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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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martes, 5 de junio de 2012

Allende, el más grande

opinión. Agora...a diario 05/06/2012



Roberto Pizarro


El ex Presidente Aylwin afirma que Allende no fue un buen político, “porque si lo hubiese sido no habría pasado lo que pasó”. Error. Balmaceda fue buen presidente y también terminó derrocado porque desafió los intereses conservadores. Jacobo Arbenz fue un buen presidente en Guatemala, pero como no coincidía con los intereses de los Estados Unidos le dieron un golpe de Estado. Allende cumplió sus compromisos con el pueblo y por ello fue derrocado. Por tanto, fue un político consecuente, uno de verdad, de esos que escasean hoy día.

Es curioso lo que sucede con Aylwin. Aplicó la política de “la medida de lo posible” frente a Pinochet; pero, no fue capaz de adoptar el mismo camino frente a Salvador Allende. Soberbio ante el hombre digno; sonriente y complaciente ante el tirano. Eligió la conjura, en apoyo a los militares, como la mayor parte de los democristianos. Se la hemos perdonado, pero no hemos olvidado. Reconocemos su papel en la transición. Fuimos generosos en aceptar sus excesivas transacciones políticas. Pero ello no le permite decir cualquier cosa, y menos atacar a un hombre digno.

Allende fue un buen político. Mientras la guerra fría dividía al mundo y las empresas norteamericanas expoliaban nuestras riquezas básicas, el Presidente pudo comprometer a toda la clase política, incluida la derecha, para nacionalizar las minas de cobre, mediante una ley en el Parlamento. Al mismo tiempo, la reforma agraria se profundizó con las mismas leyes que había aprobado Frei Montalva; y, el área de propiedad social en el sector industrial se constituyó en el marco del Pacto de Garantías acordado entre la Democracia Cristiana y la Unidad Popular. En ninguna de estas iniciativas optó por golpes de autoridad.

Allende fue un demócrata. Mientras la revolución cubana empujaba a las juventudes latinoamericanas a adoptar la lucha armada para transformar las estructuras oligárquicas, Allende se propuso sustituir el capitalismo por el socialismo, sin violencia, mediante el ejercicio pleno de las libertades democráticas y el respeto a los derechos humanos. Precisamente a ello se refiere Allende en conversación con el periodista  Julio Lanzarotti: “Yo he dicho al país que mientras sea Presidente habrá elecciones. Ha habido cinco elecciones complementarias y una elección general y nadie ha reclamado”. Y agrega en otro párrafo: “….este país es uno de los países en que hay más libertad de reunión, de información, de asociación y de prensa”

Allende asume nuestra historia. En el Pleno Nacional del PS del 18 de marzo de 1972, cuando los socialistas endurecen sus posturas, el Presidente Allende apela a la razón y a la especificidad de nuestra historia. Rechaza los conceptos leninistas ortodoxos sobre el Estado, desplegando argumentos teóricos y prácticos sobre la vía chilena al socialismo: “No está en la destrucción, en la quiebra violenta del aparato estatal el camino que la revolución chilena tiene por delante. El camino que el pueblo chileno ha abierto, a lo largo de varias generaciones de lucha, le lleva en estos momentos a aprovechar las condiciones creadas por nuestra historia para reemplazar el vigente régimen institucional, de fundamento capitalista, por otra distinto, que se adecue a la nueva realidad social de Chile.”

Allende cumple con su programa de gobierno de transformaciones en democracia.  Hay plena libertad de reunión, opinión y prensa. Se multiplican los periódicos, radios y canales de TV de variado tinte político, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda. Trabajadores, que nunca antes habían podido manifestarse, multiplican los sindicatos y hablan de igual a igual con los patrones, exigiendo sus reivindicaciones y participando en las decisiones de las empresas. Estudiantes que deciden sobre el destino de sus universidades, en plebiscitos y elecciones, con los mismos derechos que las autoridades académicas. Campesinos que se organizan y reúnen libremente para acceder a la propiedad de las tierras abandonadas y afectas a la Reforma Agraria. Mujeres y hombres en los barrios que discuten en juntas de vecinos para defender sus derechos comunales y asegurar el abastecimiento de los alimentos.

El 11 de septiembre de 1973 se clausuró un ciclo de largas décadas de lucha del movimiento popular en que la clase obrera, los campesinos, los intelectuales y la gente humilde de nuestro país fueron derrotados. El momento de auge fue el gobierno de la Unidad Popular. Hubo errores propios, por cierto; pero, el golpe de Estado es responsabilidad de los dominadores, nacionales y extranjeros, conjurados con los militares. Ellos son los que impidieron que se materializaran los anhelos de Allende y del pueblo de Chile. Y son los responsables del baño de sangre y de las arbitrariedades de la dictadura civil-militar que se instaura en Chile.

Los que tuvimos la fortuna de conocer los esfuerzos de Salvador Allende por transformar la sociedad probablemente comprendemos más que las nuevas generaciones la tragedia que significó su derrocamiento. El Presidente Allende hizo un gran gobierno porque nunca renunció a su compromiso con los trabajadores. Fueron los intereses internacionales y de la oligarquía local los que no aceptaron retroceder en el control absoluto del poder, comprometiendo a los militares en la sucia tarea de restaurar la injusticia. Pero, la tragedia no fueron sólo los asesinatos, la tortura y el exilio. La mayor de las tragedias ha sido que la misma generación política que luchó y conoció el proceso de transformaciones en favor de los humildes, ha debido ahora administrar el sistema político excluyente y el modelo económico que reinstaló y profundizó las desigualdades que Salvador Allende desafió con su proyecto y que luego defendió con su propia vida.

Sin embargo, la experiencia de los tres años de la Unidad Popular y la figura de Salvador Allende se han instalado en la memoria colectiva y no podrán ser borrados de la historia. Nuestros hijos y nietos sabrán que hubo una vez un hombre que llenó de dignidad a Chile, que nos engrandeció con su lucidez política y nos estremeció con su valentía. La represión, el exilio y el neoliberalismo no podrán borrar de nuestra memoria que en los mil días de la Unidad Popular, obreros, campesinos, jóvenes y desamparados pudieron expresarse con plenitud, hablar de igual a igual con los dueños del capital y desafiar a aquellos que por siglos habían usufructuado de la riqueza y el poder en nuestro país. Ese periodo de felicidad no será olvidado. Y se lo debemos a Salvador Allende. Aylwin es un personaje insignificante frente a la figura gigantesca de Allende.



29-05-12



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