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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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jueves, 10 de febrero de 2011

De sujetos etéreos y espejitos de colores

opinión. Agora...a diario 10/02/2011


Por José Antonio Gómez Di Vincenzo

El peor enemigo del cronista es, sin duda, el hecho de que no ocurra nada. O al menos que nada de lo que ocurre dé pie para escribir algo novedoso. La verdad es que temas hay. Podría plantear una suerte de ensayo sobre los problemas que comienzan a delinearse en el horizonte a la hora de lograr el triunfo en las urnas que permita plasmar el proyecto. ¿Cómo tejer las alianzas? ¿Cómo construir poder cuando todavía no se cuenta con una masa crítica que permita dar un espaldarazo a los sujetos que comprendieron a fondo los más sutiles y a la vez densos núcleos del proyecto? El tema es bueno pero está verde. A veces, los temas necesitan madurar.

Me excuso y busco otra cuestión para trabajar aquí. Y mientras pienso, mientras mi mente se hunde en la hoja blanca que ya ni siquiera es una hoja porque escribo en la computadora, aparece algo. Asoma el hombre etéreo vendiendo espejitos de colores. Estudiémoslo más de cerca.

En la antigüedad, los filósofos sostenían que existía una sustancia extremadamente ligera que ocupaba el espacio como un fluido, el éter. No había lugar para el vacío. El éter estaba en todos lados para aglutinar las cosas, los cuerpos. El éter era para Aristóteles la quinta esencia. Más tarde, los pensadores enrolados en la escuela estoica, mucho antes que George Lucas, aseguraban que existía un fluido, el pneûma (en la Guerra de las Galaxias, la Fuerza) que cual soplo atraviesa todo cuerpo existente en el cosmos para mantener el todo cohesionado. El pneûma no sólo actuaba en la naturaleza, también lo hacía en el cuerpo humano. Para los estoicos, el cuerpo era una suerte de microcosmos. No había lugar para el vacío ni para un alma incorpórea. Los hombres, para los ultra-materialistas estoicos, eran como máquinas comandadas por el hegemonikón, una suerte de comando central ubicado en la cabeza desde el cual, como alientos, se extienden las siete partes del alma (que en los estoicos es corpórea) hacia los sentidos como tentáculos. El sujeto capta un cuerpo, recibe una impresión, esta impresión produce una marca material en el hegemonikón que como correlato tiene un lektón, algo así como la versión lingüística de la marca o huella que deja la impresión, que viaja hacia la boca como un aliento y permite la producción de sonido. Estímulos y respuestas. Los hombres parecen máquinas, robots. Loca idea la de los estoicos, loca pero interesante dado que pretende resolver una serie de problemas propios de su época. Uno de ellos relacionado con los juicios éticos, concretamente el problema de la responsabilidad moral.

Resulta que Platón antes que los estoicos sostuvo que el alma (la psyché) se dividía en tres partes: una parte racional, una intermedia para dar cuenta de los impulsos y una irracional, definitivamente una especie de bolsa de gatos donde el filósofo incluía los deseos. La pregunta sería: ¿por qué cargarle a la parte racional cuestiones que ocurren porque tenemos una parte irracional? El alma como compartimentos estancos conlleva a la idea de doble o triple comando. Si la parte racional tiene la misma potencia que la irracional, cómo puede poner freno al desenfreno producido por los deseos. Si alguien transgrede una norma por cumplir un deseo, ¿podría sostenerse que es culpable, que es responsable de sus actos? Todo un problema que los estoicos vieron y solucionaron anulando la idea de doble comando o triple comando depositando todo el poder en un hegemonikón soberano.

No me interesa aquí hilar fino en la doctrina estoica, ni volver sobre las discusiones históricas sobre el tema del vacío, la existencia del éter ni nada que se le parezca. El lector puede descansar tranquilo. Este cronista dejará la epistemología para otro momento. La idea es que el sujeto etéreo, ese que anda por allí vendiendo espejitos de colores, no es ni siquiera un poquito como el autómata de los estoicos. A diferencia del hombre de los estoicos, ese que es puro cuerpo, que aunque autómata por lo menos actúa porque es afectado por el mundo que lo rodea y porque quiere actuar sobre el mundo para transformarlo; a diferencia del hombre de los estoicos, decía, el sujeto etéreo es un tipo vacío, insustancial, un saco para contener nada, liso, transparente. Etéreo aquí quiere contraponerse a denso. El tipo de los estoicos es un tipo denso. Si bien la doctrina es anti-intuitiva y por momentos ingenua, se planta frente a problemas de larga data con la vocación de resolverlos desde una cosmovisión. El estoico se juega por lo que piensa y lo sostiene a muerte. A cambio, el sujeto etéreo es liviano como una bolsa de gas.

El lector disculpe esta larga introducción. Sepa perdonar las vueltas y concédame sólo unas líneas más para llenar con contenido concreto este artículo que por ahora, viene nadando en un océano metafísico.

Como es sabido (fue noticia últimamente) Macri veto diez leyes sin saber por qué las veto. El sujeto etéreo es Mauricio Macri o mejor dicho, Macri es un sujeto etéreo. Es un sujeto que no tiene densidad, que no se compromete filosóficamente con ninguna decisión. Uno no termina nunca de saber si es o se hace. Cuando Macri no sabe por qué veto las diez leyes que vetó en la Ciudad de Buenos Aires, cuando no puede fundamentar políticamente su posición, está dando cuenta de su nulidad política. Hay quienes pueden argumentar que hacerse el tonto, delegar en los ministros todas las decisiones políticas, jugar al yo no sé nada es también un determinado modo de hacer política. Pues bien, discutamos esto y algunas cosas más.

El sujeto etéreo Macri, que es un sujeto vacío, no enfrenta los problemas. Según el mismo afirmó, veta porque es la decisión de un ministro que él vete. Si hay política, entonces la está haciendo un ministro y no Macri. Macri, que debería ponerse al frente del proyecto que él mismo dice tener para el país, no puede argumentar ni decir, al menos, un párrafo que de sustento teórico a sus actos. No sabe y reconoce que no sabe.

Ahora bien, si Macri no sabe, no tiene una teoría que sustente su práctica pero es un sujeto clave en la toma de decisiones en el gobierno de la ciudad debemos inferir que está allí solamente poniendo la cara. Es una característica de toda esta fauna de políticos mediáticos surgidos al calor del menemato, hoy funcionales a las corporaciones mediáticas, no tener nada más que cierto halo farandulero, estar vacíos, tener un discurso que no es propio puesto que nada puede nacer de la nada. Es lo que pasa con el vendedor que apela a los slogan diseñados por el agente de marketing para enchufarte cualquier cosa. La venta de espejitos de colores necesita de un sujeto vacío, sin escrúpulos, al que le dé lo mismo cualquier cosa.

Pero hay un gran problema en todo esto y consiste en que sigue siempre quedando muy borroso hasta dónde Macri es o se hace. Macri es un tipo de derecha, un conservador en algunos casos y un neoliberal desde el punto de vista económico. Pero lo es por sentido común. Para eso no se necesita mucha teoría, mucha filosofía crítica. Sin embargo, también es un empresario interesado en obtener ganancias y un gerente que sabe que para conseguirlas si es necesario hay que vender espejitos de colores. Y ahí lo que importa es lo meramente instrumental,  pragmático.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando todo sale mal? El empresario pide la convocatoria de acreedores, se raja o desaparece jodiendo bien jodidos a todos sus trabajadores. El vendedor, por su parte, busca otra cosa que vender. ¿Qué dijo que piensa hacer Macri si todo sale mal, si pierde al postularse como Presidente? Según el mismo afirmó, dejar la política. Bien, supongamos que es así. Lo primero que cabría decir es que nadie deja algo en lo que nunca estuvo. El sujeto etéreo lejos está de ser un político porque ser un político exige densidad, exige compromiso, exige darle vueltas a los asuntos, exige, exige, exige, esfuerzo, esfuerzo, esfuerzo. Ningún militante deja la lucha. Porque vive la política, porque cree que con la política puede cambiar el mundo, porque no heredó nada, porque se está haciendo bien de abajo.

Volviendo a los estoicos y sus autómatas… Nuestro sujeto etéreo capitalino y gobernante es insustancial aunque por momentos actúa como autómata. Si no su hegemonikón, alguien lo dirige. Esto lo deja muy lejos de estar eximido de toda responsabilidad. No es un alma tripartita como sugería el buen Platón. Es responsable por lo que le sucede a muchos habitantes de la ciudad que según rezan los papeles gobierna.

Como sea, la distancia entre el Macri o cualquiera de sus satélites en los afiches y campañas mediáticas y el Macri y sus satélites en la vida real se acorta. Y pronto quedará ante nosotros el dibujo, el cartón pintado y los espejitos de colores propios de un sujeto vacío, insustancial, etéreo.

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