Maximiliano Basilio Cladakis
I
Al oír su nombre en la voz del presentador, León se dirigió hacia el
micrófono que se hallaba en el centro del escenario. Antes de hablar, su mirada
se deslizó hacia unos cientos de metros delante de él, donde una decena de banderas
rojas acompañaban gigantescas fotografías de su rostro.
-¡Compañeros y compañeras!- comenzó a
decir - ¡Sin lugar a dudas el de hoy, es un día histórico! El proletariado ha
concurrido, valiente, a este acto que representa un salto cualitativo en la
lucha contra la explotación capitalista ¡La conciencia de clase de las víctimas
de un sistema de explotación y miseria ha llevada a cabo un gigantesco avance!
Las reivindicaciones sociales más revolucionarias, que constituyen a la clase
obrera como clase universal hacen sentir, por medio de este paro con
movilización, su presión sobre un Estado corrupto, burgués e imperialista. Este
Estado, que se dice defensor de los trabajadores, es cómplice de la explotación
burguesa. Cobra impuestos a los asalariados, compra el favor de los más
explotados con simples y míseras dadivas, quienes, por necesidad e ignorancia,
lo apoyan en las elecciones. Pero eso se va acabar; más aún, se está acabando
ahora. Y este acto es una clara muestra de ello. Hoy, yo, León Patricio
Teodorovich, en nombre del Partido Obrero de la Revolución Comunista, doy mi
apoyo a las diez consignas consensuadas
por los organizadores del acto que, con nuestras diferencias inocultables en el
plano de la concepción, hemos llevado a cabo una unidad de acción que llevará a
un nuevo plano la lucha de clases. Porque la dialéctica histórica es así…
Primero se unen los trabajadores de una fábrica, luego los de una rama
determinada de la industria, luego los de una ciudad, luego los de una provincia…
y así… hasta la unidad mundial de la clase obrera ¡El proletariado marcha
ineludiblemente hacia su victoria final! ¡La burguesía será prontamente
enterrada! ¡La presencia de ustedes en esta plaza es la evidencia de ello!
Tras estas palabras, León siguió hablando varios minutos más. Los obligatorios
aplausos de los demás organizadores no tuvieron gran eco entre las muchedumbres
que poblaban la Plaza, a excepción de los que llevaban las banderas rojas a
muchos metros del escenario y que, en verdad, eran una minoría.
II
Tras culminar el discurso de León, el presentador dijo unas palabras de
talante informativo sobre la gran concurrencia al acto, la diversidad de los
asistentes y demás cuestiones por el estilo. Luego, llamó al siguiente orador.
Ignacio, líder de la Confederación de los Trabajadores Nacionalistas, se
dirigió, entonces, hacía el centro del escenario.
Sonriendo, saludando a los manifestantes con los dedos en “v”, con su
campera de cuero marrón y su paso firme, seguro, imbatible se paró frente a
aquellas miles de personas, miró hacia los cielos en una actitud casi bíblica y luego
volvió nuevamente la vista hacia la gente. Con su voz ronca, de fumador y
bebedor empedernido, comenzó a hablar.
-¡Compañeros y compañeras! Como dijo el
compañero León, este es un día histórico. Los trabajadores de la Patria hemos
concurrido a reclamar por nuestros derechos frente a este Gobierno corrupto y
ladrón… porque es así compañeros… ¡Este es un gobierno corrupto y ladón que
vive a expensas de los que trabajamos! Nos sacan la plata del bolsillo para
mantener a los vagos que los votan. Y que quede claro… este no es un Gobierno
nacionalista como dice serlo ¡Es un gobierno comunista! Y por eso mismo… es un
gobierno traidor de los trabajadores argentinos- al decir estas palabras,
Ignacio miró a León, que se encontraba a unos metros a su izquierda, y sonrió-
¡Que no se enojen los compañeros de las banderas rojas que están en el fondo!
Cuando hablamos de “comunistas” no nos referimos a ustedes… se entiende… es
otra cosa… se trata de este gobierno ladrón, corrupto y chupasangre de los bolsillos
de los trabajadores ¡Ellos son la Antipatria! Nos venden a los países
limítrofes, hablan de unidad regional y a nosotros eso no nos importa… somos
trabajadores argentinos, ni yanquis, ni marxistas, ni paraguayos, ni cubanos,
ni venezolanos ¡Viva la Patria! ¡Vivan los trabajadores! ¡Basta de ladrones
hijos de la subversión!
Muchos de los convocados al acto lo ovacionaron, al mismo tiempo que
lanzaban insultos al gobierno y al comunismo. Algunos miraron con socarronería
a los que, en el fondo de la Plaza, llevaban las banderas rojas. Estos últimos
bajaron la mirada y hacían como si no hubiesen escuchado nada.
III
-¡El acto sigue! ¡Los trabajadores,
dejando de lado sus diferencias ideológicas, continúan inundando la Plaza! ¡El
Gobierno tiembla! ¡Nuestro próximo orador es Américo Ristacco, Secretario
Nacional del Partido Progresista Liberal de la Centroizquierda Civilizada!-
dijo el presentador y algunos de los pocos individuos que habían asistido a la
Plaza de manera inorgánica aplaudieron.
Américo caminó hacia el micrófono. Era un hombre mayor, de unos setenta
años, de piel blanca, casi albina. Sobre su rostro lampiño destellaban unos
brillantes y transparentes ojos verdes. Su cuerpo era, ante todo, largo. Esa
largura contrastaba con su delgadez, lo que le daba una impresión fantasmagórica:
una silueta de longitud sin densidad, una especie de brizna pálida.
-Estimados concurrentes- dijo, casi
susurrando- Me alegro mucho de la
convocatoria que ha tenido este paro con movilización. En nombre del Partido
Progresista Liberal de la Centroizquierda Civilizada, quiero darle mi apoyo a
toda la clase trabajadora que se ha hecho presente en esta plaza pluralista
para reclamar, en paz, por sus derechos; derechos que, desde hace más de un
siglo, nuestro espacio ha promovido y defendido. También queremos decirles: no
se confundan, este Gobierno no es un verdadero gobierno progresista. Por el
contrario, se trata de un gobierno seriamente reaccionario, totalitario, casi
una dictadura. Y si aún no es una dictadura completa se debe a la resistencia
que ustedes, como trabajadores, junto a los empresarios, los profesionales y
los demás sectores de la sociedad civil realmente comprometidos con la
democracia y la república han sabido sostener durante años. Este gobierno
utiliza al Estado para intervenir en la economía, para comprar voluntades, para
soterrar todo pensamiento crítico. No hay respeto a las libertades individuales
ni a las libertades económicas… porque sépanlo… sin libre mercado no hay
democracia ni república. Nos encontramos a un paso del abismo de la barbarie
populista… Porque ese es el mal que nos aqueja, se confunde al progresismo con
el populismo, cuando, en verdad, son polos
antagónicos. El primero eleva a los hombres hacia lo más alto de la
civilización y de la dignidad, mientras que el segundo lo hunde en la barbarie
más terrible. Hoy, como hace ciento cincuenta años, nos encontramos frente a la
misma dicotomía que supo enunciar el padre de todo progresismo serio…
¡Civilización o barbarie!
Sólo al pronunciar esta última disyunción, Américo elevó la voz, en un
tono apasionado, como si pronunciara un lema en el cual la totalidad de su
existencia, sus setenta años de vida, los valores inculcados por su familia,
por sus amigos, por la Universidad, se encontrarán comprometidos de manera
absoluta.
IV
Américo se retiró del centro del escenario. Le tocaba el turno al Juez
Juan Carlos Azcuénaga del Carril. Caminó de prisa, queriendo ostentar una
juventud que ya no poseía mientras el presentador decía su nombre. Intentaba
sonreír y hacer gestos cómplices con sus espectadores que resultaban forzados.
De su persona emanaba un claro fulgor aristocrático que, inútilmente, trataba
de ocultar.
-Queridos conciudadanos- dijo, mientras
su mayor deseo era no parecer demasiado formal- Me alegra mucho que tantas
personas de bien hayan venido hoy. Tal vez algunos se pregunten qué hace un
Juez de la Nación sobre este escenario… pues bien… Me hallo aquí por tres
razones. Ante todo porque yo también soy un ciudadano y adhiero de manera plena
a los reclamos que mueven a este acto. Cabe aclarar que lo hago como ciudadano
independendiente, no cómo miembro de partido alguno, porque, más allá de lo que
diga el Gobierno, este no es un acto político, y, mucho menos, es un acto
partidario. En segundo lugar, vengo aquí porque los jueces también somos
trabajadores y cómo tales tenemos derechos que, en estas horas sombrías que
sacuden a la República, están siendo amenazados. El Poder político quiere
hacernos rehenes de su voluntad por medio del chantaje y la extorsión. Ya han
removido a muchos honorables colegas de sus funciones a partir de excusas tales
como acusarlos de haber participado en golpes de Estado, de haber promovido
tráfico de influencias, de haber encubierto causas, de perpetuarse en los cargos…
todas, como ustedes saben, viles mentiras. Entre estas presiones, se halla,
también, la de querer someternos a un pago de impuestos con el cual nuestra
objetividad e imparcialidad correría el riesgo de difuminarse en la nada. Y, en
tercer lugar, me encuentro presente aquí porqué la ciudadanía sólo puede
preservar sus derechos si hay una clara división de poderes. Hoy por hoy,
lamentablemente, dos de esos tres poderes están cooptados por un partido
demagógico que piensa que la democracia se reduce a los votos del electorado, y
que la institucionalidad es un mero formalismo que puede ser escupido y
pisoteado. Hoy por hoy, por lo tanto, el único poder independiente es la Justicia
¡Y por eso nos llaman “corporación”!
Vituperan nuestra independencia, llamando “vicio” a la “virtud”… ¡Cuando son
ellos los que están enviciados! ¡Y de los peores vicios existentes: el
autoritarismo, el antirepublicanismo, la pantomima de una democracia real! ¡Es
la Constitución lo que está en juego! ¡La República puede volver a perderse! ¡Tengamos
cuidado y seamos valientes!
En ese momento, un pequeño grupo de autoconvocados de clase media-alta
se acercó al escenario y justo debajo de él instaló una especie de horcas donde
se colgaron muñecos con la figura de varios de los integrantes del Gobierno
Nacional. Al ver esto, Juan Carlos sonrió y guiño un ojo.
V
El sol se ponía por detrás del escenario. Una suave brisa comenzó a
correr desde el río. Varios de los asistentes al acto se pusieron abrigos. El
presentador dejó de hablar por un largo rato. Una música pasatista reemplazó su
voz. Los oradores anteriores también guardaron silencio. Al comenzar el acto se
había dicho que iba a haber una sorpresa para todos los concurrentes. Sin lugar
a dudas, el anuncio había causado expectativa. Y la sorpresa pronto sería
revelada.
De pronto, la música pasatista dejó de sonar. Tras unos instantes de
silencio, otra música comenzó a escucharse. Era una melodía, también pasatista,
pero con más feeling. Su ritmo era
contagioso. Las voces de unas mujeres que no pronunciaban frases, sino tan sólo
sonidos de acompañamiento, transmitían una extraña mezcla de alegría y
desenfado. Todos conocían aquella música. Al mismo tiempo, unas luces multicolores
comenzaron a circular por el escenario. Dieron vueltas casi psicodélicamente hasta
que, finalmente, se focalizaron en su
centro.
Como salido de la nada, él estaba
ahí, parado frente al micrófono, con su pose inconformista y desestructurada,
fumando y sonriendo. Su traje rosado, su corbata verde y sus zapatos amarillos
brillaban espectacularmente bajo las luces de los reflectores. La gente grito y
aplaudió, presa de una emoción sin límite.
-Y sí, acá estoy, vine. No se lo
esperaban ¿no? Les di una linda sorpresa- Dijo frente al micrófono sin que el
presentador dijera su nombre, pues no hacía falta- Estoy acá para apoyarlos
¿Saben porque? Porque este Gobierno es una bosta. Ya sé, de seguro el fin de
semana me sacan del aire… pero me cago. Yo ya estoy jugado. Varias veces me
quisieron matar en lo que va del año pero me importa un carajo. Son unos
boludos. El otro día, estaba en mi casa… Mi casa ¿se dan cuenta? Hasta se meten
en mi casa… Estaba en mi casa, voy para el parque y ahí lo veo a Bernardo, mi
perro, un pitbull hermoso. Me acercó para acariciarlo y me empieza a gruñir. Yo
dije “me mata”. Pero, por suerte, salió mi mujer con la nueve milímetros y le
encajó seis tiros en la cabeza. Me salvó la vida. Igual, con ella nos quedamos
mal, lo queríamos a Bernardo. No dormimos en toda la noche. Pensamos en qué
pudo haber pasado y llegamos a la conclusión de que, o drogaron a Bernie, o
bien lo cambiaron por otro pitbull igualito… El lunes vamos a hacer la
denuncia. Este gobierno se caga en la libertad de expresión, y nos boletea en
cualquier momento ¿Saben lo que hay que hacer? Escracharlos, pero no sólo a
ellos, también a los hijos, a las mujeres, a los amigos, a los padres… ¡Son
unos hijos de puta! ¡Que se vayan a la mierda!
Al decir esto último, tiró el cigarrillo y extendió el brazo
derecho hacia adelante. Cerró su mano
derecha, salvo por su dedo medio que lo estiró en toda su longitud. Entonces,
comenzaron a sonar bombas de estruendo y una impresionante ola de fuegos
artificiales atravesó el cielo.
Toda la Plaza, sin ninguna diferencia de credo o partido, aplaudió
conmovida. Algunos, incluso, derramaron lágrimas de emoción.
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