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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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lunes, 9 de noviembre de 2009

El racismo de la Presidenta




Maximiliano Basilio Cladakis



En la columna que escribe para La Nación, Joaquín Morales Sola ayer acusó a la Presidenta de racista. “Según Cristina, la culpa fue de la prensa por contar esos tormentos sociales y por quejarse de "los pobres y los negros". Ningún otro presidente democrático tuvo un discurso tan implícitamente racista como el que deslizó la jefa del Estado. Nadie, en síntesis, habló de "negros" como habló ella”. Para Morales Sola, por lo tanto, el empleo de la palabra “negro” implica incurrir en el racismo.



Esto, sin embargo, no se trata más que de una nueva imbecilidad del periodista de TN y de La Nación. Pues, si bien, el empleo de la palabra “negro” puede ser un acto de racismo, también puede ser lo contrario, es decir, una denuncia de actos racistas. El sentido de una palabra (de cualquier palabra) está dado, entre otras cosas, por el contexto en el que se la pronuncia como, así también, por la intención del sujeto que la dice. La palabra “negro” dicha, por ejemplo, por un policia que detiene, con o sin causa, a un menor señala el racismo de quien la pronuncia. Ocurre lo mismo cuando quien la pronuncia es el hombre “decente” que, en su automóvil medianamente nuevo, se ve demorado por algún piquete. O cuando lo dice la “buena vecina” que ve pasar a dos jóvenes de piel oscura, con pantalones anchos y capuchas paseando por las calles de Villa Devoto. En estos casos se trata de un racismo explícito. Sin embargo, existe, también, el racismo implícito. Los racistas de este tipo no incurren en la “incorrección” de pronunciar la palabra “negro”, sino que las críticas recaen sobre las costumbres propias de aquellos a los que (aún sin decirlo) consideran “negros”. Los ejemplos son infinitos: desde la cumbia hasta la manera de vestir, desde el choripan y las tortas fritas hasta las ferias “truchas”.



Precisamente, frente a este racismo silencioso, la pronunciación de la palabra no dicha puede servir como instrumento de denuncia, como forma de develar el racismo encubierto del otro. Sartre era un maestro en este arte. En sus textos sobre la colonización de Argelia, utilizaba las palabras prohibidas de la Francia “progresista”, “humanista” y “liberal” para develar el racismo de las políticas coloniales. Esto causaba la turbación de las “buenas conciencias” francesas. Su racismo quedaba a la vista de igual manera en que quedaba en evidencia que no eran tan distintos a aquellos alemanes que se jactaban de haber derrotado unos años atrás.



La Presidenta, cuando empleó la palabra “negros” lo hizo con este sentido. Los grandes medios y la oposición son racistas, y no tan solo racistas, sino también clasistas. Condenan los piquetes y demás tipos de manifestaciones si provienen de los “negros” y de los “pobres”, a la vez que legitiman todos los reclamos de los “blancos” y  de los “ricos”. Sin embargo, se cuidan de no pronunciar la palabra prohibida. Hablan de "tumultuosos", de "manifestantes pagos", de "delincuentes", etc., pero jamás de "negros" ni de "pobres". Las palabras de la Presidenta, por lo tanto, no hicieron más que develar esta situación, de dejarlos en evidencia.




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