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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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miércoles, 20 de febrero de 2013

La Idea de Europa

opinión. Agora...a diario 20/02/2013




Maximiliano Basilio Cladakis

   El Manifiesto por la Unión, publicado por un grupo de intelectuales del Viejo Continente, se abre en una doble dimensión en donde la crítica al neoliberalismo convive con la antigua idealización de Europa como portadora de civilización y valores humanitarios. Por un lado, el texto presenta críticamente el estado en que se encuentran varios países europeos (se hace especial hincapié en Grecia e Italia) y la forma en que la unidad monetaria se dio sin un proyecto político común que fundamentara dicha unidad. Por otro lado, hay un llamamiento a recuperar la “esencia”  de la antigua Europa que  supo ser  un faro en el mundo para iluminar a los pueblos en el camino de la democracia y el humanismo. Son citados como ejemplos la Revolución Francesa, Víctor Hugo, la solidaridad de Europa Occidental con la Europa Cautiva (léase la Europa Comunista), el Derecho Romano, Pushkin y Lord Byron. Precisamente, el manifiesto comienza con la severa advertencia de que “Europa no está en crisis, está muriéndose, no Europa como territorio, naturalmente, sino Europa como Idea”.

   Si bien las críticas al monetarismo y a la instauración del neoliberalismo como modelo hegemónico son correctas y describen de manera adecuada (al menos según el criterio de quien escribe) las causas de la situación en que se encuentran Grecia, España, Italia y Portugal, el texto se funda en una idea de Europa que no sólo resulta irrisoria, sino, sobre todo ofensiva. Irrisoria, porque sus autores parecen almas bellas poseedoras de una ingenuidad tal que reduciría la historia de Francia a la magnificencia de las obras de Hugo, la de Alemania a la suprema genialidad de Hölderlin,   la de Inglaterra a la dionisiaca exuberancia de Byron; la Historia de Europa sería, entonces, la Historia de la Belleza, la Cultura, la Democracia y la Humanidad. Ofensiva, porque oculta (consciente o inconscientemente) el otro lado de la Idea de Europa: el colonialismo, el saqueo de los pueblos no-europeos, las matanzas, los genocidios, en suma, los mayores crímenes realizados en la historia de la humanidad. El propio Sartre (un europeo) reconocía, en uno de sus textos más lúcidos: “nosotros, europeos, nos hemos hecho hombres convirtiendo a los demás en monstruos”. Efectivamente, a la Francia de Hugo, la fundamenta y sostiene la Francia de Argelia, a la Inglaterra de Byron, la Inglaterra de la India y del Apartheid; más adelante, a la Alemania de Hölderlin, le seguirá la Alemania del Holocausto.

   La Idea de Europa que melancólicamente añoran los intelectuales que firmaron el Manifiesto tiene, pues, un “otro lado” que la posibilita y fundamenta, pero que los autores ignoran, y si no la ignoran, la callan. Asia, África y América Latina han sostenido históricamente la Idea de Europa con la sangre de millones. Europa como “faro del mundo” sólo ha sido posible a partir del saqueo de los pueblos no-europeos. Sus riquezas económicas, culturales, políticas, incluso su dulce humanismo “puertas adentro” fueron posibilitadas a partir de la opresión y explotación de no-europeos.  En el caso de América Latina, hay un texto (traducido en decenas de idiomas y que este grupo de intelectuales parece no conocer) que describe perfectamente lo que Europa ha significado para nuestra región: Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. No hace falta describir lo dicho en esta obra, sino tan sólo señalar que en ella se ve claramente la forma en que, al ser “descubierta” (como si no existiera antes de la llegada de los europeos), América se inserta en el mercado mundial como agente subordinado a los designios e intereses de las potencias mundiales. En este sentido, la inclusión de América en el “mundo”, significó la exclusión de millones de seres humanos. Nuestro Continente sólo era comprendido como proveedor de recursos, tanto naturales como humanos, para la satisfacción de las necesidades europeas. América (al igual que Asia y África) no importaba en tanto tal, ni tampoco los millones de seres humanos que habitaban su territorio, sino tan sólo en cuanto sirviesen a Europa. En términos hegelianos, Europa era el sujeto de la Historia, América sólo su objeto.

   Europa como Idea fundamentó, históricamente, el colonialismo primero, y el neocolonialismo, después. Europa, sea España y las misiones evangelizadoras, sea Inglaterra o Francia y la comprensión de la civilización como capitalismo y libre mercado, legitimaron sus políticas criminales sobre los demás pueblos del mundo a partir de la afirmación de sí mismos como portadores de un progreso universal y unidireccional, como representantes del estado más avanzado de la humanidad. Europa se enriqueció mientras los demás se empobrecían y caían en niveles inimaginables de miseria, hambre e ignominia. La Idea de Europa se levantaba de manera colosal sobre un mundo del que era faro y sus habitantes se volvían cada vez más humanos, más cercanos, o bien a Dios, o bien a la Idea Eterna del Hombre, pero del otro lado, las sombras crecían y los hombres se convertían en menos que bestias.

   Afortunadamente, y a pesar del lamento y de la indignación de algunos intelectuales, Europa como Idea está muriendo, al mismo tiempo que América Latina y otros pueblos no-europeos se están convirtiendo en protagonistas de su propia historia. Esperemos, que esta vez, la muerte de la Idea de Europa sea definitiva y que Europa sepa reconocerse como un conjunto de pueblos entre otros conjuntos de pueblos

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