Maximiliano
Basilio Cladakis
En sus cursos sobre la Fenomenlogía del Espíritu de Hegel, el filósofo ruso Alexandré Kojève
decía que toda la dialéctica histórica se funda en la dialéctica entre Amos y
Esclavos. El devenir histórico del hombre se encuentra, entonces, signado por
la permanente oposición entre esas figuras que, en su universalidad, pueden dar
cuenta de los conflictos que atraviesa cada época concreta. Es decir, se trata
de figuras que, en su encarnación histórica, tornan comprensibles la relación
colono-colonizado, burgués-proletario, incluido-excluido, etc.
Sin lugar a dudas en la afirmación de Kojève,
resuena la impactante sentencia que Marx pronunciara en el Manifiesto Comunista acerca de que “la historia de la humanidad es
la historia de la lucha de clases”. El conflicto se vuelve el motor originario
de la historia, un conflicto descarnado, impiadoso que adquiere el carácter de,
como decía Hegel, “una mesa de carniceros”. La historia de la humanidad, pensada
desde ese horizonte conceptual, es una historia que no es completamente humana.
El propio Kojève sostiene que no hay simplemente hombres sino que hay hombres
Amos y hombres Esclavos. Lo que significa que la humanidad en sentido integral,
aún no es.
Los panoramas actuales de nuestro país, de
la región y del mundo muestran claramente ese desgarro que atraviesa una
humanidad no realizada. Presos políticos, transferencia de recursos hacia los
sectores más concentrados de la riqueza, aumento exponencial de la riqueza y
aumento exponencia de la miseria, racismo, xenofobia, muros que se alzan en
defensa de los opresores: desde el prometido por el actual Presidente de
Estados Unidos, como los incontables muros contruidos por Israel, como, en lo
micro, los muros de los barrios privados para defender a los acaudalados de los
desposeídos. No hay seres humanos, hay humanos opresores y humanos oprimidos y
entre ellos hay una guerra, a veces más silenciosa, a veces más estruendosa. El
Papa habla de este momento como el de una tercera guerra mundial. Tiene razón.
Y en
esa guerra global cada uno de nosotros cumple un rol. Desde la posición en que
nos hallemos, cada palabra, cada acto, cada gesto se circunscribe inevitablemente
a ese marco universal. Jean Paul Sartre decía que se trata de elegir por las
masas o contra las masas, por el hombre o contra el hombre. En efecto, elegir y
elegirse por las masas de oprimidos de nuestro país, de nuestra región y del
mundo es elegir y elegirse por la posibilidad de una humanidad integral. Y eso
es lo que está en juego en este momento (como, probablemente, lo ha estado siempre)
la posibilidad de una humanidad real, no cercenada, no atravesada por la
sanguinaria marca de la opresión, puesto que hasta que no sea superada y eliminada
la relación de la opresión seguiremos, y aquí retomamos nuevamente a Marx, en
el reino de la necesidad, no en el de la libertad y nuestra historia será tan
sólo la prehistoria de la humanidad. Una humanidad cuya realización integral
depende absolutamente de nosotros.
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