Ágoraa diario la arena política

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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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martes, 25 de octubre de 2011

El triunfo de la política

opinión. Agora...a diario 25/10/2011







Maximiliano Basilio Cladakis

   El triunfo de Cristina Fernández representó, entre otras cosas, el triunfo de la política propiamente dicha. Es decir, lo que triunfó en las elecciones presidenciales, es la política comprendida en su sentido más profundo, o, si se quiere, en su sentido más originario. Se trata de aquella concepción que define la política a partir de la vida en común y de la búsqueda del bien general. Dicha concepción atraviesa una larga tradición en la historia del pensamiento, desde Aristóteles a Laclau, pasando por Rousseau y por Hegel. La política se define, desde esta perspectiva, como una dimensión que no se limita a lo individual y que se extiende hacia lo colectivo, que pone en juego una dimensión que va más allá de lo particular.

   Cuando se dice que, con el kirchnerismo, “volvió la política” se habla de la política en este sentido.  Néstor Kirchner primero, y Cristina Fernández después, lograron, a partir de acciones, discursos y gestos, quebrar con el solipsismo individualista instalado en nuestro país tras casi tres décadas de neoliberalismo. En efecto, estos últimos años la Argentina fue testigo de la emergencia de un sujeto colectivo y de la aspiración de un bien común, más allá de los intereses particulares. Palabras como “pueblo”, “patria”, “movimiento nacional y popular”, volvieron a resonar como elementos claves de la vida política argentina.

   En este sentido, uno de los mayores logros del kirchnerismo ha sido transformar el lenguaje del discurso político imperante hasta el 2003: el lenguaje de la anti-política. Decimos lenguaje de la anti-política porque es un lenguaje que niega la polis, o sea, que niega lo colectivo, lo común. La dictadura, el fracaso alfonsinista y el menemismo constituyeron el desplazamiento de las aspiraciones y proyectos colectivos hacia una lógica que se sustentaba en la centralidad del individuo como sujeto político excluyente. “Gente” pasó a ocupar el lugar de “Pueblo”. Y “gente” no significa otra cosa que la mera sumatoria de individuos, cada uno “al lado del otro”, “enfrentado” incluso al otro, no “siendo con” el otro. El término “gente” no implica una dimensión intersubjetiva, sino que, por el contrario, se refiere a cada individuo persiguiendo su propio fin individual, indiferente al otro, sin ningún lazo que lo una o vincule con él.  El nefasto personaje creado por el nefasto Bernardo Neustadt, Doña Rosa, es un ejemplo claro de ello.

   Sin embargo,  la política, entendida en este sentido, no significa, en modo alguno, la subsunción de lo particular bajo lo colectivo, ni, mucho menos, su anulación. Se trata, pues, de una relación dialéctica, de mutuo enriquecimiento, en donde el individuo se realiza en el  bienestar de la comunidad, y la comunidad lo hace en el bienestar del individuo. En este aspecto, el “regreso” de la política expresado por el kirchnerismo significó la constitución de un sujeto colectivo en el cual los individuos se realizan a partir de la realización del bien común. La Asignación Universal por Hijo, las paritarias, el impulso a la industria, representaron mejoras sustanciales en la vida de los particulares. En este aspecto, el kirchnerismo sigue la línea de lo que decía el propio Perón en La comunidad organizada  acerca de que de lo que se trata es de una armonía entre el individuo y la comunidad.

    Esa es la concepción de la política que triunfó en las elecciones presidenciales. Y esa, también, es la concepción de la política que el Pueblo festejó en la Plaza.




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