opinión. Agora...a diario 15/06/2016




Maximiliano Basilio Cladakis


   En el plazo exacto de una semana, la historia nos interpela a la conmemoración de dos fechas nefastas que se articulan en una misma matriz política, cultural e ideológica: el odio gorila. El 16 de junio de 1955 y el 9 de junio de 1956 son expresiones atroces de una forma de comprender y habitar el mundo. Los bombardeos sobre la Plaza de Mayo, donde fueron asesinados alrededor de cuatrocientos civiles, y los fusilamientos clandestinos en los basurales del conurbano bonaerense no son hechos aislados, ni caprichos de la historia, ni tampoco meros acontecimientos coyunturales. Por el contrario, son hitos inherentes a la lógica del “gorilismo”.

   El “gorilismo” es la expresión real, concreta y coherente de la derecha argentina. En tanto propugnadora de privilegios, de un orden basado en la desigualdad de clases, la emergencia de un gobierno nacional-popular, como lo fue el peronismo, que extendió derechos hacia los sectores más vulnerables de la población y restringió el anhelo de dominio absoluto de las elites locales y transnacionales sobre los destinos de la Argentina, hizo que emergiera su verdadero rostro. Se trataba de un rostro violento, salvaje, golpista y asesino. Los distintos sectores que constituyeron la alianza golpista (Fuerzas Armadas, Iglesia, grupos de poder concentrado de la riqueza, partidos políticos) revelaron, en esas masacres, la verdad  de su existencia. El honor de la Patria, Dios y la Cristiandad, los intereses del país, la institucionalidad, incluso la democracia y la república no eran, ni son, más que meras palabras que se desvanecen en las acciones concretas de cada sector.

   Aunque estos sectores divergían en lo discursivo, los unía la práctica. Las fronteras entre el conservadourismo y el autodenominado “progresismo” (encarnado esencialmente en la Unión Cívica Radical y en el Partido Socialista) se diluyeron para ser parte de un mismo bloque político, cultural y económico. Las diferencias entre un sacerdote reaccionario que promulgaba el “Cristo Vence” como lema para destituir al gobierno popular y democrático de Juan Domingo Perón y las palabras de un llamado “socialista” como Américo Ghioldi acerca de que se había acabado la leche de la clemencia para dar mostrar así su apoyo a las masacres cometidas por el régimen criminal de Aramburu, lo exponen sin tapujos.

   El gorilismo responde a una lógica clasista y segregadora que trasciende la clasificación nominal de las ideologías. “Demócrata”, “republicano”, “”socialista”, “cristiano”, “nacionalista” son significantes vacíos, cada nomenclatura es una mera superchería, un ornato, que cae como una máscara frente a la realidad del odio de clase que fundamenta sus prácticas éticas y políticas. La defensa irrestricta a una configuración nacional que divida de manera casi estamental las clases sociales y la subordinación a las clases dominantes son las capas más profundas y reales del gorilismo. No hay gorilismo de”izquierda”, ni gorilismo “nacionalista”, ni “gorilismo” democrático ni “republicano”.  El gorilismo odia a quienes desafían su excluyente visión del mundo y ese odio ha sido, y es,  procurador de muertes, torturas y desapariciones.





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