Maximiliano Basilio
Cladakis
“Patria o corporaciones” es un lema ya clásico dentro de la militancia
kirchnerista. La disyunción es el correlato de la trama profunda que surca nuestra historia. “Patria” y “corporaciones”
dos elementos antagónicos que
constituyen los polos de oposición sobre los que se teje el conflicto
originario, irredento, que se abate de manera inexpugnable sobre estas tierras
del Sur. La Patria, como proyecto colectivo, como emancipación de los sectores
populares, como advenimiento de un futuro libertario e igualitario, se
constituye en una dialéctica fundada en la negatividad, a partir del
enfrentamiento con su opuesto, el interés minoritario, la exclusión de
millones, el anhelo de dominio de las corporaciones.
El conflicto entre los fondos buitres y el Estado Nacional Argentino, y
el posterior fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos se circunscriben en esta
lógica agonística. La lacra del poder financiero internacional constituye,
pues, una de las corporaciones más poderosas a nivel mundial. Y el poder
judicial estadounidense como el garante y legitimador de sus intereses. La
corporación financiera transnacional y la corporación judicial del Imperio se aúnan
en un mismo proyecto de dominación global. Por un lado, la dominación
económica; por otro, la dominación jurídico-legal. En el caso argentino dicho
proyecto de dominación tiene como consecuencia necesaria la anulación de la
Patria. En este sentido, la sempiterna consigna “Patria sí, colonia no” retoma
su sentido más denso: la aceptación de los dictámenes corporativos implicarían
la implosión de la Patria, su conversión
en colonia, es decir, la segregación de la comunidad en miríadas dispersas y
condenadas a la miseria, la extinción del Estado o (lo que es lo mismo) su
colonización por parte de los intereses corporativos. Y que quede claro: sólo
el Estado puede custodiar y resguardar los intereses de la Patria, es decir, de
la totalidad, de las grandes mayorías.
La lógica disyuntiva entre Patria y corporaciones, vale aclarar, no se
circunscribe únicamente a los embates corporativos que se dan desde “fuera”,
sino que involucra también a los que se dan desde “dentro”. La categoría de “cipayo”
que, hasta hace un tiempo parecía una mera pieza de museo en las vitrinas del
pensamiento local, recobra su potencia original: cuando vemos en los medios
hegemónicos de comunicación a candidatos opositores, a “técnicos” de la
economía, a conductores y periodistas hacer cargar las culpas sobre el Gobierno
Nacional, lo que vemos realmente es a los defensores de los intereses
corporativos transnacionales, los cuales, a su vez, y por medio de oscuras y
laberínticas asociaciones se encuentran ligados a los intereses corporativos
que operan “fronteras hacia adentro”.
El
entramado del complejo corporativo, por lo tanto, se extiende de manera
metastásica por entre las distintas instancias de la esfera social: poderes económicos,
poderes judiciales, medios de comunicación, partidos y frentes políticos, gremios
y sindicatos, incluso. La finalidad es la declinación de un proyecto colectivo
sustentado en la voluntad popular y que tiene como finalidad el bien común. Eso
es lo que llamamos Patria. Patria, democracia, soberanía, bien común, voluntad popular son conceptos ligados de manera intrínseca y que,
en su realización efectiva, se enfrentan necesariamente al proyecto de dominio
corporativo. Para lograr comprender la
lógica que subyace a este afán de dominio, hay una palabra esencial que devela la
verdad profunda de la corporación: “comercio”.
Convertir el mundo en un gran centro comercial, donde todo sea
intercambiable, vendible, donde la maximización de ganancias no se vea
interceptada por pruritos éticos, morales, políticos o ideológicos, donde el
hambre de millones, el saqueo de los pueblos, sólo sea un dato más dentro de una
transacción comercial, esa es la finalidad de los embates corporativos. Cuando el
economista, o más valdría decir el técnico del comercio, Federico Sturzenegger
dijo, al preguntársele sobre las exorbitantes tasas usurarias que favorecían a
los fondos buitres, que se trataba sólo de un dato secundario, no hizo más que
manifestar la lógica del comercio corporativo. No importan las consecuencias,
sólo importan los principios sagrados del comercio, donde la maximización de
ganancias, se trate de particulares individuales o de particulares corporativos,
justifican absolutamente todo.
La Presidenta de la Nación, en la Cadena Nacional del último lunes, dijo
que, a diferencia de la mayoría, no se sorprendió por la decisión de la Corte
Suprema Estadounidense, sino que, por el contrario, era la decisión que
imaginaba. No por nada, ella, Cristina Fernández de Kirchner, es la líder del
proyecto nacional y popular, su conductora indiscutible. Entre sus demás atributos
y virtudes, está el de conocer la lógica inmanente de los poderes que la
enfrentan. Ella conoce a sus enemigos, ella conoce, pues, a los enemigos de la
Patria.
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