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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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domingo, 9 de diciembre de 2012

Un espectro recorre la Argentina, el espectro del neoliberalismo

opinión. Agora...a diario 09/12/2012



 Por José Antonio Gómez Di Vincenzo

En el ya antológico y de culto 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx retoma una famosa tesis hegeliana y la complementa con una proposición propia, para mostrar cómo, en sendas oportunidades, la historia puede repetirse pero como una caricatura de los hechos pasados. El cabezón barbado expresa allí que “Hegel ha dicho alguna vez que todos los hechos importantes de la historia universal es como si ocurrieran, digamos, dos veces. Pero omitió añadir: primero, como tragedia, y después, como farsa.”

Esta semana la farsa se hizo presente una vez más en nuestra propia historia. Otra vez sopa… La cámara extendió la cautelar. Historia que se repite. ¡Chocolate por la noticia! Todos los cuadros y estrategas del Frente para la Victoria se la veían venir. Cada vez más cerca del ridículo, un importante sector de la justicia se afianza como cuida de los intereses de la empresa. ¡Bienvenidos al mundo real sean los ingenuos y las carmelitas descalzas que todavía creían que la justicia es ciega y neutral!

Ahora bien, me interesa tomar un poco de distancia de la cuestión coyuntural y, en la medida de mis posibilidades, elaborar un análisis entrándole de lleno a las cuestiones, que según creo, son de fondo. Coincidiendo con los intelectuales de Carta Abierta y otros actores del escenario político y de la opinión publicada creo que lo que tenemos es una movida destituyente en marcha y que el estiramiento de la cautelar juega sólo como una estrategia de la corporación económica (punta de lanza de intereses económicos mucho más densos) para ampliar la cancha donde se da el juego de la disputa por el poder.

Sin embargo, hay algo más, algo más denso que se oculta allí. Y eso ya no tiene que ver con el retorno de la historia hacia delante, pretendiendo repetirse y culminando en términos de caricatura, sino con un repliegue sobre sí misma, una vuelta de página hacia atrás, hacia los noventa, para tomar un nuevo envión y llenar las páginas en blanco del futuro con las letras mezquinas del neoliberalismo. En efecto, el espectro que acecha es el fantasma neoliberal con su exaltación de la economía de mercado y la negación de la política y del Estado.

Existe una cuestión colateral cuyo nexo con el todo y el asunto particular de la cautelar pasó desapercibido. Ahora resulta que parte de la derecha autóctona, alineada con el Pro macrista, se quiere anotar el poroto de representar los ideales revolucionarios acaparando la palabra «revolución» y utilizando, como fetiche, la imagen del Che. En efecto, unos chicos bien Pro comparan al Jefe de Gobierno de la CABA con el Che Guevara. Lo hacen mediante unas camisetas en las que puede leerse la proposición “Macri es revolución” y verse la cara del político neoliberal incrustada en la silueta del Che con su clásica boina de barricada. Está claro que la cosa merece todo un artículo. Por ahora, más allá de lo hilarante de la cosa, quiero tomar sólo algunos aspectos de la cuestión para el análisis: el uso del lenguaje y el intento de apropiación del término «revolución».

Hay todo una cuestión interesante para examinar si uno se centra en cómo se utiliza el lenguaje en política. La historia del concepto revolución no puede separarse de la historia del modo en que la palabra misma se ha usado. En primer lugar, los orígenes de la palabra misma del latín tardío, como sustantivo que deriva del verbo «re-volvere», en el sentido de «girarse hacia atrás» y de ahí también «desenrollar», «repasar», «repetir», y «reflexionar»; de aquí los ulteriores significados de «volver» y «retornar». En segundo lugar, el empleo del sustantivo «revolutio» como término técnico en astronomía (y en matemáticas), que comienza con el latín de la Edad Media. En tercer lugar, la introducción gradual de «revolución» en sentido político, para significar un proceso cíclico o el flujo y el reflujo, en el sentido de volver a cierta situación anterior, y eventualmente para indicar un «derrocamiento». En cuarto lugar, la asociación de «revolución» con el proceso de derrocar algo en el campo de los asuntos políticos, y la subsiguiente eliminación en el significado de «derrocamiento» de las connotaciones cíclicas de «revolución»; por esta época, la palabra «revolución» se usó para indicar un acontecimiento extraordinario. De gran importancia en el desarrollo de la noción de revolución fue el reconocimiento bastante temprano de que en Inglaterra había habido una revolución (la Gloriosa, de 1688) y que en el campo de la ciencia se estaba produciendo una revolución. A comienzos del siglo XVIII, se creía que iba a haber revoluciones (en un sentido muy parecido al que podemos tener hoy día) no sólo en lo tocante al Estado, sino también, en el terreno intelectual y cultural, en especial en el desarrollo de la ciencia; se difundió la conciencia de que se había producido una revolución en la ciencia en la época de Newton. Durante los siglos XIX y XX, el nombre «revolución» se aplicó a una serie de acontecimientos revolucionarios sociales y políticos, hubieran o no tenido éxito. Se constituyó también un cuerpo de teoría de la revolución, con el acompañamiento de la formación de un movimiento revolucionario dedicado a poner en práctica la teoría a través de actividades de grupos organizados de revolucionarios comprometidos. Sobre todo surgió el concepto de revolución «permanente» (continuada o en marcha), más que el de una revolución consistente en una serie de acontecimientos totalmente independientes dentro de un breve intervalo de tiempo. En el siglo XX, una sucesión de revoluciones mayores y menores ha hecho que todo el mundo tomara conciencia clara de las revoluciones como rasgo regular del cambio político, social y económico.

No caben dudas, la burguesía es la clase más revolucionaria de la historia. Hizo las grandes revoluciones del siglo XVIII y XIX, hizo que la historia adelante. Pero suele volverse conservadora una vez en el poder, una vez que ha logrado los cambios que le permiten reproducir su poder estructural económico, la cultura y tornar hegemónica su visión del mundo.

La apelación al término «revolución» en la juventud Pro es interesante más allá de toda cuestión ligada con el marketing (cuyo tratamiento escaparía a los límites impuestos para este trabajo). El término es caro al burgués conservador y tiene esta doble densidad. Efectivamente, representó un paso adelante en la historia cuando la burguesía derribó el vetusto régimen feudal o los vestigios que de él quedaban en los modernos Estado-Nación. Pero también, representó un cuco cuando el que azotaba era el espectro del socialismo o el comunismo.

Sea como sea, el uso Pro de «revolución» se emparenta, a mi entender, más con su modalidad arcaica que moderna. «Revolución» en el imaginario derechoso Pro es «volver», «retornar». De este modo, el concepto expresa un proceso cíclico o el flujo y el reflujo, en el sentido de volver a cierta situación anterior, la época de la hegemonía neoliberal en Argentina, período en el que el dios mercado y la mano invisible (tan invisible como dios) impusieron el ritmo de la historia y dejaron rezagada la política o la diluyeron por completo.

Más allá, la cosa más que representar una vuelta en forma de farsa me parece que significa todo un desafío para quienes pretenden mantener bien alta la bandera de la transformación social que comenzó en el 2003, una insignia que pone en el centro el valor de la política y la praxis.

Gramsci hacía la siguiente evaluación de la relación política y economía en su trabajo “El príncipe moderno”. Decía:

“La política es acción permanente y da origen a organizaciones permanentes en la medida, precisamente, en que se identifica con la economía. Pero se diferencia de ésta y por ello puede hablarse separadamente de economía y de política y puede hablarse de pasión política como un impulso inmediato a la acción que nace en el terreno permanente y orgánico de la vida económica pero lo supera [resaltado por JAGD] haciendo entrar en juego sentimientos y aspiraciones en cuya atmósfera incandescente el cálculo mismo de la vida humana individual obedece a leyes distintas de las del provecho individual, etc.”

La sumisión de la justicia a las corporaciones económicas claramente evidente luego de un nuevo bochornoso acto de prorrogación de la cautelar pone de relieve en términos concretos la aspiración práctica de un grupo por torcerle el brazo a un poder político democrático legitimado con la voluntad popular en las urnas. Por arriba de las instituciones, un partido de derecha pretende apuntalar desde el discurso la vuelta a la selva neoliberal donde la política es un estorbo para los depredadores a quienes representan.

Así, el poder económico y sus agoreros multimediales (reporteros y políticos)  con sus acciones ponen sobre el tapete un gran problema: las instituciones modernas democráticas, los modelos de organización y administración modernos, en la coyuntura actual, en esta fase del desarrollo capitalista, no están logrando constituirse como formas de expresión de la voluntad general, como formas de llevar adelante la praxis, cuando en el poder están los representantes de la porción del pueblo que desea ir hacia un rumbo sinuoso para los intereses de las corporaciones. (Dejo para otro artículo el problema de la representatividad aclarando que ríos de tinta corren sobre la cuestión)

Tenía razón el gran marxista sardo cuando decía que si la economía domina la práctica y la política no logra imponerse, a lo sumo explotaremos en partículas individualistas en una guerra de todos contra todos donde los vencedores serían los más fuertes.

Cuando el poder es ejercido por las corporaciones desde un gobierno neoliberal, está todo bien, las instituciones funcionan aceitadamente, hay institucionalidad. La hubo para hacer pelota el Estado, para que todo se privatice, para que la educación pública y la salud pública se hagan trizas, para que explote el ejército de reserva de desocupados. Cuando el gobierno lo ejerce quienes desean limarle poder a los grupos económicos, llevando a cabo políticas inclusivas, frente a la imposibilidad del golpe militar, a como dé lugar, destituir es la consigna de la derecha neoliberal, neoconcervadora. Hacer estallar la democracia desde adentro, sin golpear sino debilitando al gobierno y mostrando, por ejemplo, que una ley promulgada luego del debate en el Congreso Nacional, una ley de la democracia, puede no cumplirse si se tiene suficiente fuerza como para torcer la voluntad de los hombrecillos que imparten justicia y operar sobre las subjetividades, explotando el analfabetismo político de la gente ingenua, repitiendo las mismas infamias y mentiras desde el multimedio para lograr cooptar sus voluntades.

La salida a este embrollo consiste, a mi entender, en seguir profundizando las transformaciones desde la política y con las instituciones pero en dos sentidos: más cambios estructurales que debiliten el poder de los grupos concentrados de la economía y reforma constitucional. No me refiero al chiquitaje de la re re. Voy a fondo, porque tenemos una Constitución neoliberal que no da para más si se quiere hacer que la historia vaya definitivamente hacia delante.




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