Edgardo Pablo Bergna
Maximiliano Cladakis
El mercado ganó. La democracia fue derrotada. La troika, comandada por las
finanzas alemanas, impuso su pliego de condiciones al Gobierno heleno. El
pliego fue aceptado, lo que significó la subordinación de Grecia al poder
econónomico, que más que poder económico debe ser llamado “poder comercial”. Los intereses comerciales de las grandes corporaciones
vencieron a los intereses populares. Y un gobierno de izquierda capituló frente
a ese poder omnívoro cuya finalidad es hacerse con el dominio del mundo.
La derrota de la democracia se dio en la tierra misma que la vio nacer. Es todo un símbolo que revela lo que, durante años, intuimos: la
equiparación democracia-liberalismo es una configuración ideológica donde el
primer término se esfuma en pos de la reproducción del segundo. El liberalismo
es el dominio del mercado. La democracia, el imperio de la voluntad popular. El
liberalismo se opone a la democracia, y viceversa. Se trata de lógicas
opuestas, no complementarias.
Lo acontecido en Grecia coloca negro sobre blanco. En primer lugar, la troika
hizo caso omiso a lo que la voluntad popular griega, expresada en el referéndum
acerca de si aceptar el pliego o no (donde el “no” ganó por amplia mayoría),
había decidido. En segundo lugar, el pliego de condiciones presentado (y
lamentablemente aceptado por el Primer Ministro heleno), agrega una clausula
que deja en claro la cuestión: cualquier decisión de gobierno, antes de pasar
por el poder legislativo o por el voto popular, debe ser evaluada por ella.
La soberanía popular quedó reducida a un mero ornato, a algo de segundo
orden, a un mero significante vacio sin efectividad real. La toma de decisiones
no es del pueblo, es de quienes manejan los mercados.
El propio ex Ministro griego, Yanis Varoufakis, lo señaló, al comentar, un encuentro con su
par alemán:
Uno
de los enfrentamientos que tuvo con su archienemigo Schäuble es revelador. “Me
dijo: no voy a discutir el programa que aceptó el gobierno anterior porque no
podemos permitir que una elección cambie todo. Si las cosas van a cambiar cada
vez que hay una elección en uno de los 19 países que somos, los contratos van a
perder toda validez. A lo que le contesté que entonces quizás tendríamos que
dejar de tener elecciones. Hay una total falta de escrúpulo democrático”, le
dijo a New Statesman[1].
Sin lugar a dudas, sería un
error, terrible y cómplice, considerar que la derrota griega compete solamente
a Grecia. Por el contrario, lo que está
en juego es el destino mismo de la democracia. El mercado es autoritario y
dictatorial. Y la dictadura que intenta instalar es una dictadura mundial. El enemigo que hoy venció a Grecia, es
el mismo que busca vencer en América Latina y en las demás regiones del mundo. La derrota griega nos compromete a todos.El
mercado libra una guerra por acallar las voces populares e imponer su propia
voz como única voz. En Grecia ganó una batalla.
Anhelamos que ese no sea el resultado final de la guerra.
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