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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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domingo, 8 de septiembre de 2013

Nada nuevo bajo el sol

opinión. Agora...a diario 08/09/2013





Maximiliano Basilio Cladakis

    Marx comienza su célebre Dieciocho Brumario con la conocida frase: "Hegel decía que la Historia se repite, al menos, dos veces, pero se olvidó de decir que lo hacía una vez como tragedia y otra como farsa".  Las palabras de Marx bien pueden dar cuenta del estado actual del mundo, en donde los últimos acontecimientos se encuentran deviniendo en un nuevo conflicto bélico que tienen como escenario un país del cercano oriente. Sin embargo, para este caso, la frase de Marx debería ser revisada en su última parte: tragedia y farsa no son polos antinómicos, sino que, por el contrario, se entrecruzan y nutren recíprocamente, en un espectáculo criminal, irracional, burlesco, genocida.

   La historia se repite, sí, pero en su carácter trágico y farsesco al mismo tiempo. Los mismos protagonistas, las mismas víctimas, las mismas falacias empleadas como "argumentos". Estados Unidos prepara su invasión contra Siria, Europa se arrastra sicariamente a besar los pies de su Amo para asegurarle que va a estar siempre de su lado, un pueblo "no occidental" (es decir, ni europeo ni estadounidense) espera los bombardeos de sus "libertadores". Hasta el pretexto es el mismo: Siria tiene "armas químicas". Lo mismo se dijo de Irak. En ese momento, el presidente de la principal potencia bélica del mundo sostenía enfáticamente "¡Si no tienen armas químicas que lo demuestren!". Se pedía lo imposible, lo que se contrapone a los más elementales principios de la lógica: demostrar la existencia del no-ser. Sin embargo, no importaba, Estados Unidos "sabía", el Imperio siempre "sabe", aunque luego se demuestre lo contrario (como se demostró, pues, que Irak no tenía armas químicas). Sin embargo eso no importa, el Imperio se puede contradecir a sí mismo y nadie puede recriminárselo. El Imperio es, pues, saber y poder absolutos.

   Hoy ocurre lo mismo, Estados Unidos "sabe" que Siria tiene armas químicas y su saber es tal que no debe ni siquiera demostrarlo. Europa le cree, como el más fiel de los devotos. Estados Unidos es, en efecto, el Dios  cuya Palabra es un pecado juzgar. Europa anhela, mediante una fe irrevocable, adquirir algún lugar en aquel Cielo tachonado de barras y estrellas. Mientras tanto, se prepara una nueva y sangrienta hecatombe. Claro, la sangre que correrá no será ni occidental, ni europea (o estadounidense, es lo mismo), ni cristiana, será simplemente sangre bárbara. La Revolución Francesa terminó con la división entre la "sangre azul" y la "sangre roja", pero el imperialismo trajo consigo una nueva división hematológica: la "sangre civilizada"  y la "sangre bárbara", no se diferencian por el color, sino por algo más inefable, esotérico, casi tanto como el saber del Imperio; es decir, el saber de Dios.

   Y, por ello, a pesar de Marx (y quien escribe es un marxista convencido y confeso), la tragedia y la farsa se dan la mano. Se dan la mano tanto en el pasado como en el presente, y como, casi seguramente, también lo harán en el futuro. Sin embargo, la tragedia es para unos y la farsa es para otros. La tragedia es para aquellos que reciben las bombas, el fósforo blanco, las torturas, las violaciones. La farsa es para los que se otorgan, entre ellos mismos, nóbeles de la paz, para los que hablan de derechos humanos, de democracia, de diversidad, para los que juegan el juego de "progresistas" o "conservadores", de "izquierdas" o "derechas" danzando sobre los millones de cuerpos insepultos que cubren las tres cuarta parte del planeta; cuerpos que son, a su vez, la condición necesaria para que estadounidenses y europeos puedan seguir manteniendo su juego. En última instancia, tal vez eso sea lo único importante y nosotros (latinoamericanos, asiáticos, africanos) no lo podamos ver: que "ellos" puedan seguir jugando. 

    Se equivocan, por tanto, todos aquellos que temen que la invasión a Siria podría desencadenar un estallido bélico a nivel mundial. A ellos nos les va a pasar nada, como nunca les ha pasado en los últimos setenta años.  Les va pasar a los otros, no a ellos. Ellos están seguros, la tragedia no los tocará. Su vida es la farsa, no la tragedia. Y lo saben, en los más íntimo de sus conciencias lo saben. Sartre, aquél europeo tan odiado por los europeos y tan estimado por los no "europeos", se los ha dicho más de una vez en la cara. Tal vez esa sea una de las razones por las cuales su obra ha sido arrojada al mayor de los ostracismos en los círculos académicos internacionales.

    Alguien dijo alguna vez que las tragedias de los hombres, son la comedia de los dioses. Es así, las tragedias del mundo no-occidental, son el carnaval farsesco del mundo civilizado. Siempre ha sido así. Y en el caso, más que probable, en que se lancen las bombas sobre Siria, seguirá siendo así. Los perderos serán los de siempre, los ganadores también.  Como dice el viejo adagio del Eclesiastes: nada nuevo hay bajo el sol.





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