Ágoraa diario la arena política

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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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sábado, 30 de abril de 2011

Don Ernesto Sábato

opinión. Agora...a diario 30/04/2011



Claudio Peralta
 
«Soy simplemente un escritor que ha vivido atormentado por los problemas de su tiempo, en particular por los de su nación. No tengo otro título». Éste es Sábato definiéndose a sí mismo en un momento en que la nación estallaba en anhelos de justicia y vocaciones largamente reprimidas después de su hora histórica más trágica por él presentida y quizá profetizada en Abaddón. Ése es el aspecto que persiste en la vida del poeta. Esa definición debiera bastarnos para rememorarlo.

Con la partida de don Ernesto Sábato se nos va una de las figuras, tal vez la última, de una generación de poetas en la que deslumbraron Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Julio Cortázar, Leonardo Castellani, entre otros, entre una constelación de intelectuales argentinos del siglo XX que sería imposible de enumerar aquí sin cometer injusticias y que difícilmente se repetirá en el cielo literario e intelectual de nuestro país en la preocupante espiral de banalización y superficialidad de la palabra. Una figura, la de Sábato, en la que podemos decir toman personificación nuestros anhelos, contrariedades, contradicciones, alegrías, horrores y espantos que nuestra condición impone.

Difícilmente encontremos y encontraremos en nuestra literatura e, incluso, en la literatura universal un fresco tan impresionante de nuestra condición como el contraste pintado por la fría y cínica lucidez de Juan Pablo Castel en su afán sistemático de asesinar la ceguera que impone nuestra finitud y cuya expresión —y víctima— suele ser el amor. Esa doble condición que nos ubica a veces trágicamente y otras, beatíficamente entre la eternidad y la finitud mediadas por la muerte.

Difícilmente también hallemos en la literatura un Romance con la potencia suficiente para modificar y resignificar nuestra propia percepción y literalidad de la historia argentina y proyectarlo en nuestra propia existencia y circunstancias como la pintada en el lienzo de Sobre Héroes y Tumbas. Y en la imagen de la huida del héroe muerto, Juan Lavalle, otra vez la muerte calla las vanidades de los slogans y las contradicciones de las ideas bañadas todas ellas de sangre…

Precisamente a Sábato, a mediados de la década del ’60, Leopoldo Marechal le dedicaba los versos de la Eutanasia, uno de los siete días poéticos de su Heptamerón. Y esa dedicatoria denuncia inconfundiblemente, en tiempos de una proscripción inevitable, una amistad y admiración del «poeta depuesto» hacia el poeta de Santos Lugares: Dos destinos cruzados por la vida y la muerte y unidos en las diferencias, a partir del reconocimiento de un mismo rostro, el rostro emergente de un mismo pueblo, en aquel momento la argentina invisible: Porque eran los mismos rostros los de los torturados y fusilados del basural de José León Suárez que llevaron al rojense a separarse de la llamada Revolución Argentina y los que el villacrespense vio, reconoció y amó en las calles de Almagro avanzando hacia la Plaza de Mayo aquel 17 de Octubre del ’45.

Esa misma actitud del ´56 la vemos continuar en el oscuro ’76 en los innumerables escritos de denuncias por violaciones de derechos humanos y en aquella polémica visita de Borges, Sábato y Castellani a la Casa Rosada con el testimoniado fin de pedir por compañeros escritores desaparecidos o presos y que la dictadura presentara en su propaganda como de respaldo al proceso. Propaganda de la que se hicieron eco mezquino otros periodistas y escritores menores para criticar a estos poetas por esa visita que ellos mismos acordaron hacer con ese fin. Seremos testigos de la coronación de esa coherencia y compromiso del poeta con la nación en el informe de la CONADEP, «Nunca Más».

Y aquí nos conectamos con nuestro presente, con nuestro presente cultural: Su muerte debe significar para nosotros la proyección al ámbito de la cultura de aquello que hoy se repite sólo para los órdenes tan contingentes y variables de lo político y lo social y si realmente queremos que el destino de nuestra patria se corone en la plenitud de la significación que los poetas aquí nombrados forjaran con su palabra y nos la legaran gratuitamente sólo a nosotros, entonces, también hemos de sostener para nuestra cultura que «Nunca Menos…».

En la madrugada del Sábato de Santos Lugares, de San Martín, de Buenos Aires el cielo, finalmente, rompió en llanto…




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