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Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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martes, 24 de mayo de 2016

El juego de la ruleta rusa

opinión. Agora...a diario 24/05/2016


Maximiliano Basilio Cladakis

   En el discurso de la derecha contemporánea, el mundo aparece representado como el tablero donde la vida se despliega bajo el modo de un juego. Dentro de ese juego, “ganadores” y “perdedores” son las categorías elementales en las que se dividen los seres humanos. Una de las principales tareas del aparato mediático transnacional es, precisamente, imponer esa visión del mundo e instituirla como sentido común, es decir, realizarla como cultura dominante.  En gran medida, el triunfo de las alianzas derechistas en nuestra región y en el mundo tiene como una de sus causas la efectividad con la que dicho aparato lleva a cabo su tarea. Existe, pues, un conglomerado infinito de publicidades, libros, música, películas, etc; donde el mundo aparece representado como el escenario en el que los individuos revelan su verdadera esencia a partir de la forma en que afirman sus esfuerzos particulares.

   El gran juego que se desarrolla sobre el mundo es, esencialmente, una competencia entre individuos. Cada individuo se debe a sí mismo y cada uno es responsable de entrar en la categoría de “ganador” o de “perdedor”. La industria cultural que responde a los intereses de las clases dominantes a escala global ha sabido instalar esta interpretación del mundo y de la historia en grandes capas de la población. En el caso del cine, lo ha logrado apelando a la emotividad y a profundas fibras íntimas de la subjetividad, produciendo una relación empática entre el espectador y el protagonista que elude todo examen crítico. La historia de un padre soltero quedando en situación de calle y sólo confiándose a sí mismo para lograr ser ejecutivo de una empresa multinacional; o la historia de un boxeador al que se le presenta la oportunidad de redimirse de una vida colmada de fracasos, son ejemplos notorios de ello. Cada historia, a pesar de las diferencias argumentales, tiene un mismo contenido: para salir de la categoría de “perdedor” sólo se puede (y debe) acudir a uno mismo, comprometerse con uno, esforzarse es la clave del éxito.

   En este aspecto, el juego de la vida aparece representado como una travesía del héroe. Sin embargo, entre el héroe tradicional y el héroe de la derecha contemporánea hay más de una diferencia; una de las más notorias es que, mientras para el primero la heroicidad radicaba en el sacrificio de sí hacia los otros (se trate de Leonidas, Espartaco, Cristo, San Martín o el Che Guevara, su heroicidad siempre radica en anteponer el interés general al interés particular), el segundo sacrifica todo hacía sí mismo. El héroe de la derecha contemporánea se define como aquel que gana en el juego de la vida. El otro no tiene lugar en la heroicidad, incluso se da por sentado que hay que alejarse del otro cuando ese otro se presenta bajo la figura del perdedor. El otro perdedor está en dicha categoría por propia responsabilidad, apiadarse de él es señal de debilidad.

   La debilidad, en efecto, es un pecado que no puede perdonarse. En el  mundo interpretado como juego el imperativo es “ser fuerte” (en este punto pueden verse atisbos de una moral y una teología anticristiana, cabe recordar El sermón del monte).  Ser débil implica un riesgo de muerte, puesto que el juego es un juego de suma cero: uno gana porque el otro pierde, uno gana lo que el otro pierde. Y la distancia entre perder y ganar es la diferencia absoluta, es decir, se trata de  la vida o la muerte. En el gran juego de la vida, en última instancia, lo que se pone en cuestión es vivir o morir. El juego que la derecha instaura como sistema es una ruleta rusa. Sin embargo, el resultado no depende del azar sino de saber esforzarse, de ser fuerte.

   No hay lugar a dudas, está interpretación del mundo tiene una fuerte raigambre mitológica. El mito del propio “esfuerzo” es uno de sus mitos fundamentales. Se trata de una versión extrema de la fábula de La cigarra y la hormiga. Sin embargo, a diferencia de otros mitos, el mito del propio “esfuerzo” no sólo atenta contra los fundamentos mismos de la democracia y de la vida en comunidad (la idea de “meritocracia” es vejatoria de la de “democracia” y encuentra en la idea del esfuerzo individual uno de sus fundamentos), sino que es una simple farsa. Las grandes riquezas no se fundan en ningún esfuerzo individual sino en el crimen y el pillaje. Marx los describe perfectamente en El capital y nuestra historia enseña de manera clara la forma en que las grandes fortunas tuvieron por origen genocidios tales como los perpretados tanto durante la llamada “Conquista del Desierta” como en la última Dictadura Cívico-Militar


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