Ágoraa diario la arena política

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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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jueves, 17 de noviembre de 2011

Nuevos escenarios y nuevas batallas

opinión. Agora...a diario 17/11/2011


 Maximiliano Basilio Cladakis


  
  “Y saben que la oligarquía, que los mediocres, que los vendepatrias todavía no  están derrotados. Desde sus guaridas asquerosas, atentan contra el pueblo y contra la libertad”. (Eva Perón)

   En el artículo “La amonestación de la Marcha Peronista”, publicado en este mismo sitio, Natalia Manzano realiza un interesante correlato entre unas estrofas olvidadas de la Marcha y la necesidad de que la actual militancia nacional-popular no se duerma sobre los laureles tras el avasallante triunfo del 23 de octubre. Manzano llama a mantener la cohesión y a no desviarse en disputas internas estériles de los objetivos centrales que constituyen el Proyecto iniciado en 2003, ya que, como diría Evita, el Enemigo no está derrotado, sino que, muy por el contrario, se mantiene a la espera de iniciar un nuevo contraataque.

   El escenario abierto tras las elecciones presidenciales justifica, pues, plenamente lo dicho por Manzano. Haciendo uso de una  terminología algo bélicista, podríamos decir que, tras  las elecciones presidenciales, se han abierto tres “frentes” sobre los cuales ya ha comenzado a desarrollarse la agonística política: la cuestión del dólar, la cuestión de Aerolíneas y la cuestión de la quita de subsidios a la luz, el agua y el gas. Más allá de las diferencias existentes entre estas tres instancias, hay un núcleo común, un hilo conductor que las vincula y que traza, a la vez, la demarcación de lo que se encuentra en juego en este momento de nuestra vida política: los poderes fácticos complotando entre las sombras contra un Gobierno que se ha legitimado en las urnas con el cincuenta y cuatro por ciento de los votos.

   La cuestión del dólar y de la supuesta “corrida” fue la primera acción a partir de la cual se inició este proceso que intenta esmerilar la aplastante victoria de Cristina Fernández. El capital financiero-especulativo, en una clara alianza con los medios hegemónicos,  recurrió a las viejas prácticas de intentar imponer límites al poder político, de “marcarle la cancha”, a partir de una demostración de fuerzas que sirviese como aviso (o amenaza, mejor dicho) de lo que es capaz. Por su parte, los oligopolios mediáticos pusieron en marcha la tarea de intentar generar terror entre la población. Recurriendo morbosamente a los recuerdos que aún subyacen en la memoria colectiva, el terrorismo mediático presagió “corridas” y devaluaciones, con la finalidad de que sus palabras se volviesen profecías autocumplidas. En amplios sectores de nuestra sociedad, y no sólo en las clases acomodadas sino también  en las medias e, incluso, en parte de los sectores populares, continúa habitando el viejo fetiche del dólar. Este fetiche es, en parte, el correlato necesario de las corridas y devaluaciones. Los oligopolios mediáticos se impusieron, pues, como objetivo calar en esa dimensión doble que subyace en una parte considerable de nuestra idiosincrasia, donde Eros y Phobos, es decir, el amor hacia el dólar-fetiche y el temor a “corridas” y devaluaciones, pueden servir de vehículo a los intereses de las corporaciones económicas en su afán de constituirse como dueñas absolutas de la economía nacional.

   El caso de Aerolíneas, por su parte, nos enfrenta a los resabios de un sindicalismo que se encuentra consustancializado con los poderes fácticos de nuestra sociedad y que mantiene lazos estrechos con los responsables y apologetas del genocidio perpetrado durante la última dictadura cívico-militar. Si bien afortunadamente esta línea del sindicalismo hoy es minoritaria, posee cierto poder de daño, como lo evidenciaron el fin de semana pasado con la incontable cancelación de vuelos y la consiguiente pérdida de millones de pesos por parte del Estado. La ausencia de reclamos de tipo gremial evidencia que se trata de una acción desestabilizadora frente a una de las políticas que se volvió emblema del Gobierno: la reestatización de la Línea de Bandera. Por su parte, esta  pervivencia de un sindicalismo alejado igualmente de los intereses de los trabajadores en particular como de los intereses de la Nación en general, pero en cofradía con las corporaciones económicas y con las fuerzas políticas más retrógradas y nefastas que aún hoy existen en la Argentina, nos abren a una problemática que debe ser necesariamente enfrentada, y para lo cual los otros sectores del sindicalismo deberían dejar de lado corporativismos abstractos y carentes de representatividad. El sindicalismo, pues, también puede convertirse en poder fáctico, o, al menos en el sicario de dicho poder.

   Con la cuestión acerca de la quita de subsidios a las tarifas de luz, agua y gas a empresas y hogares pudientes, los medios de comunicación hegemónicos han comenzado una operación similar a la del dólar: intentar generar terror. Sin lugar a dudas, la medida llevada a cabo por el Gobierno es justa y progresiva, concibiendo los subsidios no desde lo formal, sino desde el contenido concreto. El viejo reclamo que sentencia: “que los que más tienen, más paguen”, es, desde el sentido popular, una máxima que no necesita justificación. La medida anunciada por el Gobierno parte de esa máxima. Sin embargo, desde los medios de comunicación, se busca hacer cundir el pánico sobre la posibilidad de que esta quita de subsidios se expanda hacia los demás sectores de la población. Se trata de volver al fantasma de la inflación y, también, al del ajuste. Con respecto a este último, fue con su empleo, que la medida del Gobierno fue presentada en diarios y televisión.

   La apertura de estos tres “frentes”, por lo tanto,  muestra de manera clara que el triunfo electoral, no fue el fin de la “lucha”, sino el inicio un nuevo momento de ella. Cristina Fernández y gran parte de la conducción del movimiento nacional-popular lo saben: el sentido agonístico de la  política es permanente. A los festejos por la victoria, le siguen el compromiso, la voluntad y  la inteligencia para mantener y profundizar lo logrado hasta el momento. Si bien la oposición política fue aplastada en las elecciones, los poderes fácticos continúan pergeñando formas de atentar contra  el Proyecto. El capital financiero-especulativo, los oligopolios mediáticos y el sindicalismo sicario buscan desgastar, generar inestabilidad, imponer su voluntad por sobre la de la mayoría que eligió nuevamente a Cristina Fernández para que continuara dirigiendo la Nación.

   En estas circunstancias, la militancia debe (debemos) demostrar que está (estamos) a la altura de la circunstancias. Extraviarse en discusiones banales, relamerse en meritos propios o en errores ajenos, volverse custodios fariseos de una identidad política convertida en dogma religioso, perderse en devaneos teóricos sin fundamentos en la praxis concreta, pueden convertirse en un error con consecuencias trágicas. Nuestra historia lo demuestra así.

   En un momento de su artículo, Manzano cita el conocido discurso de Evita, donde la Abanderada de los Humildes dice: Si el Pueblo fuera feliz y la Patria grande, ser peronista sería un derecho; en nuestros días, ser peronista es un deber”. Quien escribe considera que esa frase hoy tiene un correlato perfecto, pues si el Pueblo fuera feliz y la Patria grande, ser kirchnerista sería un derecho; en nuestros días ser kirchnerista es un deber.





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