Ágoraa diario la arena política

realidad en blanco y negro...

Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

**********************************************************************************************

domingo, 28 de octubre de 2012

Cuesta abajo en la rodada

opinión. Agora...a diario 28/10/2012

Por José Antonio Gómez Di Vincenzo





Parece lejos, parece no haber pasado…

Los temas se apilan, las cosas pasan. Esta cuestión, este desafío de llenar todos los domingos por la mañana al menos una página con opiniones, argumentos y cada tanto, alguna que otra idea interesante, no puede dejar de lado el retome de algunas cuestiones ya muy pretéritas. Y aunque por obra y gracia del destino, ese devenido bufón dominguero al que alguna vez llamamos periodista haya logrado estar en el tapete toda una semana por el daño causado el domingo pasado por la noche, este cronista siente la necesidad de traerlo nuevamente a escena y hacer alguna evaluación. Lanata lo merece.

Parece lejos, pero alguna vez irrumpió como un referente del progresismo en la escena periodística. Eran los noventa, cuando posicionarse en ese lugar desde un contrapunto con el poder neoliberal era un juego de niños. En el colectivo había progres y progres. Los críticos, los que se cargan en su humanidad la obligación de llevar adelante una praxis transformadora junto con los que se suben al colectivo por la ventana y, digámoslo de una vez, aprovechan la volada. Ser progre puede ser un estilo de vida, como comer sushi, como asegurar tener un amigo chino para darse tono de defender las culturas foráneas; pero también, como dejar la salud y morir por una idea.

Nuestro personaje representó, en su momento, la ola de denuncias contra la corrupción que se había hecho carne en el modelo neoliberal del menemato. Investigador persistente, encontró letra en la pútrida política del momento. Su aporte a la política transformadora y crítica pasaba por allí. Era como pescar en un estanque y con poquita agua. Corrupción por todas partes, chocolate por la noticia.

Ahora bien, en la época de la negación de la política, el periodismo lanatiano carecía también de densidad. Hagamos memoria. Jamás nuestro juglar se caracterizó por hacer análisis profundos, emplear argumentos y categorías conceptuales potentes, ni por elaborar tesis que transcendieran el show mediático. En la era de las puestas en escena y los espejitos de colores, el príncipe riojano tenía su contracara televisiva. Rodeado de tipos idóneos, Lanata podía hacer su circo y darle algún sentido.

Hoy, Lanata queda fuera de foco. Viene cuesta abajo en lo que hace a la seriedad y credibilidad, aspectos casi tan importantes como el aire que se respira, si de periodismo se trata. Parece no haber pasado que en un momento, el sujeto era un referente para honorables hombres de prensa. En la época de la política densa, profunda, donde se juegan intereses importantes, el antes representante del progresismo enarbola las banderas de los poderosos y descalifica a los luchadores sociales.

Las peripecias ideológicas de nuestro nuevo saltimbanqui mediático descolocan a aquellos que en su momento lo creían un tipo con valores férreos. Como decía aquél gran comediante, al que nuestro bufón por supuesto no le llega ni a los talones, “estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”.

Lanata ya no es solo un atleta del slalom ideológico. Es un tipo que perdió su identidad. Cuesta abajo en la rodada, sus ilusiones pasadas ya no se pueden arrancar. Y el hombre se hizo añicos frente al personaje caricaturesco.  Y hoy por hoy… ¿Quién puede asegurar que el Lanata de los noventa era real? ¿Quién puede sostener que decía la verdad? Si la esencia del sujeto es la mentira y la búsqueda de protagonismo a cualquier precio, ¿cómo saber si este papanatas de hoy no fue el papanatas de siempre?

Los antiguos juzgaban importante mantener la palabra. La palabra como una herramienta primordial a la hora de dedicarse a esta honorable profesión de cronista. Todavía más, si uno se posiciona en el lugar del intelectual orgánico. La palabra por sí sola no basta. Tiene que ser densa, palabra que crea nuevos mundos, que transforma la realidad. Como un abracadabra sostenido por una toma de posición basada en valores y un compromiso con la praxis.
Para algunos protagonistas de la realidad, que todavía desde humanitarios sentimientos quieren rescatar al hombre detrás del payaso, en las horas de soledad Lanata canta aquellos versos que dicen: Sueño con el pasado que añoro, el tiempo viejo que lloro y que nunca volverá.

Otros, menos sensibles, lo recatan como un pelotudo mentiroso al que ya no vale la pena seguir, ni dedicarle un párrafo.

Este cronista cree que, a pesar de todo, el hombre que perdió su rostro detrás de la máscara merece ser tenido en cuenta. Por el daño que hizo, por el que puede seguir haciendo, desde una tribuna en la cual se defienden intereses corporativos contrarios al de las clases populares.




No hay comentarios.: