Ágoraa diario la arena política

realidad en blanco y negro...

Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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miércoles, 13 de mayo de 2015

Poder democrático y poder corporativo

opinión. Agora...a diario 13/05/2015




Maximiliano Cladakis

   La cuestión en torno al poder es una de las cuestiones nodales que atraviesa la reflexión política, tanto moderna como contemporánea. Pensadores tan disimiles y lejanos temporalmente como Maquiavelo y Foucault  han hecho de él uno de los ejes centrales de sus obras. Concepto que se ha vuelto maldito a través de los tiempos, el "poder" es eje de disputa tanto en el terreno de la teoría como en el de la praxis.

   Para evitar incurrir en abstracciones obsoletas, en flatus voices que no son el correlato de una realidad efectiva, en ideas vacuas y no en conceptos concretos, una reflexión acerca del poder debe partir de la disputa entre poderes.  Tomando como base el factum de que el conflicto fundamental en la historia de la humanidad es el conflicto entre opresores y oprimidos, el cual se encarna en el conflicto entre las mayorías y las minorías (y en este punto coincidirían tanto el ya nombrado Maquiavelo como Karl Marx), puede afirmarse que el poder es el poder de unos u otros para "poder" realizar un mundo ético, cultural y económico a su imagen y semejanza. A pesar de los predicadores de un moralismo igual de puro que inútil y de los apologetas de una Real politik que sostiene el cinismo como arché de toda acción, el poder no se busca por sí mismo, el poder es un medio y no un fin.

   Desde esta perspectiva, la oposición poder democrático/poder corporativo se funda en la oposición entre dos proyectos de transformación del mundo. Si comprendemos la democracia en sentido rousseaniano, esta representa la primacía de la voluntad general por sobre las voluntades particulares. La totalidad rige, sin anularla, por sobre la parte. La corporación, por el contrario, es una red de intereses particulares que se constituye en interés sectorial. El poder democrático es, por lo tanto, el poder de la voluntad general, mientras que el poder corporativo es el poder de la voluntad sectorial. Podría decirse, casi en términos marxianos, que la voluntad sectorial se trata de la prostitución de la voluntad particular y no de su superación.

   No caben dudas, de que existe una dinámica en la que las corporaciones se enfrentan entre sí, por lo que el poder corporativo se enfrenta a otro poder corporativo. Son las luchas entre sectores sociales que se dan en el ámbito de la sociedad civil. Sin embargo, el poder corporativo también se enfrenta al poder democrático. Es la parte, el sector, queriendo imponerse por sobre la totalidad y por sobre las mayorías. 

   No obviamos, en este aspecto, que "totalidad" y "mayorías" no son lo mismo. Por el contrario, la relación "totalidad"-"mayorías" se da en un entramado dialéctico más que complejo. Sin embargo, podríamos arriesgar la tesis de que la realización de la totalidad, es decir, la realización del interés universal solo es posible realizándose el interés de la mayoría (la cual, al mismo tiempo, no puede ser comprendida únicamente en términos cuantitativos). Precisamente, en cuanto hablamos de "interés universal", nos hallamos con la cuestión acerca del Estado, pues, como señala Hegel, el interés del Estado es el interés universal.

   Ahora bien, en este ultimo punto, se presenta la gran paradoja de que, en términos constitucionales, el poder del Estado se divide en tres: el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial. En las sociedades modernas, el Estado es una construcción democrática y colectiva, cuyos funcionarios tienen como fuente de legitimidad la voluntad popular. Sin embargo, uno de sus poderes, no tiene en ella su origen. Obviamente, nos referimos al poder judicial.

   Con el poder judicial nos encontramos frente a un poder del Estado que no es democrático. Reproduciéndose a sí mismo, por fuera de los cánones por los cuales se legitiman los otros dos poderes, el poder judicial es siempre un poder a-democrático que puede volverse directamente antidemocrático. El traspaso de su a-democracia de origen a la antidemocracia de hecho se da cuando excede sus tareas y se enfrenta a los poderes fundados en la voluntad popular, e, incluso, intenta, por vías directas o indirectas, ocupar sus funciones. 

   En la Argentina, dicho traspaso esta aconteciendo hoy mismo: cuando el Presidente de la Corte Suprema , Ricardo Lorenzetti, sostiene, por fuera de toda legitimidad constitucional, que la tarea del poder judicial es poner limites al poder ejecutivo.  El poder a-democratico se revela, entonces, como poder anti-democrático, como quinta columna de las corporaciones en el seno mismo de un Estado democrático. Dicha revelación queda mas en evidencia aun, cuando, por dicha acción, es aplaudido por otras corporaciones. Lease: oligopólicos mediáticos, asociaciones de grandes industriales y conglomerados agroexportadores.





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