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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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domingo, 29 de enero de 2017

Xenofobia y estigmatización, aire de época

opinión. Agora...a diario 29/01/2017



Maximiliano Cladakis

   Existen los aires de época. Se trata de la generalización de ideas, o sistemas de ideas, que se instituyen en amplias capas de la población, siendo aceptadas y asimiladas sin un acto previo de reflexión. El aire de época podría definirse como el sentido común de un momento histórico determinado: “verdades” que no se discuten pero que se sienten y viven. La vivencia de esas “verdades” se osifica en un dogma existencial que no acepta contrargumentaciones.  Frente a una argumentación contraria, la respuesta es la ira, la fuerza, la violencia.

   En nuestro país ha habido un cambio de época. La llegada al Gobierno de la derecha, tras doce años de gobiernos nacional-populares, puede ser pensada como el momento de cristalización de ese cambio. Raúl Zaffaroni habla de un cambio de régimen. Quien escribe coincide plenamente con el jurista, aunque cree que, quizá, sea más adecuado hablar de “cambio de sistema”.  Hablar de “sistema” es hablar de una articulación totalizadora de las distintas manifestaciones de la vida social donde se involucra lo económico con lo político, lo moral con lo cultural.

   Dentro de ese nuevo sistema, la emergencia de la xenofobia y de la estigmatización son elementos que emergen como partes elementales del sentido común dominante. La derecha vuelve a hablar sin tapujos y lo que hasta hace poco más de doce meses algunos sólo se atrevían a susurrar en voz baja, hoy lo gritan sin resquemor. Los inmigrantes de los países limítrofes y los adolescentes pobres del conurbano bonaerense han sido transformados en el principal objeto de odio: el Mal, pues, habita en ellos.

   Ambas figuras operan como chivos expiatorios. Los medios masivos de comunicación y los funcionarios que hoy ocupan el Poder Ejecutivo de la Nación, seguidos por muchos integrantes del Poder Legislativo, las han instaurado como responsables de los males que asolan el país (además, obviamente, del populismo). La imposición del debate acerca de la mal llamada baja de imputabilidad y las discusiones en torno a las políticas migratorias (cabe recordar que, hace unos años, el actual Presidente habló de “inmigración descontrolada), son pruebas patentes de los dicho.

   Lamentablemente, varios sectores que no forman parte del bloque dominante, asimilan como propias dichas ideas convirtiéndose en encarnación de la xenofobia y de un clasismo que no representa a su propia clase. Se distrae la atención, se canalizan las frustraciones individuales, se  habla con una voz impuesta desde fuera, se hace propio lo impropio. Se trata de una lógica perversa en la que el dominado se vuelve siervo del dominador, e, incluso, donde puede convertirse en el verdugo, en el asesino que el poder real desea, y, sino, al menos en su cómplice. Los linchamientos, los asesinatos en nombre de una falsa “legítima defensa”, el beneplácito que reciben estos homicidios deben ser pensados a partir de esta lógica.

   Sin embargo, no se trata de un fenómeno únicamente argentino. En la principal potencia mundial se ha elegido a un multimillonario como Presidente de la Nación para salir de una crisis económica que atraviesa al mundo desde el 2008. Se lo ha elegido por un discurso xenófobo y racista que instituye el Mal en los rostros de mexicanos y demás extranjeros, supuestos causantes de la creciente desocupación estadounidense. Siendo en verdad la clase a la que pertenece el presidente electo la verdadera responsable de una crisis que, muy probablemente, no se resuelva hasta dentro de muchos años. Si es que, alguna vez, lo hace.



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