Maximiliano Basilio Cladakis
Las palabras adquieren su sentido dentro de una visión del mundo
totalizadora donde cada término se refiere al otro en un complejo entramado
dialéctico. Las palabras aisladas son meras abstracciones que sólo se tornan
concretas dentro de una totalidad organizada sistemáticamente. “Libertad”, “seguridad”,
“felicidad”, tomadas de manera aislada, no son más que vacuidades. Es decir, no
significan nada.
El neoliberalismo, en tanto proyecto político, económico y cultural, es
un sistema de pensamiento. Como sistema de pensamiento, cada elemento se
articula con el otro constituyendo, en términos de Antonio Gramsci, una visión
del mundo más o menos coherente. Ya desde su propia nominación, el
neoliberalismo se presenta como un sistema que se funda en un valor axial: la libertad.
Hablar de “libertad” es hablar de una
cuestión debatida en la historia del pensamiento durante siglos. Cada corriente
filosófica problematiza en torno a ella y se bifurca por senderos muy distintos:
estoicismo, cristianismo agustiniano, cristianismo tomista, protestantismo,
iluminismo, kantismo, existencialismo, etc.
En el caso del neoliberalismo, hay una herencia y radicalización de la
forma en que la libertad era concebida por el liberalismo económico del siglo
XVIII. Se trata, a primera vista, de una
“libertad de”, no de una “libertad para”. Sin embargo, esta concepción culmina,
ineludiblemente, en un “para”. La libertad del neoliberalismo se encuentra
definida y determinada como “libertad para comerciar”, lo que equivale a la
reducción de la libertad al libre comercio.
Bajo esta concepción de la libertad, se establecen dos momentos que, si
bien a primera vista, pueden parecer antagónicos, son, en verdad,
complementarios. El primero es el momento “negativo”. Este momento se refiere a
la no intervención del Estado en los asuntos comerciales, asuntos que se
despliegan en el mercado. El libre mercado, por tanto, es la forma en que la
libertad se realiza en el horizonte del neoliberalismo. El segundo momento es
el momento positivo. Se refiere a la presencia del Estado para asegurar la
libertad de comercio. Si bien
superficialmente se habla de la no interferencia del Estado, el
neoliberalismo reclama un Estado presente que asegure dicha libertad.
La finalidad del comercio no es otra que la acumulación de capital y la maximización
de ganancia por parte de los propietarios, pues sólo comercia quien tiene algo
para comerciar. La comprensión, por tanto, de la “seguridad” del sistema
neoliberal se constituye a partir de la determinación de la libertad como
libertad de comercio, comercio que se encuentra fundado en la propiedad
privada. La “seguridad” se funda en la protección de la propiedad privada y del
libre juego del mercado, el cual en términos concretos no es otra cosa que la
libre voluntad de los propietarios para
continuar su proceso de acumulación. Desde el neoliberalismo, la seguridad no
se comprende como”seguridad para todos”, lo que implicaría hablar de seguridad
laboral, sanitaria, educacional, etc., sino que se limita a los poseedores de
capital.
A partir de la comprensión del neoliberalismo como sistema totalizador
de ideas y prácticas se vuelve inteligible que los discursos en torno a la
libertad y a la seguridad como represión transiten unidos. El proyecto de
acumulación de capital y la represión hacia los no propietarios son parte de un
mismo sistema.
En este sentido, el protocolo de seguridad de Patricia Bullrich es el
complemento necesario de las políticas económicas llevadas a cabo por
Prat-Gay.
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