Maximiliano
Basilio Cladakis
El neoliberalismo cercena derechos. No se
trata de meros acontecimientos coyunturales sino que forma parte de su lógica
inmanente. El neoliberalismo es un sistema totalizador que se expande por sobre
todas las dimensiones de la existencia humana. En su vertiginosa dinámica,
lleva al extremo los principios axiológicos de la acumulación capitalista y
transforma al mundo, como dice el filósofo alemán Martín Heidegger, en un gran
supermercado. La comprensión del mundo como “supermercado”, anula el concepto mismo de mundo, y transfigura la
sociedad a un mero conjunto de mercancías. El neoliberalismo, apoteosis tanto
del capitalismo como del imperialismo, conlleva al dominio de la forma mercancía,
es su endiosamiento, su afirmación como fundamento último de la realidad.
Este dominio de la forma mercancía es
vejatorio de los derechos puesto que la declaración de los derechos del hombre
en el siglo XVIII y la declaración de los derechos humanos a mediados del XX se
fundamentan en la idea misma de gratuidad. Los derechos civiles, políticos,
sociales, no tienen más razón de ser que el reconocimiento de la dignidad del
hombre, sino fuera así no serían derechos. En cambio, el dominio de la forma mercancía
impone una mediación que cercena el mundo de los derechos: al ser el fundamento
la mercancía, los derechos dependen de la posesión o no posesión de ella. Es la
mercancía la que tiene derechos, y a quien posee mercancías se le reconocen por
mediación de ellas. Algunas frases del sentido común hegemónico exponen
claramente este proceso que, en términos marxistas, se denomina alienación.
Cuando se dice: “yo pago mis impuestos, por lo tanto soy un ciudadano con
derechos”, los derechos y la ciudadanía aparecen como propiedades que emanan
del verbo “pagar” y “pagar” implica la posesión del dinero, el cual, como dijo
Marx en 1844, es la mercancía universal.
En el neoliberalismo los derechos, pues, se
pagan. El neoliberalismo expulsa del mundo de los derechos y de la ciudadanía a
quienes no pueden hacerlo, a los no poseedores. Se trata de un sistema de
deshumanización, donde las relaciones entre los hombres están signadas por la
mediación de la mercancía. Cada uno posee los derechos que le brinda la mercancía
que posee. La libertad del neoliberalismo es la libertad de la mercancía, el
llamado libre mercado, y frente a esa libertad se derrumba la libertad de los
hombres. Este proceso significa la anulación de la libertad y de los derechos. La
libertad pregonada por el neoliberalismo es un libertad inauténtica, es la
negación de la libertad, es la tirania de la mercancía y de sus poseedores por
sobre todos los demás los hombres. De la misma forma, los derechos que promulga
dicho sistema implican la negación de los derechos del hombre y de la
humanidad.
Desde diciembre del año pasado, los
argentinos nos encontramos viviendo una constante vejación de nuestros derechos
y libertades. La llegada al Gobierno de Mauricio Macri significó un cambio de
sistema: de la centralidad del concepto de “derecho” nos trasladamos a la
centralidad del concepto de “mercancía”. El propio Macri, hace un tiempo,
expresó que su deseo era que la Argentina sea un gran supermercado. Mientras
nos transformamos en ese supermercado soñado por nuestro Presidente, estamos
perdiendo derechos fundamentales, tales como el derecho a un trabajo digno, a
una educación gratuita y de calidad, a la salud, a las jubilaciones, y nuestra libertad se va desvaneciendo por
medio de la represión, de las persecuciones
políticas y de la demonización ideológica. Nuestra ciudadanía, por tanto, se
sacrifica en los altares del mercado, donde los devotos de la mercancía rinden
su sacro y piadoso culto.
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