Ágoraa diario la arena política

realidad en blanco y negro...

Maximiliano Cladakis-Edgardo Bergna editores. Organo de opinión política de Atenea Buenos Aires. Radio Atenea y Agora Buenos Aires

Escriben: Leandro Pena Voogt-

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miércoles, 6 de agosto de 2014

Esperanza

opinión. Agora...a diario 06/08/2014

Maximiliano Cladakis     
  
  
Siguiendo al filósofo judeo-alemán Walter Benjamin, podríamos decir que la historia de la humanidad es la historia de una gran catástrofe. Mirar hacia el pasado es mirar hacia  un cúmulo infinito de ruinas donde la opresión, el crimen y la muerte derriban todo ingenuo ideal de progreso. El Anticristo, figura mítica empleada por Benjamin y que podría ser comprendida como la representación simbólica del Mal radical, parece imponerse triunfalmente por sobre todo vestigio de esperanza, de redención, de anhelos de un mundo más justo e igualitario.

    Sin embargo, el propio Benjamin habla de la inminencia de momentos que quiebran con este continuum catástrófico y en donde la esperanza emerge entre los escombros de un proceso marcado por el constante triunfo del Mal. Benjamin, empleando la terminología del mesianismo judío, dirá que se trata de las rendijas desde donde se anuncia la temporalidad mesiánica, la cual otorga esperanza en medio de la desesperación.

   Ayer, 5 de agosto de 2014, se abrió una de esas rendijas en la Argentina. La recuperación del nieto de Estela Carlotto, inesperada, tal vez impensable, dejó atónitos a todos los que, de una manera u otra, acompañamos, apoyamos y admiramos la gesta heroica de las Abuelas de Plaza de Mayo. Estela, símbolo indiscutible de lucha y de compromiso, encarnación misma de la perseverancia en pos de la Memoria, de la Verdad y de la Justicia, encontró al hijo de Laura, su hija, desaparecida, asesinada cobardemente por las bestias que convirtieron a la Argentina en un campo de exterminio y que constituyeron uno de lo momentos más oscuros de nuestra historia.

     Decimos “uno” porque nuestra historia, como decía Benjamin de la historia de la humanidad, también está signada por el triunfo del Mal. Desde el genocidio originario llevado a cabo por los españoles tras el “descubrimiento” de América al genocidio perpretado por la última dictadura cívico-militar, pasando por el genocidio comandado por Roca en su denominada “Conquista del Desierto” y por los bombardeos, persecuciones y fusilamientos contra los peronistas a partir de 1955 (que también deberían ser clasificados como “genocidio”), la historia de la Argentina es una historia que suma escombros sobre escombros, ruinas sobre ruinas.

    En este sentido, la aparición de Guido es, sin lugar a dudas, una ruptura dentro de ese proceso catatrófico. Un acontecimiento que brinda esperanza en medio de la desesperanza, que, al igual que los otros 113 nietos recuperados, iluminan la lucha infatigable de Estela y las Abuelas, iniciada en los tiempos del terror y sostenida, sin claudicación, en los tiempos de una indiferencia cómplice del genocidio que duró décadas, hasta el 2003, cuando la lucha de los organismos de Derechos Humanos se volvieron políticas de Estado.

   Esto, obviamente, no significa que el pasado se encuentre ya redimido, ni que se encuentre sellado el abismo de miles de muertos, torturados y desaparecidos que ciñe nuestra historia. El Abismo y la catástrofe siguen ahí, y lo seguirán estando. Sin embargo, cada nieto recuperado es un acontecimiento que abre una rendija que deja entrever algo de luz en medio de la oscuridad, una luz de la cual Estela y las Abuelas son unos de sus mayores representantes.



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