Ágoraa diario la arena política

realidad en blanco y negro...

Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

**********************************************************************************************

domingo, 4 de noviembre de 2012

El 8N del no

opinión. Agora...a diario 04/11/2012






Por José Antonio Gómez Di Vincenzo

Allí está, aparece en el horizonte inexorablemente. La espontánea marcha al son de las cacerolas se hará realidad con la fuerza teleológica de los fines preestablecidos. Al llamado del deber acudirán sonámbulos, tilingos, golpistas, ingenuos portadores de reclamos legítimos, operadores del Pro, la Coalición Cívica, algunas ratas de albañal. 
Difícil para el cronista sostener la escritura sin dar muestras cabales del hartazgo, difícil dejar pasar la cosa como si no tuviera importancia. 

Siempre es bueno aclarar desde dónde uno se para, para construir sus argumentos. Es como un acto de honestidad. Entre líneas, siempre está la posición del que escribe. Pero en ciertas oportunidades es conveniente hacer bien explícito el mensaje para después avanzar en la reflexión. 

Entre los tipos que organizan y promueven el 8N (para saber quiénes son basta consultar los medios opositores a los corporativos) y este escriba hay algo especial, una distancia, un vacío que impide todo tipo de nexo, acercamiento, diálogo. Con los promotores de la no política, esos que convocan a la marcha espontánea recomendando a sus ingenuos interlocutores que acudan sin dar muestra de filiación partidaria, esos que pretenden igualar a la masa cacerolera, uniformarla, no se puede construir espacio alguno para debatir proyectos. Porque el debate, además de enfrentar distintas posiciones, se construye sobre un piso común, sobre el acuerdo en el disenso. Los instigadores del cacerolazo del jueves que viene eligieron correrse de la política y convocar a la destitución, la desobediencia, la provocación. No dan la cara, se escudan tras la virtualidad. Aplanan, licúan, operan sobre la pluralidad desde la homogeneidad de un discurso vacío de contenidos proyectivos, lleno de rezongos particulares.

Es de notar que uno separa la paja del trigo. No es lo mismo el activista mediático oculto y su reproductor anónimo que el ciudadano enojado que acude dándole maza a la cacerola. Al menos, no lo es en buena parte de los casos. Hay de todo aunque se intente uniformar. La convocatoria pretende unir una pluralidad casi infinita de rezongos, arriar para ir al choque con el gobierno elegido hace un año democráticamente. Hay una finalidad en los que dan manija y mil finalidades en quienes ponen el cuerpo para que finalmente lo virtual tenga densidad carnal. Porque lo vaporoso se disuelve en la nada, no golpea. Es una masa de puntos unidos sólo por la virtualidad, una masa que se constituye sólo por la bronca, en la que tantas particularidades no hayan sentidos compartidos que se sobrepongan a la atomización, para actuar como sustento de un proyecto en el que cada reclamo obtenga solución. Lo que aglutina es el no, negación que no implica movimiento dialéctico. Un "no" histérico cuyo "sí" jamás aparece como superación de lo establecido.

Pero aquellos que deberían coadyuvar a la construcción de un discurso común y al blanqueo de un proyecto distinto están diluidos en una virtualidad hipervincular que se volatiliza a los ojos de los convocados y de quienes estamos fuera de la convocatoria. No se expone la organización. No hay un Macri, un Reutemann, un Cristo que ponga el cuerpo, mucho menos la voz. No hay sacrificio, no hay pastor. Solo ovejas descarriadas en una planicie donde la hierba otrora abundante comienza a retacear. Y en los confines de la comarca, solo el líder negativo, aquel que se debe también negar.

La pseudo espontánea danza de las cacerolas es también una planicie de puntos aparentemente contactados sólo por la bronca. No hay jerarquías. No hay una arbórea clasificación de temas, estrategias ni de líderes o conductores. La pura apariencia queda fijada sólo por una marca, la de un 8N en el calendario y un conjunto de diseños, por ahora virtuales, que se plasmarán en cartelitos que darán cuenta de alguna que otra idea o reclamo. ¿Qué difícil cuando lo único que tiene densidad, realidad concreta, dureza y rigidez es lo que se busca negar?

“Somos iguales… somos argentinos”, proponen como leyenda para el cartelito. Y nuevamente se apela a la uniformización detrás de un nombre vaciado de contenido. ¿Iguales a quiénes somos? ¿Quiénes somos esos iguales que nos escudamos como un colectivo en la primera persona del plural? ¿Somos iguales entre nos? ¿Somos estos iguales los que somos los argentinos? 

Desde un punto de vista dialéctico, la identidad anula el movimiento. La igualación deja quieta la historia. Y la igualación que pretende sobreponerse a la tajante marca que dejan los guarismos democráticos responde a un deseo más que una realidad. Iguales éramos todos cuando carecíamos de derechos y podíamos ir a parar a un campo de detención por expresar nuestra diferencia. 

Lo cierto es que no somos todos los argentinos iguales y que quienes van a hacer sonar la cacerola tampoco lo son. Hay una gran cantidad de gente que está muy poco de acuerdo en que la cacerola exprese una voluntad de cambio democrático, un proyecto alternativo de gobierno y país. Hay un estallido en múltiples guarismos aún entre quienes se enfrentaron democráticamente al gobierno.

“El 54% no les dio el poder… les dio el deber”, reza otro diseño para los espontáneos cartelitos que llevarán los indignados argentinos caceroleros. Interesante filosofía la que subyace en la proposición. Más allá de lo risueño que parece el dictado cuando uno comienza a notar que tras la frase parece estar la mente de un milico frustrado, resulta interesante la concepción que se tiene del funcionamiento de las instituciones. En esta contraposición del deber con el poder hay mucho del imaginario golpista que atraviesa a quienes están dándole máquina a la marcha. Se debe hacer algo que ya está escrito, que es un a priori. Se debe ser bueno, se debe actuar según el imperativo. Se debe obedecer el mandato. Se debe ir para donde se define como el mejor lugar, el mejor camino fijado. Se debe cumplir con la ley, esa que está escrita a fuego en la roca y que viene del más allá. Se debe cerrar los ojos y cumplir el deber fijado por una justicia también ciega. Y el deber del gobierno no es cumplir con aquello por lo cual se le dio el poder tras el acto democrático de elegir en las urnas sino el de hacer las cosas bien, que son las cosas que no está haciendo, que son las que convienen a quienes postulamos aquello que a priori se define como orientando el deber. 
En rigor el gobierno tiene el poder y lo está haciendo valer en el Congreso. El gobierno avanza porque tiene el poder que le dio la suma de voluntades en las urnas. Y el gobierno debe seguir adelante construyendo poder. Porque este y cualquier gobierno, del signo que sea, tienen que hacer aquello por lo cual se lo votó, y para hacerlo tiene que tener poder, mucho más poder que el de esa minoría corporativa mediática que pretende fijar el deber monopolizando medios porque otrora lo fijaba, ponía las condiciones apretando gobiernos.

Y ahora sí podemos volver nuestra mirada para ver quién está detrás de la virtual apariencia de horizontalidad, espontaneidad, igualdad, homogeneidad de voluntades. Son los mismos de siempre, los que fueron siempre por detrás, acortando caminos, chicaneando, golpeando, destituyendo, achicando la distancia, disolviendo el poder institucional desde el poder fáctico. Son esos que no se bancan el poder de la praxis transformadora, el que hace camino al andar, el que no anda con vueltas, el que pretende hacer historia.












No hay comentarios.: