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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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jueves, 13 de septiembre de 2012

Argentina y el cambio de época

opinión. Agora...a diario 13/09/2012




Maximiliano Basilio Cladakis



   En una frase que, seguramente, quedará en los anales de la historia y la política latinoamericanas, el Presidente de Ecuador Rafael Correa señaló que estamos viviendo un cambio de época. Efectivamente, en los últimos años, varios países de América Latina han sido testigos de una serie de transformaciones que han dado inicio a la constitución de un nuevo paradigma económico, político, social y cultural. En unos con mayor celeridad, en otros de manera más pausada, con avances y retrocesos, con contradicciones y claroscuros, la región ha comenzado a dejar atrás la larga noche neoliberal que, instaurada a sangre y fuego a mediados de los ´70,  había llegado en los ´90 a su concreción más acabado.  Se trata de procesos populares arraigados en las experiencias y características propias de los pueblos, de miradas e idiosincrasias particulares, irreductibles e intransferibles unas a otras, pero que comparten un horizonte común de expectativas y proyectos. La apuesta por un modelo de inclusión social que termine con los bolsones de pobreza,  el objetivo de industrializar y tecnificar la economía para lograr salir de la lógica neocolonial en los términos del intercambio comercial internacional, el rechazo y la crítica a las premisas ideológicas del Consenso Washington, la férrea voluntad de constituir a América Latina como una fuerza de peso en el ámbito de la política global, la defensa irrestricta de la soberanía y la dignidad nacionales, son algunos de los elementos constituyentes del horizonte común de dichos procesos.

 Argentina no ha estado al margen de esta serie de transformaciones. La emergencia del kirchnerismo, tras la debacle del 2001, ha significado la apertura  de un proceso de cambios profundos que, no sin tropiezos ni resistencias, avanza hacia la consolidación de un modelo radicalmente diferenciado del neoliberalismo.  Prueba de ello es que, prácticamente,  a cada una de las políticas “emblemáticas” del modelo neoliberal, es posible contraponerle una política “emblemática” del modelo inaugurado por el kirchnerismo. A la desindustrialización de la economía, se le contrapone la defensa de la industria nacional; a la privatización de los fondos jubilatorios, su reestatización; a las leyes de flexibilización laboral, la ampliación de los derechos laborales; al recorte del presupuesto educativo, la creación de escuelas y universidades; y así, se podría continuar con un largo etc. Sin embargo, no se trata de políticas aisladas, o azarosas. Por el contrario, donde los medios hegemónicos ven gestos “populistas” o “demagógicos”, lo que realmente se encuentra aconteciendo en nuestro país es una transformación global en la forma de pensar el rol del Estado, de la ciudadanía y de la democracia, un cambio de paradigma a nivel estructural.

 Es desde esta perspectiva que hay que comprender muchos de los ataques (hablamos de “ataques” específicamente y no de “críticas”) que se realizan contra el Gobierno Nacional. Así como el neoliberalismo tuvo damnificados  (representados por la mayoría de la población), tuvo también sus beneficiarios. Sectores del capitalismo financiero, grupos económicos transnacionales, oligopolios mediáticos, especuladores profesionales, se vieron favorecidos por la “liberación” de la economía, por el desguace del Estado y por el desmantelamiento de la industria nacional. El cambio de paradigma hiere, necesariamente, sus intereses. La transformación de la Argentina en un país más equitativo e inclusivo hace mella en la lógica del privilegio a la que responden los sectores concentrados de poder. Efectivamente, se trata de dos lógicas enfrentadas. Por un lado, el bien común como máxima a partir de la cual actuar y juzgar; por otro, la primacía de los intereses particulares y minoritarios por sobre toda otra cuestión.

  Precisamente, la oposición entre las dos lógicas atraviesa a América Latina. En los países de en donde los procesos transformadores han alcanzado el gobierno, los sectores económicos, políticos y sociales que se articulan en ese colectivo conservador que suele denominarse “establishment” intentan horadar, deslegitimar y destituir dichos gobiernos para retrotraer las realidades nacionales a los tiempos en que su hegemonía era indiscutible. Con esta finalidad emplean medios omniabarcadores, desde el terrorismo mediático al terrorismo económico, pasando por procesos pseudo institucionales y “golpes suaves”.  La Argentina ha sido prueba de ello en los últimos meses. Los intentos de “corridas” del dólar y la emergencia del mercado negro a un primer plano (legitimada por los medios de comunicación a partir de clasificaciones como “paralelo” o “blue”), los minoritarios cacerolazos y las agresiones a periodistas por parte de manifestantes de Recoleta, Barrio Norte y Belgrano, el intento de toma de la legislación bonaerense por parte de las patronales rurales y los consiguientes lock out, se articulan en un relato mediático que los homogeniza en la idea de que la Argentina se encuentra a un paso del abismo y de que la voluntad popular que se expresó en el cincuenta y cuatro por ciento de las últimas elecciones cometió un gran error.

  En este contexto, el kirchnerismo y los demás procesos latinoamericanos tienen la doble necesidad de defender y profundizar lo logrado hasta ahora para continuar legitimándose frente a la población ante a los embates del “establishment”. Para ello se torna necesario el afianzamiento definitivo de los proyectos nacionales fundamentados en la inclusión social y la integración de los países de América Latina en un proyecto regional que sea superador de las lógicas de mercado y logre borrar definitivamente los resabios, aún existentes, de la inequidad y la dependencia.







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